¡Ay, Dios mío! Esto del incendio en el hotel Oriental te pone un nudo en la garganta, ¿eh? Uno esperaría que en pleno siglo XXI, con toda la tecnología que tenemos, un lugar así no estuviera dando tristezas. Cinco personas perdiendo la vida... ¡Qué sal! A ver, vamos a ponerle pausa al llanto y analizar esto porque huele a chamaco, a negligencia pura.
El hotel Oriental, ubicado en el corazón del Barrio Amón, cerca del Mercado Borbón, ardía como estercolero esta madrugada. Según la Municipalidad de San José, el negocio tenía todos sus permisos al día desde 2016. Sí, leyeron bien, ¡desde 2016! Un buen rato funcionando, acumulando ocupantes, varios de ellos viviendo ahí a largo plazo. Parece que alguien no hizo bien su brete.
Lo que más preocupa es que, aparentemente, las cosas no andaban como deberían. El Cuerpo de Bomberos no se anda con rodeos: no había sistemas de detección ni control de incendios, ni siquiera rutas de evacuación dignas. Escaleras “hechizas” decían, como si fuera un juego. Además, encontraron las puertas internas trabadas con alambre negro, haciendo quedar atascados a los pobres residentes. ¡Un despiche total!
Y hablando de residentes, parece que muchos eran gente de escasos recursos, que encontraban refugio en ese hotel precisamente por sus precios bajos. Algunos llevaban meses, incluso años, viviendo allí. Imagínese la desesperación al despertar en medio del humo y verse atrapados sin poder salir. Esto me da mucha pena, sinceramente. Uno se acuerda de esas familias, de esos mae’s trabajadores que apenas tienen para comer y ahora encima enfrentan esta tragedia.
La investigación del OIJ está en curso, tratando de determinar qué causó el incendio, aunque las autoridades no descartan ninguna posibilidad, desde un accidente hasta un acto intencional. Pero la verdad, lo que más me da chirria es la lentitud en la respuesta. Según los bomberos, el fuego llevaba al menos quince minutos ardiendo antes de que llegaran a bajarlo. ¡Quince minutos! Ese tiempo pudo haber marcado la diferencia entre salvar vidas y ver cómo se esfuman.
La Municipalidad, como siempre, sale a defenderse, diciendo que revisaron el lugar en 2020 y 2022 y no lo clasificaron como cuartería. ¡Pero díganme, qué tiene que pasar para que entiendan que este tipo de establecimientos representan un peligro latente! No necesitan estar clasificados como cuartería para saber que carecen de medidas de seguridad básicas. Deberían tener controles más estrictos y sanciones más severas para evitar que estas tragedias se repitan.
Este caso del Oriental es solo la punta del iceberg. Hay muchos hoteles y pensiones similares en el centro de San José y otras partes del país que operan con precarias condiciones de seguridad. Es hora de que las autoridades pongan orden y hagan cumplir las normas, protegiendo así la vida de miles de personas vulnerables. Y también, es importante que los dueños de estos negocios tomen conciencia de su responsabilidad social y mejoren las condiciones de sus instalaciones, pensando en el bienestar de sus clientes y empleados.
Es triste constatar que a veces necesitamos que ocurra una tragedia como esta para que las autoridades actúen. Ahora, me pregunto: ¿Será que después de esta tragedia veremos cambios reales en la regulación y supervisión de estos establecimientos, o volveremos a caer en la misma rutina de promesas incumplidas? ¿Ustedes creen que realmente vamos a aprender la lección?
El hotel Oriental, ubicado en el corazón del Barrio Amón, cerca del Mercado Borbón, ardía como estercolero esta madrugada. Según la Municipalidad de San José, el negocio tenía todos sus permisos al día desde 2016. Sí, leyeron bien, ¡desde 2016! Un buen rato funcionando, acumulando ocupantes, varios de ellos viviendo ahí a largo plazo. Parece que alguien no hizo bien su brete.
Lo que más preocupa es que, aparentemente, las cosas no andaban como deberían. El Cuerpo de Bomberos no se anda con rodeos: no había sistemas de detección ni control de incendios, ni siquiera rutas de evacuación dignas. Escaleras “hechizas” decían, como si fuera un juego. Además, encontraron las puertas internas trabadas con alambre negro, haciendo quedar atascados a los pobres residentes. ¡Un despiche total!
Y hablando de residentes, parece que muchos eran gente de escasos recursos, que encontraban refugio en ese hotel precisamente por sus precios bajos. Algunos llevaban meses, incluso años, viviendo allí. Imagínese la desesperación al despertar en medio del humo y verse atrapados sin poder salir. Esto me da mucha pena, sinceramente. Uno se acuerda de esas familias, de esos mae’s trabajadores que apenas tienen para comer y ahora encima enfrentan esta tragedia.
La investigación del OIJ está en curso, tratando de determinar qué causó el incendio, aunque las autoridades no descartan ninguna posibilidad, desde un accidente hasta un acto intencional. Pero la verdad, lo que más me da chirria es la lentitud en la respuesta. Según los bomberos, el fuego llevaba al menos quince minutos ardiendo antes de que llegaran a bajarlo. ¡Quince minutos! Ese tiempo pudo haber marcado la diferencia entre salvar vidas y ver cómo se esfuman.
La Municipalidad, como siempre, sale a defenderse, diciendo que revisaron el lugar en 2020 y 2022 y no lo clasificaron como cuartería. ¡Pero díganme, qué tiene que pasar para que entiendan que este tipo de establecimientos representan un peligro latente! No necesitan estar clasificados como cuartería para saber que carecen de medidas de seguridad básicas. Deberían tener controles más estrictos y sanciones más severas para evitar que estas tragedias se repitan.
Este caso del Oriental es solo la punta del iceberg. Hay muchos hoteles y pensiones similares en el centro de San José y otras partes del país que operan con precarias condiciones de seguridad. Es hora de que las autoridades pongan orden y hagan cumplir las normas, protegiendo así la vida de miles de personas vulnerables. Y también, es importante que los dueños de estos negocios tomen conciencia de su responsabilidad social y mejoren las condiciones de sus instalaciones, pensando en el bienestar de sus clientes y empleados.
Es triste constatar que a veces necesitamos que ocurra una tragedia como esta para que las autoridades actúen. Ahora, me pregunto: ¿Será que después de esta tragedia veremos cambios reales en la regulación y supervisión de estos establecimientos, o volveremos a caer en la misma rutina de promesas incumplidas? ¿Ustedes creen que realmente vamos a aprender la lección?