¡Ay, Dios mío! Parece mentira que la capital, otrora hervidero de actividad y orgullo nacional, esté sufriendo semejante despique. El reciente derrumbe de una fachada en la Avenida Central no fue solo un accidente; fue el golpe de campana que nos recordó la cruda realidad: San José se está quedando hueca, solitaria, como un chunche olvidado en un rincón.
Hace medio siglo, la capital bullía con casi 100 mil almas, un número que representaba casi la mitad de toda la población del país. Ahora, según el último censo, apenas unos 54 mil habitantes resisten en los cuatro distritos centrales. ¡Una torta! Ese éxodo masivo, pa'lante a buscar mejores oportunidades y condiciones de vida afuera de la capital, ha dejado cicatrices profundas en el tejido urbano.
Los números lo dicen todo: el casco central presenta un alarmante 17% de desocupación total, y un 18% de desocupación parcial, lo que equivale a un 36% de edificaciones subutilizadas. Un estudio del TEC reveló que en una zona de aproximadamente 1.260 propiedades del centro histórico, ¡casi la mitad!, se estima un 35% de subutilización y un 17% de desocupación total. Tomás Martínez, el investigador del TEC, no se anda con rodeos: “Cualquier ciudad del mundo que sobrepase el 10% de desocupación de su stock de edificios, tiene que preocuparse”. ¡Y nosotros estamos lejos de ese 10%!
Lo curioso es que, a pesar de este panorama desalentador, San José todavía tiene mucho que ofrecer. Cuenta con infraestructura moderna, electrificación subterránea, alcantarillado sanitario, fibra óptica, equipamiento de primera, servicios eficientes, transporte público y hermosos parques. ¡Todo! Pero la gente se va, buscando lo que debería encontrar justo aquí.
Como si estuviéramos creciendo donde no debemos, comentaron los expertos: en zonas de riesgo y en las periferias, dejando abandonada la joya urbana que es San José. Es como dejar un brete preparado y preferir irse a laburar al monte. El uso ineficiente de la ciudad es palpable, y el contraste con el crecimiento descontrolado en los alrededores es doloroso de ver.
Pero, ¿se puede salvar a nuestros edificios históricos? Afortunadamente, la respuesta podría ser sí. Muchos de estos inmuebles, pese a su avanzada edad –algunos datan de 1958–, podrían tener una estructura sólida y recuperable. El problema principal radica en el deterioro causado por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento adecuado. Las cubiertas, fachadas, aleros y cornisas necesitan urgentemente una mano amiga, pero la estructura general suele mantenerse firme.
Sin embargo, la adaptación a las nuevas regulaciones es otro desafío crucial. Desde las normas de inclusión hasta las exigentes normas de prevención contra incendios, los edificios deberán ajustarse a los estándares actuales. Allen Moya, jefe de Ingeniería de Bomberos, advierte sobre los incumplimientos frecuentes en sistemas de detección de alarma, sistemas de supresión de incendios y deficiencias en extintores. Afortunadamente, el ejemplo del Hotel Costa Rica y el Teatro Nacional demuestran que la modernización y el cumplimiento de las normas son posibles.
La Municipalidad de San José está apostando por el “reciclaje de edificios”, implementando incentivos para proyectos inmobiliarios que promuevan la vivienda accesible en el centro. Se busca flexibilizar la tramitología para facilitar la recuperación de edificios en desuso y ofrecer descuentos significativos en permisos de construcción para quienes se animen a invertir en la revitalización del casco central. Pero, con los precios de la vivienda tan disparatados, ¿será suficiente para atraer a la población de vuelta al centro de la capital? ¿Lograremos darle un nuevo impulso a San José o continuará su lento pero inexorable declive?
Hace medio siglo, la capital bullía con casi 100 mil almas, un número que representaba casi la mitad de toda la población del país. Ahora, según el último censo, apenas unos 54 mil habitantes resisten en los cuatro distritos centrales. ¡Una torta! Ese éxodo masivo, pa'lante a buscar mejores oportunidades y condiciones de vida afuera de la capital, ha dejado cicatrices profundas en el tejido urbano.
Los números lo dicen todo: el casco central presenta un alarmante 17% de desocupación total, y un 18% de desocupación parcial, lo que equivale a un 36% de edificaciones subutilizadas. Un estudio del TEC reveló que en una zona de aproximadamente 1.260 propiedades del centro histórico, ¡casi la mitad!, se estima un 35% de subutilización y un 17% de desocupación total. Tomás Martínez, el investigador del TEC, no se anda con rodeos: “Cualquier ciudad del mundo que sobrepase el 10% de desocupación de su stock de edificios, tiene que preocuparse”. ¡Y nosotros estamos lejos de ese 10%!
Lo curioso es que, a pesar de este panorama desalentador, San José todavía tiene mucho que ofrecer. Cuenta con infraestructura moderna, electrificación subterránea, alcantarillado sanitario, fibra óptica, equipamiento de primera, servicios eficientes, transporte público y hermosos parques. ¡Todo! Pero la gente se va, buscando lo que debería encontrar justo aquí.
Como si estuviéramos creciendo donde no debemos, comentaron los expertos: en zonas de riesgo y en las periferias, dejando abandonada la joya urbana que es San José. Es como dejar un brete preparado y preferir irse a laburar al monte. El uso ineficiente de la ciudad es palpable, y el contraste con el crecimiento descontrolado en los alrededores es doloroso de ver.
Pero, ¿se puede salvar a nuestros edificios históricos? Afortunadamente, la respuesta podría ser sí. Muchos de estos inmuebles, pese a su avanzada edad –algunos datan de 1958–, podrían tener una estructura sólida y recuperable. El problema principal radica en el deterioro causado por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento adecuado. Las cubiertas, fachadas, aleros y cornisas necesitan urgentemente una mano amiga, pero la estructura general suele mantenerse firme.
Sin embargo, la adaptación a las nuevas regulaciones es otro desafío crucial. Desde las normas de inclusión hasta las exigentes normas de prevención contra incendios, los edificios deberán ajustarse a los estándares actuales. Allen Moya, jefe de Ingeniería de Bomberos, advierte sobre los incumplimientos frecuentes en sistemas de detección de alarma, sistemas de supresión de incendios y deficiencias en extintores. Afortunadamente, el ejemplo del Hotel Costa Rica y el Teatro Nacional demuestran que la modernización y el cumplimiento de las normas son posibles.
La Municipalidad de San José está apostando por el “reciclaje de edificios”, implementando incentivos para proyectos inmobiliarios que promuevan la vivienda accesible en el centro. Se busca flexibilizar la tramitología para facilitar la recuperación de edificios en desuso y ofrecer descuentos significativos en permisos de construcción para quienes se animen a invertir en la revitalización del casco central. Pero, con los precios de la vivienda tan disparatados, ¿será suficiente para atraer a la población de vuelta al centro de la capital? ¿Lograremos darle un nuevo impulso a San José o continuará su lento pero inexorable declive?
