tal vez esto lo haga refleccionar, los edificios y calles no son nada con tanto maleante afuera, pero por si las dudas le dejo esto escrito por uno de sus mismos nacionales.
"México: la triste realidad"
(Publicado en "Diario Monitor," México, el día 10 de enero de 2006)
Armando Román Zozaya
Soy mexicano, pero, desde octubre de 2000, he estado estudiando fuera del país, primero en Inglaterra y luego en España. Dado que ya pronto volveré permanentemente, no tenía contemplado venir de visita en estas fechas, sin embargo, una emergencia familiar me obligó a realizar un viaje relámpago de dos semanas, tiempo durante el cual pude apreciar algunas cosas que quisiera compartir con usted, amable lector.
Creo que hoy hay más baches en las calles del DF que la última vez que estuve por aquí, hace un año. Asimismo, el tráfico está peor que nunca, la contaminación ambiental se ha incrementado y la ciudad en sí está muy sucia pues hay basura acumulada en muchas esquinas (¿acaso no comprendemos el concepto “contenedor de basura”?) y en las coladeras, además de que también la hay esparcida en las calles y banquetas. También noté que el corredor Chapultepec-Zócalo ha sido remodelado y quedó bastante bien. Por ejemplo, el año pasado aprecié el Cow parade y ayer caminé entre las exóticas bancas que han sido colocadas a lo largo de Reforma.
Dado lo anterior, parece que los cambios que la Ciudad de México ha experimentado en los últimos años son tan sólo superficiales: un poco de maquillaje por aquí y mucho deterioro por allá. No obstante, lo de “superficial” no es del todo correcto: el DF es reflejo fiel de un gobierno (el lopezobradorista) que no se preocupó por solventar los problemas de fondo que agobian al ciudadano. Aunado a ello, el estado actual de la Ciudad es también producto de que, en general, a la ciudadanía no le importa el prójimo y, por lo tanto, la cultura vial es nula, se tira basura por todos lados, etcétera.
Otra cosa que me llamó mucho la atención es la profunda división de clases en la que estamos inmersos. Obviamente, dicha división no es nueva, pero, una vez que uno ha estado fuera de México por mucho tiempo, puede apreciarla con mayor claridad. Así, ¿por qué quienes trabajan en los estacionamientos públicos llaman “jefe” a quienes llegan a estacionar sus autos? ¿Por qué muchos de los clientes de las tiendas de Interlomas miran para abajo a los empleados de las mismas y los tratan con desdén? ¿Por qué los mencionados empleados permiten que se les trate así? ¿Por qué quienes tienen poco se comportan sumisamente ante quienes tienen más y éstos así lo esperan? ¿Qué nos pasa?
Es muy triste y doloroso, pero, lo comentado en el párrafo previo sugiere que México es un país en el que hay “ciudadanos” de primera, de segunda, de tercera, etcétera. No se trata de que en otros países la situación sea idílica, claro que no, pero, por mencionar un ejemplo, en las naciones europeas avanzadas nadie sufre por falta de atención médica, independientemente de si tiene dinero o si de es dependiente de una tienda o alto ejecutivo de una empresa.
En México, lamentablemente, las variaciones de clase sí resultan en diferencias dramáticas en cuanto al acceso a la educación, a la salud, al empleo y hasta al entretenimiento. Sigamos con el tema de la atención médica: el Centro Médico Siglo XXI es uno de los mejores de Latinoamérica y varios de los doctores que ahí laboran tienen prestigio a nivel mundial. ¿Cuál es, entonces, el problema? Que sólo relativamente pocos mexicanos tienen acceso a él, así como en general al IMSS, ISSTE, etcétera. No puede ser, de verdad, no puede ser que un país con la riqueza que tiene el nuestro (tanto material como natural) no sea capaz de desarrollar un sector salud que respalde a todos y cada uno de los mexicanos. Eso sí: mientras que millones ni siquiera tienen derecho a ser tratados en las clínicas del IMSS, nuestros diputados disfrutan de seguros médicos privados cuyo costo es cubierto por el erario.
Lo peor de todo es que, según el INEGI, tan sólo el 3% de la Población Económicamente Activa está desocupada: todo mundo trabaja. Así, México es un país de gente que se esfuerza, pero, cuyo esfuerzo no reditúa en mucho. El problema es el tipo de trabajo que se realiza: ¿en qué contribuye a mejorar nuestra productividad el ejército de franeleros que se ha apropiado de las calles del DF? ¿Cómo ayudan a la economía los limpiaparabrisas y los vendedores de CDs y DVDs piratas? Trabajamos mucho, sí, pero en actividades que no conducen a nada, que se desarrollan en el marco de la economía informal y que, por lo tanto, contribuyen a que la seguridad social siga siendo débil, el fisco también, etcétera. ¿Por qué no podemos terminar de madurar como sociedad? ¿Qué nos hace falta para ser un país serio?
México es un lugar hermoso, lleno de cosas buenas que van desde la comida y los paisajes hasta la amabilidad de muchos mexicanos, pero, caray, qué falta nos hace ser más cívicos, aprender que somos iguales independientemente de nuestra posición social, brindarle servicios básicos a todos y crear las condiciones para que nuestros esfuerzos se canalicen hacia vías más productivas: ¡por favor, pongámonos las pilas: urge!