Ay, mae, esta noticia te da un bajón tremendo. Una mami tica, como cualquier otra, tuvo que pasar por un calvario para que los doctores le pusieran atención a unos problemitas de salud que, resultó, eran de cuidado. Se trata de Beth Stichbury, una británica que vivió acá por un buen rato y cuya historia nos hace reflexionar sobre la importancia de no bajarme la guardia con nuestra salud.
Todo empezó hace unos siete años, cuando Beth comenzó a sufrir de estreñimiento crónico y, de vez en cuando, un poquito de sangre. Lo normal, pensando algunos, ¿no? Pero ella insistió, fue al médico varias veces – ¡ocho, pa’ que no falte! – pero le decían lo mismo: ‘bebe más agua, come fibra, tranquilízate’. Un clásico, diay, como cuando vas al mecánico y te dicen que revises el aceite… cuando el problema es mucho más hondo.
Imagínate el hartazgo, ¿verdad? Ella sabía que algo no andaba bien, todos los que la conocen lo notaban, pero nadie la tomaba en serio. Como si fuera una exagerada, una maíta quejumbrosa. Pero resulta que detrás de esos dolores estaba creciendo un tumor maligno, un cáncer colorrectal que se expandía silenciosamente mientras tanto.
El golpe maestro llegó en 2024, cuando un nuevo médico decidió darle una oportunidad y le mandó a hacer una colonoscopia. El resultado fue demoledor: cáncer en etapa cuatro, metido hasta el cuello en su hígado y pulmones. ¡Qué torta, mae! A estas alturas, el tratamiento es pesado, lleno de quimios y complicaciones. Dice que ya ni recuerda cómo se siente estar bien, sin dolor constante y sin tener que lidiar con ese aparatito que le ayudó a rellenarle el brete.
Pero Beth no se queda lamentándose, ni mucho menos. Ahora está luchando con todas sus fuerzas para sobrevivir, pero también para crear conciencia entre la gente. Quiere que otros jóvenes, especialmente mujeres, no pasen por lo mismo que ella. Quiere que los doctores les presten más atención a los síntomas, aunque parezcan insignificantes. 'La edad no importa', dice ella, 'el cáncer no discrimina'.
Y hablando de metas, tiene una hermosa razón para seguir adelante: su hijita, Willow. Sueña con llevarla a Disney, que viva la magia de conocer a Mickey Mouse y toda esa vaina. Esa ilusión le da energía para aguantar las sesiones de quimio, para soportar el dolor y para seguir batallando día a día. Ya anda tramitando para participar en ensayos clínicos, buscando nuevas opciones de tratamiento, pa' ver si le alargan la vara un poco más.
Esta historia nos pone el vello de punta, ¿no? Nos enseña que nunca debemos ignorar nuestras señales de alarma, ni siquiera si nos sentimos bien. Que hay que ser insistentes con nuestros médicos, que hay que exigir segundas opiniones si no estamos convencidos. Y, sobre todo, nos demuestra la fuerza y la resiliencia de las mamás, capaces de enfrentar cualquier adversidad por amor a sus hijos. Beth es un ejemplo, un tesoro nacional, diay.
Después de escuchar la experiencia de Beth, ¿ustedes creen que el sistema de salud en Costa Rica necesita mejorar en la forma en que aborda los síntomas reportados por pacientes jóvenes? ¿Deberíamos exigir más controles preventivos y exámenes de detección temprana para enfermedades como el cáncer colorrectal, independientemente de la edad?
Todo empezó hace unos siete años, cuando Beth comenzó a sufrir de estreñimiento crónico y, de vez en cuando, un poquito de sangre. Lo normal, pensando algunos, ¿no? Pero ella insistió, fue al médico varias veces – ¡ocho, pa’ que no falte! – pero le decían lo mismo: ‘bebe más agua, come fibra, tranquilízate’. Un clásico, diay, como cuando vas al mecánico y te dicen que revises el aceite… cuando el problema es mucho más hondo.
Imagínate el hartazgo, ¿verdad? Ella sabía que algo no andaba bien, todos los que la conocen lo notaban, pero nadie la tomaba en serio. Como si fuera una exagerada, una maíta quejumbrosa. Pero resulta que detrás de esos dolores estaba creciendo un tumor maligno, un cáncer colorrectal que se expandía silenciosamente mientras tanto.
El golpe maestro llegó en 2024, cuando un nuevo médico decidió darle una oportunidad y le mandó a hacer una colonoscopia. El resultado fue demoledor: cáncer en etapa cuatro, metido hasta el cuello en su hígado y pulmones. ¡Qué torta, mae! A estas alturas, el tratamiento es pesado, lleno de quimios y complicaciones. Dice que ya ni recuerda cómo se siente estar bien, sin dolor constante y sin tener que lidiar con ese aparatito que le ayudó a rellenarle el brete.
Pero Beth no se queda lamentándose, ni mucho menos. Ahora está luchando con todas sus fuerzas para sobrevivir, pero también para crear conciencia entre la gente. Quiere que otros jóvenes, especialmente mujeres, no pasen por lo mismo que ella. Quiere que los doctores les presten más atención a los síntomas, aunque parezcan insignificantes. 'La edad no importa', dice ella, 'el cáncer no discrimina'.
Y hablando de metas, tiene una hermosa razón para seguir adelante: su hijita, Willow. Sueña con llevarla a Disney, que viva la magia de conocer a Mickey Mouse y toda esa vaina. Esa ilusión le da energía para aguantar las sesiones de quimio, para soportar el dolor y para seguir batallando día a día. Ya anda tramitando para participar en ensayos clínicos, buscando nuevas opciones de tratamiento, pa' ver si le alargan la vara un poco más.
Esta historia nos pone el vello de punta, ¿no? Nos enseña que nunca debemos ignorar nuestras señales de alarma, ni siquiera si nos sentimos bien. Que hay que ser insistentes con nuestros médicos, que hay que exigir segundas opiniones si no estamos convencidos. Y, sobre todo, nos demuestra la fuerza y la resiliencia de las mamás, capaces de enfrentar cualquier adversidad por amor a sus hijos. Beth es un ejemplo, un tesoro nacional, diay.
Después de escuchar la experiencia de Beth, ¿ustedes creen que el sistema de salud en Costa Rica necesita mejorar en la forma en que aborda los síntomas reportados por pacientes jóvenes? ¿Deberíamos exigir más controles preventivos y exámenes de detección temprana para enfermedades como el cáncer colorrectal, independientemente de la edad?