Maes, ¿se acuerdan de esas promesas políticas que duran más que un capítulo de La Rosa de Guadalupe? Esas que uno escucha desde güila y que, con el tiempo, se convierten en una especie de leyenda urbana. Pues, para la gente de Pejivalle de Jiménez, en Cartago, esa leyenda se llamaba "el asfalto de la Ruta 408". Por veinte años, ¡veinte!, los vecinos se tuvieron que aguantar el polvo, los huecos y el dolor de cabeza de una calle que parecía zona de guerra. Pero como dicen por ahí, no hay mal que dure cien años, y este fin de semana la comunidad por fin pudo celebrar. Después de un calvario de dos décadas, ya pueden transitar por 5.2 kilómetros de asfalto nuevecito, demarcado y como Dios manda.
Claro, una obra así no se hace con yodo y curitas. La hablada en plata es que la inversión fue de ₡739 millones. Y no fue cualquier manita de gato, ¿ah? La vara fue seria. Según detallaron el presi Chaves y el ministro del MOPT, Efraím Zeledón, que se dieron la vuelta por Cartago, se metió un platal solo en arreglar los sistemas de drenaje (₡206 millones) para que la calle no se convierta en una piscina con el primer baldazo. Luego, se mandaron con ₡429 millones para perfilar y recarpetear, que en tico significa quitar la cochinada vieja que ya no servía para nada y poner una carpeta asfáltica que aguante el trote de los carros, buses y camiones que van para el brete, la escuela o a hacer mandados. Es una de esas noticias que da gusto, porque es plata que uno ve invertida en algo que le cambia la vida a la gente de verdad.
Y diay, como cuando uno va a la pulpe por un fresco y se antoja de un yodo, la vara no paró ahí. El CONAVI se apuntó y le metió mano a otros 6.9 kilómetros en la ruta 225, allá por Tucurrique, con una inversión casi gemela de ₡746 millones. ¡Qué nivel! O sea, no solo arreglaron el trecho principal, sino que se preocuparon por las rutas que conectan. Además de esto, que ya de por sí es un montón, se construyó un puente nuevo de 60 metros sobre el río Pejivalle. Esto sí que es una salvada, porque no es cualquier puentecillo; es una estructura bien hecha, con su acera peatonal y hasta loseta táctil para cumplir con la Ley 7600. Un chunche que costó más de un millón de dólares, pero que garantiza seguridad para el que va a pie y para el que va en carro.
Ahora, más allá de los millones y los kilómetros, pensemos en lo que esto significa para la comunidad. Esto va más allá de tener una calle lisita para pasear el domingo. Significa que los agricultores de la zona pueden sacar sus productos más rápido y con menos riesgo de que se les dañe la mercadería. Significa que los estudiantes que van a Tucurrique o a otros centros educativos no van a llegar hechos una milanesa de polvo. Significa menos plata gastada en repuestos para el carro, menos tiempo perdido en presas por huecos y, sobre todo, más seguridad. Es un respiro económico y social que ya hacía una falta enorme y que, para muchos, parecía un sueño imposible después de tanto tiempo esperando.
En resumen, esta es una de esas buenas varas que vale la pena contar. Una historia de paciencia (demasiada, quizás) que terminó con un final feliz para cientos de familias en Jiménez. Es un recordatorio de que cuando las instituciones se ponen las pilas y ejecutan el brete, el impacto es directo y positivo. Ojalá viéramos más proyectos así concretándose en todo el país. Ahora, la pregunta del millón para el foro: ¿Conocen otra comunidad que esté pegando gritos por una obra así de urgente? ¿Cuál es esa calle o puente que en su cantón parece misión imposible? ¡Cuenten sus novelas!
Claro, una obra así no se hace con yodo y curitas. La hablada en plata es que la inversión fue de ₡739 millones. Y no fue cualquier manita de gato, ¿ah? La vara fue seria. Según detallaron el presi Chaves y el ministro del MOPT, Efraím Zeledón, que se dieron la vuelta por Cartago, se metió un platal solo en arreglar los sistemas de drenaje (₡206 millones) para que la calle no se convierta en una piscina con el primer baldazo. Luego, se mandaron con ₡429 millones para perfilar y recarpetear, que en tico significa quitar la cochinada vieja que ya no servía para nada y poner una carpeta asfáltica que aguante el trote de los carros, buses y camiones que van para el brete, la escuela o a hacer mandados. Es una de esas noticias que da gusto, porque es plata que uno ve invertida en algo que le cambia la vida a la gente de verdad.
Y diay, como cuando uno va a la pulpe por un fresco y se antoja de un yodo, la vara no paró ahí. El CONAVI se apuntó y le metió mano a otros 6.9 kilómetros en la ruta 225, allá por Tucurrique, con una inversión casi gemela de ₡746 millones. ¡Qué nivel! O sea, no solo arreglaron el trecho principal, sino que se preocuparon por las rutas que conectan. Además de esto, que ya de por sí es un montón, se construyó un puente nuevo de 60 metros sobre el río Pejivalle. Esto sí que es una salvada, porque no es cualquier puentecillo; es una estructura bien hecha, con su acera peatonal y hasta loseta táctil para cumplir con la Ley 7600. Un chunche que costó más de un millón de dólares, pero que garantiza seguridad para el que va a pie y para el que va en carro.
Ahora, más allá de los millones y los kilómetros, pensemos en lo que esto significa para la comunidad. Esto va más allá de tener una calle lisita para pasear el domingo. Significa que los agricultores de la zona pueden sacar sus productos más rápido y con menos riesgo de que se les dañe la mercadería. Significa que los estudiantes que van a Tucurrique o a otros centros educativos no van a llegar hechos una milanesa de polvo. Significa menos plata gastada en repuestos para el carro, menos tiempo perdido en presas por huecos y, sobre todo, más seguridad. Es un respiro económico y social que ya hacía una falta enorme y que, para muchos, parecía un sueño imposible después de tanto tiempo esperando.
En resumen, esta es una de esas buenas varas que vale la pena contar. Una historia de paciencia (demasiada, quizás) que terminó con un final feliz para cientos de familias en Jiménez. Es un recordatorio de que cuando las instituciones se ponen las pilas y ejecutan el brete, el impacto es directo y positivo. Ojalá viéramos más proyectos así concretándose en todo el país. Ahora, la pregunta del millón para el foro: ¿Conocen otra comunidad que esté pegando gritos por una obra así de urgente? ¿Cuál es esa calle o puente que en su cantón parece misión imposible? ¡Cuenten sus novelas!
