¡Ay, Dios mío, qué brisa fría nos cayó encima! Parece que estamos cerrando el año con cifras que nadie quiere ver. Según los expertos, podríamos estar a punto de batir un récord triste: el mayor número de muertes en carretera por motociclistas en la historia de Costa Rica. Sí, leíste bien, ¡más motos dando tumbos y más gente perdiendo la vida en medio del brete!
David Gómez, ese consultor en movilidad sostenible que anda suelto, dice que la cosa está más que fea. Explica que la cantidad de motos en circulación se disparó como cohete, triplicándose en poco tiempo. Pero no solo eso, parece que el Estado está dormido, sin poder ponerle freno a esas prácticas arriesgadas que tanto daño nos están causando. ¡Parece una película de terror!
Y ahí no acaba la telenovela, chunches. Resulta que muchos de nosotros nos hemos visto obligados a subirnos a una moto para movernos, simplemente porque no hay alternativas decentes de transporte público. El sistema de movilidad, dicen ellos, está fallando estrepitosamente. Así nos condenan a andar en moto, a gastarnos el sudor de nuestra frente en gasolina y a correr riesgos innecesarios. ¡Qué pena ajena!
Gómez nos pone las cosas claras: la seguridad vial tiene tres pilares fundamentales – educación, control y diseño de la infraestructura – y los tres están temblando como gelatina. En 2012, la cifra de accidentes fatales era de 99; ahora, se proyectan más de 300. ¡Una escalada terrible que nos hace preguntarnos qué diablos está pasando!
Pero, ¿a qué se debe exactamente este crecimiento tan alarmante? Pues, según Gómez, la respuesta es doble: primero, como ya dijimos, hay muchísimas más motos circulando; segundo, el Estado sigue sin saber cómo controlar y sancionar a los irresponsables que ponen en peligro nuestras vidas. ¡Un círculo vicioso que nos tiene atrapados!
Ahora viene lo interesante: los fallas en el modelo de movilidad urbana están dejando a los motociclistas expuestos como sardinas en lata. No es solo la infraestructura deficiente, sino también la falta de educación vial y la ausencia de un control efectivo del tráfico. ¡Es una combinación explosiva, diay!
Y hablando de soluciones, Gómez propone una estrategia integral. Dice que necesitamos atacar el problema desde todos los ángulos: mejorar la educación vial, intensificar el control del tráfico y, sobre todo, rediseñar nuestras ciudades y carreteras para hacerlas más seguras para todos, especialmente para los motociclistas, ciclistas y peatones. Propone esferas, reductoras de velocidad, carriles exclusivos en autopistas... ¡una lista bastante completa!
En fin, la situación es grave y requiere atención urgente. Necesitamos un cambio radical en la forma en que concebimos la movilidad en Costa Rica. Tenemos que priorizar la seguridad de las personas por encima de todo. Entonces, dime, mi pana: ¿crees que el gobierno está haciendo lo suficiente para frenar esta espiral de muerte en las carreteras o deberíamos exigir medidas más contundentes?
David Gómez, ese consultor en movilidad sostenible que anda suelto, dice que la cosa está más que fea. Explica que la cantidad de motos en circulación se disparó como cohete, triplicándose en poco tiempo. Pero no solo eso, parece que el Estado está dormido, sin poder ponerle freno a esas prácticas arriesgadas que tanto daño nos están causando. ¡Parece una película de terror!
Y ahí no acaba la telenovela, chunches. Resulta que muchos de nosotros nos hemos visto obligados a subirnos a una moto para movernos, simplemente porque no hay alternativas decentes de transporte público. El sistema de movilidad, dicen ellos, está fallando estrepitosamente. Así nos condenan a andar en moto, a gastarnos el sudor de nuestra frente en gasolina y a correr riesgos innecesarios. ¡Qué pena ajena!
Gómez nos pone las cosas claras: la seguridad vial tiene tres pilares fundamentales – educación, control y diseño de la infraestructura – y los tres están temblando como gelatina. En 2012, la cifra de accidentes fatales era de 99; ahora, se proyectan más de 300. ¡Una escalada terrible que nos hace preguntarnos qué diablos está pasando!
Pero, ¿a qué se debe exactamente este crecimiento tan alarmante? Pues, según Gómez, la respuesta es doble: primero, como ya dijimos, hay muchísimas más motos circulando; segundo, el Estado sigue sin saber cómo controlar y sancionar a los irresponsables que ponen en peligro nuestras vidas. ¡Un círculo vicioso que nos tiene atrapados!
Ahora viene lo interesante: los fallas en el modelo de movilidad urbana están dejando a los motociclistas expuestos como sardinas en lata. No es solo la infraestructura deficiente, sino también la falta de educación vial y la ausencia de un control efectivo del tráfico. ¡Es una combinación explosiva, diay!
Y hablando de soluciones, Gómez propone una estrategia integral. Dice que necesitamos atacar el problema desde todos los ángulos: mejorar la educación vial, intensificar el control del tráfico y, sobre todo, rediseñar nuestras ciudades y carreteras para hacerlas más seguras para todos, especialmente para los motociclistas, ciclistas y peatones. Propone esferas, reductoras de velocidad, carriles exclusivos en autopistas... ¡una lista bastante completa!
En fin, la situación es grave y requiere atención urgente. Necesitamos un cambio radical en la forma en que concebimos la movilidad en Costa Rica. Tenemos que priorizar la seguridad de las personas por encima de todo. Entonces, dime, mi pana: ¿crees que el gobierno está haciendo lo suficiente para frenar esta espiral de muerte en las carreteras o deberíamos exigir medidas más contundentes?