De "confianza" no hay ninguno. Todos son animales de noche que, naturalmente, tienen sus instintos de defensa muy desarrollados y siempre están a la defensiva. Una billetera mal puesta, un reloj, teléfono, documentos, etcétera, descuidados y ni tontos que fueran (como dicen ellos) si pueden se lo levantan. Es sentido común no ponerse a discutir precios. Desde antes de montarlos en el carro hay que estar MUY CLAROS en lo que se cobrará. Si llegaron a un acuerdo, por ejemplo, de ¢30.000, si luego el cliente, después de consumado el acto, quiere jugar de vivo e intentar a negociar para cobrar menos o simplemente se rehusa a pagar lo acordado, es probable que estos travestis lo ataquen, desde el pichazo hasta clavarles un puñal. Es sentido común. Es como jugar con un león. Si se es cuidadado y se seguir las reglas el riesgo baja pero si uno quiere salirse del esquema: estás listo.
Las de AMÓN son generalmente muy jovencitas (nada raro que incluso no lleguen a los 18 años), extranjeras y muy jugadas. Son las que cobran más caro y son preciosas, lo más parecido a mujer genética. Las de la bíblica y alrededores inmediatos están muy cacharpeadas (incluso me han admitido que tiene VIH aunque de eso no se libra ninguna, aún la que se vea más decente), son las mayorcitas, nada raro que una que otra incluso esté drogada y descuidan mucho su apariencia. Hay excepciones pero en su gran mayoría no veo por qué conseguirlas ahí. Las que están por el MOPT he visto (no se últimamente) que son también muy ricas y bonitas, más down-to-earth que las de Amón, tarifas más razonables y son más llevaderas. Esas son con las que mejor me ha ido. Generalmente se va uno con ellas a la Maison Doreé en Paso Ancho.