¡Ay, Dios mío! Esta semana nos tocó una vara bien dura, pura sal. La comunidad de San Ramón, y digo yo, TODO el cantón, está que arde, que se le caen las lágrimas por lo que pasó el fin de semana. Una tragedia tremenda, una familia entera desaparecida bajo un deslizamiento de tierra en Piedades Sur. No me hagan bolas, me da escalofríos solo de pensarlo.
Todo ocurrió la noche del sábado pasado, cuando un torrencial aguacero – ¡y vaya que ha caído lluvia!, parece que el cielo se nos vino encima – hizo que un terraplén cediera sobre la casa donde vivía la familia Miranda Romero. De acuerdo a información preliminar, la fuerza del agua y el barro fueron imposibles de detener, arrastrando consigo la esperanza de un final feliz. La imagen es desgarradora, corazón.
La alcaldesa Gabriela Jiménez, con la voz quebrada, declaró a los medios que el cantón está enfrentando una crisis constante por las lluvias implacables. Me imagino, pura preocupación por todas partes. “Estuvimos ahí presentes toda la noche,” comentó Jiménez visiblemente afectada, “con Fuerza Pública, Bomberos, Cruz Roja… hicimos todos los esfuerzos posibles, pero desafortunadamente, el desenlace fue trágico.” Uno no puede ni imaginar el dolor que sienten los familiares y amigos.
Las víctimas fatales son Karla Romero y Eddy Miranda, los padres, y su hija pequeña, Edith Miranda Romero, quien, por cierto, era abanderada de la escuela local. ¡Ay, qué pena! Era una niña llena de sueños y proyectos. Según el reporte de las autoridades, la familia se dedicaba a labores agrícolas en una finca cercana, un brete duro como ellos pocos, laburando a consciencia para salir adelante. Ahora, mira, quedó todo truncado. ¡Una bronca!
Los equipos de rescate trabajaron incansablemente durante horas, removiendo toneladas de tierra y buscando desesperadamente algún indicio de vida, pero no encontraron nada más que devastación. Los bomberos y la Cruz Roja expusieron su propia seguridad para intentar salvar vidas, y eso sí que hay que reconocerlo, son unos héroes de verdad. Un aplauso para esos valientes que dan lo mejor de sí, sin importar el riesgo. Queda claro que esta zona necesita urgentemente medidas preventivas más contundentes. ¿No aprendemos nunca?
El Ministerio Público ya inició una investigación para determinar si hubo alguna falla estructural en el terreno o negligencia en la construcción de la vivienda, aunque con tanto diluvio, es difícil atribuirle la culpa a alguien. Lo importante ahora es brindar apoyo psicológico a los sobrevivientes y a la comunidad en general. Hay que ponerle hombros a este golpe, como siempre hemos hecho en Costa Rica. Somos gente fuerte, diay, aunque a veces se nos dificulte quitar el llanto.
Y es que esta tragedia es un recordatorio brutal de cómo el cambio climático está afectando a nuestro país. Las lluvias intensas, los deslizamientos de tierra, las inundaciones... todo esto se está volviendo más frecuente, y necesitamos tomar cartas en el asunto, maes. Ya no podemos seguir ignorando las señales. Tenemos que exigir a nuestros gobernantes que inviertan en infraestructura resiliente y educación ambiental. Esta no puede ser la última vez que suframos así. Además, bueno, la carretera estaba como estaba, ¿no será que ahí influyó algo también? Un punto a favor de revisar las construcciones alrededor de las riberas de ríos y quebradas.
En fin, una tragedia horrible que nos hace reflexionar sobre nuestra vulnerabilidad ante la naturaleza y la necesidad urgente de actuar para proteger nuestras comunidades. Pero dime, ¿crees que el gobierno está haciendo lo suficiente para prevenir estos desastres y proteger a la población? ¿Qué medidas concretas deberían tomarse a largo plazo para evitar que tragedias como esta se repitan en el futuro? Compartamos ideas y apoyemos a quienes necesitan estar presentes para superar estas situaciones difíciles, porque juntos somos más fuertes.
Todo ocurrió la noche del sábado pasado, cuando un torrencial aguacero – ¡y vaya que ha caído lluvia!, parece que el cielo se nos vino encima – hizo que un terraplén cediera sobre la casa donde vivía la familia Miranda Romero. De acuerdo a información preliminar, la fuerza del agua y el barro fueron imposibles de detener, arrastrando consigo la esperanza de un final feliz. La imagen es desgarradora, corazón.
La alcaldesa Gabriela Jiménez, con la voz quebrada, declaró a los medios que el cantón está enfrentando una crisis constante por las lluvias implacables. Me imagino, pura preocupación por todas partes. “Estuvimos ahí presentes toda la noche,” comentó Jiménez visiblemente afectada, “con Fuerza Pública, Bomberos, Cruz Roja… hicimos todos los esfuerzos posibles, pero desafortunadamente, el desenlace fue trágico.” Uno no puede ni imaginar el dolor que sienten los familiares y amigos.
Las víctimas fatales son Karla Romero y Eddy Miranda, los padres, y su hija pequeña, Edith Miranda Romero, quien, por cierto, era abanderada de la escuela local. ¡Ay, qué pena! Era una niña llena de sueños y proyectos. Según el reporte de las autoridades, la familia se dedicaba a labores agrícolas en una finca cercana, un brete duro como ellos pocos, laburando a consciencia para salir adelante. Ahora, mira, quedó todo truncado. ¡Una bronca!
Los equipos de rescate trabajaron incansablemente durante horas, removiendo toneladas de tierra y buscando desesperadamente algún indicio de vida, pero no encontraron nada más que devastación. Los bomberos y la Cruz Roja expusieron su propia seguridad para intentar salvar vidas, y eso sí que hay que reconocerlo, son unos héroes de verdad. Un aplauso para esos valientes que dan lo mejor de sí, sin importar el riesgo. Queda claro que esta zona necesita urgentemente medidas preventivas más contundentes. ¿No aprendemos nunca?
El Ministerio Público ya inició una investigación para determinar si hubo alguna falla estructural en el terreno o negligencia en la construcción de la vivienda, aunque con tanto diluvio, es difícil atribuirle la culpa a alguien. Lo importante ahora es brindar apoyo psicológico a los sobrevivientes y a la comunidad en general. Hay que ponerle hombros a este golpe, como siempre hemos hecho en Costa Rica. Somos gente fuerte, diay, aunque a veces se nos dificulte quitar el llanto.
Y es que esta tragedia es un recordatorio brutal de cómo el cambio climático está afectando a nuestro país. Las lluvias intensas, los deslizamientos de tierra, las inundaciones... todo esto se está volviendo más frecuente, y necesitamos tomar cartas en el asunto, maes. Ya no podemos seguir ignorando las señales. Tenemos que exigir a nuestros gobernantes que inviertan en infraestructura resiliente y educación ambiental. Esta no puede ser la última vez que suframos así. Además, bueno, la carretera estaba como estaba, ¿no será que ahí influyó algo también? Un punto a favor de revisar las construcciones alrededor de las riberas de ríos y quebradas.
En fin, una tragedia horrible que nos hace reflexionar sobre nuestra vulnerabilidad ante la naturaleza y la necesidad urgente de actuar para proteger nuestras comunidades. Pero dime, ¿crees que el gobierno está haciendo lo suficiente para prevenir estos desastres y proteger a la población? ¿Qué medidas concretas deberían tomarse a largo plazo para evitar que tragedias como esta se repitan en el futuro? Compartamos ideas y apoyemos a quienes necesitan estar presentes para superar estas situaciones difíciles, porque juntos somos más fuertes.