¡Aguafiestas! Parece que la cosa se nos está poniendo un poquito complicada en el frente económico. Aunque la producción interna del país ha mantenido un ritmo interesante –un promediote de 6,2% anual entre 2014 y 2024–, el crédito que le damos al sector privado va más lento de lo esperado. No es que esté parado, claro, pero ya no anda con el brío de antes. Ya saben, como cuando te preparas un café bien rico y de repente se enfría… ¡qué lata!
Expertos como Daniel Ortiz, de Consejeros Económicos y Financieros (Cefsa), y Luis Liberman, de la Academia de Centroamérica, metieron lupa al tema en un estudio reciente. Descubrieron que, si bien el crédito creció un 6,6% anual durante esa década, hubo altos y bajos, como montaña rusa en Poás. En 2014, ¡boom!, creció un 17,6%, pero pa’ 2023 apenas llegó al 1,9%. ¿Y qué pasó? Pues parece que el panorama cambió bastante.
La vaina es así: el motor de la economía –la producción, el trabajo, la inflación, todo ese rollo– genera la necesidad de financiar cosas. Invertir, contratar gente, abrir nuevos negocios, mantener los que ya existen... Todo necesita lana. Un sistema financiero que funcione bien ayuda a que la economía siga avanzando, como un carro con buenos neumáticos. Pero cuando el sistema financiero ande medio pachucho, la cosa se frena, ¿me entienden?
No alcanza con mirar cuánto dinero se presta. Hay que ver dónde viene ese dinero: de los ahorros de las personas, de los negocios, de afuera del país… Y cómo se gasta. Cuando la economía va bien, la gente y las empresas ahorran más, los bancos tienen más facilidades para conseguir plata y todo fluye. Pero cuando la economía se tambalea, la situación cambia, la morosidad sube y los bancos se ponen nerviosos. Es como si todos estuvieran esperando a que llueva para meterse a casa.
Entonces, ¿por qué este frenazo en el crédito? Los expertos dicen que hay varias razones. Primero, que el crecimiento del PIB, aunque positivo, no fue tan acelerado como en años anteriores. Entre 2003 y 2013, la cosa iba a marchas forzadas, con un crecimiento promedio del 14,2%. Pero luego se calmó, quedándose en un 6,2%.
Otro factor importante es la manera en que hemos crecido. Mucha de nuestra economía actual depende del régimen especial, especialmente de las zonas francas. Estas empresas, a veces, no necesitan tanto crédito local porque consiguen financiamiento de otro lado o tienen modelos de negocio diferentes. Como si estuviéramos jugando un partido con jugadores importados que no dependen tanto del equipo local. Eso sí, ahora representan casi el 14% del PIB, ¡una verdadera carga!
Analizando cómo se mueve el sector financiero y cómo se mueve la economía en conjunto, vemos que la conexión no es tan perfecta como debería ser. Digamos que la música y el baile no van sincronizados. Una producción económica sólida debería generar más demanda de créditos, seguros y otros servicios financieros. Pero no siempre es así, y hay otros factores en juego, como las tasas de interés, el tipo de cambio y, sobre todo, la confianza de la gente. Es como intentar encender un fuego con madera mojada, pura frustración.
Pero hay algo más que preocupa: la brecha cada vez más grande entre lo que producimos (PIB) y lo que realmente queda en manos de las personas para gastar o ahorrar (ingreso nacional disponible). Parece que gran parte del crecimiento económico beneficia principalmente a los inversionistas extranjeros, dejando poco margen para que la población pueda disfrutar de los frutos de nuestro esfuerzo. Además, el crédito se concentra más en compras personales (carros, casas, etc.) que en apoyar a las pymes, las verdaderas locomotoras de la economía. ¿Será que estamos construyendo una economía para unos pocos, mientras el resto remamos para estar a flote? ¿Ustedes creen que deberíamos cambiar la estrategia para darle más impulso al crecimiento inclusivo y garantizar que todos podamos beneficiarnos del progreso de Costa Rica?
Expertos como Daniel Ortiz, de Consejeros Económicos y Financieros (Cefsa), y Luis Liberman, de la Academia de Centroamérica, metieron lupa al tema en un estudio reciente. Descubrieron que, si bien el crédito creció un 6,6% anual durante esa década, hubo altos y bajos, como montaña rusa en Poás. En 2014, ¡boom!, creció un 17,6%, pero pa’ 2023 apenas llegó al 1,9%. ¿Y qué pasó? Pues parece que el panorama cambió bastante.
La vaina es así: el motor de la economía –la producción, el trabajo, la inflación, todo ese rollo– genera la necesidad de financiar cosas. Invertir, contratar gente, abrir nuevos negocios, mantener los que ya existen... Todo necesita lana. Un sistema financiero que funcione bien ayuda a que la economía siga avanzando, como un carro con buenos neumáticos. Pero cuando el sistema financiero ande medio pachucho, la cosa se frena, ¿me entienden?
No alcanza con mirar cuánto dinero se presta. Hay que ver dónde viene ese dinero: de los ahorros de las personas, de los negocios, de afuera del país… Y cómo se gasta. Cuando la economía va bien, la gente y las empresas ahorran más, los bancos tienen más facilidades para conseguir plata y todo fluye. Pero cuando la economía se tambalea, la situación cambia, la morosidad sube y los bancos se ponen nerviosos. Es como si todos estuvieran esperando a que llueva para meterse a casa.
Entonces, ¿por qué este frenazo en el crédito? Los expertos dicen que hay varias razones. Primero, que el crecimiento del PIB, aunque positivo, no fue tan acelerado como en años anteriores. Entre 2003 y 2013, la cosa iba a marchas forzadas, con un crecimiento promedio del 14,2%. Pero luego se calmó, quedándose en un 6,2%.
Otro factor importante es la manera en que hemos crecido. Mucha de nuestra economía actual depende del régimen especial, especialmente de las zonas francas. Estas empresas, a veces, no necesitan tanto crédito local porque consiguen financiamiento de otro lado o tienen modelos de negocio diferentes. Como si estuviéramos jugando un partido con jugadores importados que no dependen tanto del equipo local. Eso sí, ahora representan casi el 14% del PIB, ¡una verdadera carga!
Analizando cómo se mueve el sector financiero y cómo se mueve la economía en conjunto, vemos que la conexión no es tan perfecta como debería ser. Digamos que la música y el baile no van sincronizados. Una producción económica sólida debería generar más demanda de créditos, seguros y otros servicios financieros. Pero no siempre es así, y hay otros factores en juego, como las tasas de interés, el tipo de cambio y, sobre todo, la confianza de la gente. Es como intentar encender un fuego con madera mojada, pura frustración.
Pero hay algo más que preocupa: la brecha cada vez más grande entre lo que producimos (PIB) y lo que realmente queda en manos de las personas para gastar o ahorrar (ingreso nacional disponible). Parece que gran parte del crecimiento económico beneficia principalmente a los inversionistas extranjeros, dejando poco margen para que la población pueda disfrutar de los frutos de nuestro esfuerzo. Además, el crédito se concentra más en compras personales (carros, casas, etc.) que en apoyar a las pymes, las verdaderas locomotoras de la economía. ¿Será que estamos construyendo una economía para unos pocos, mientras el resto remamos para estar a flote? ¿Ustedes creen que deberíamos cambiar la estrategia para darle más impulso al crecimiento inclusivo y garantizar que todos podamos beneficiarnos del progreso de Costa Rica?
