Imagínate la bronca: ahí andan unos valientes limpiales de vidrio en Estambul, haciendo su brete en un rascacielos, cuando de repente, ¡boom!, llega una ventolera que ni el diablo. De pronto, se ven colgados como macacos, a varios pisos del suelo. Una imagen que te pela los sesos, vamos.
La movida pasó el martes pasado en el distrito de Ümraniye. Según cuentan los vecinos, que estaban ahí mirando la tele y de pronto escuchan el escándalo, las ráfagas eran tan potentes que sacudieron las plataformas de trabajo como si fueran juguetes de niños. Los pobres tipos, agarrados a sus arneses con toda la fuerza que tenían, intentando no irse al traste.
Las redes explotaron, claro. Videos de la gente grabando desde abajo, comentando con susto, preguntándose qué onda eso. Un verdadero volteao. Los que vieron el video quedaron bien impactados, y no es para menos, porque cualquiera se pondría nervioso viéndolos así, balanceándose como espantas en medio del aire.
Después de más de dos horas y media – ¡imagínate la angustia! – los rescatistas llegaron al rescate. Bomberos, ambulancias, la gente entera gritando... Parecía una película de acción. Por suerte, a pesar del susto monumental, nadie salió herido de gravedad. Pero el varamiento dejó huella en todos, tanto en los trabajadores como en los testigos.
Esto, lamentablemente, no es la primera vez que pasa. En ciudades grandes, donde hay edificios altísimos, este tipo de riesgos son parte del día a día de estos trabajadores. Expertos en seguridad ya andan diciendo que a veces se relajan los controles, ya sea por apuro, porque quieren terminar rápido el trabajo, o simplemente por falta de supervisión adecuada. ¡Qué desidia!
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ya hace rato anda advirtiendo que los accidentes en altura son de las primeras causas de muerte en el trabajo a nivel mundial. Aquí en Latinoamérica, los sindicatos de construcción y mantenimiento están pidiendo a gritos que refuercen las medidas de seguridad y capaciten a la gente constantemente. No es jaco, la vida vale más que cualquier plazo de entrega.
Ahora, en Estambul, las autoridades ya dijeron que van a revisar a fondo los permisos y los protocolos de seguridad de ese edificio. Quieren saber si hicieron todo bien, si realmente los mecanismos de seguridad funcionaron correctamente, o si hubo alguna falla grave por parte de la empresa que contrató a esos señores. Esperemos que saquen conclusiones claras y tomen cartas en el asunto, para que esto no vuelva a pasar.
Al final, más allá del alivio de que terminaron bien, este cuento nos pone los pelos de punta. Nos recuerda que hay mucha gente trabajando en condiciones peligrosas, expuesta a riesgos que ni siquiera imaginamos. Y aunque esta vez la cosa terminó afortunadamente, la pregunta que queda flotando es: ¿Estamos haciendo suficiente para proteger la vida de estos trabajadores? ¿Deberíamos exigir regulaciones más estrictas y auditorías más frecuentes? ¡Dime tú, maé, qué piensas al respecto?
La movida pasó el martes pasado en el distrito de Ümraniye. Según cuentan los vecinos, que estaban ahí mirando la tele y de pronto escuchan el escándalo, las ráfagas eran tan potentes que sacudieron las plataformas de trabajo como si fueran juguetes de niños. Los pobres tipos, agarrados a sus arneses con toda la fuerza que tenían, intentando no irse al traste.
Las redes explotaron, claro. Videos de la gente grabando desde abajo, comentando con susto, preguntándose qué onda eso. Un verdadero volteao. Los que vieron el video quedaron bien impactados, y no es para menos, porque cualquiera se pondría nervioso viéndolos así, balanceándose como espantas en medio del aire.
Después de más de dos horas y media – ¡imagínate la angustia! – los rescatistas llegaron al rescate. Bomberos, ambulancias, la gente entera gritando... Parecía una película de acción. Por suerte, a pesar del susto monumental, nadie salió herido de gravedad. Pero el varamiento dejó huella en todos, tanto en los trabajadores como en los testigos.
Esto, lamentablemente, no es la primera vez que pasa. En ciudades grandes, donde hay edificios altísimos, este tipo de riesgos son parte del día a día de estos trabajadores. Expertos en seguridad ya andan diciendo que a veces se relajan los controles, ya sea por apuro, porque quieren terminar rápido el trabajo, o simplemente por falta de supervisión adecuada. ¡Qué desidia!
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ya hace rato anda advirtiendo que los accidentes en altura son de las primeras causas de muerte en el trabajo a nivel mundial. Aquí en Latinoamérica, los sindicatos de construcción y mantenimiento están pidiendo a gritos que refuercen las medidas de seguridad y capaciten a la gente constantemente. No es jaco, la vida vale más que cualquier plazo de entrega.
Ahora, en Estambul, las autoridades ya dijeron que van a revisar a fondo los permisos y los protocolos de seguridad de ese edificio. Quieren saber si hicieron todo bien, si realmente los mecanismos de seguridad funcionaron correctamente, o si hubo alguna falla grave por parte de la empresa que contrató a esos señores. Esperemos que saquen conclusiones claras y tomen cartas en el asunto, para que esto no vuelva a pasar.
Al final, más allá del alivio de que terminaron bien, este cuento nos pone los pelos de punta. Nos recuerda que hay mucha gente trabajando en condiciones peligrosas, expuesta a riesgos que ni siquiera imaginamos. Y aunque esta vez la cosa terminó afortunadamente, la pregunta que queda flotando es: ¿Estamos haciendo suficiente para proteger la vida de estos trabajadores? ¿Deberíamos exigir regulaciones más estrictas y auditorías más frecuentes? ¡Dime tú, maé, qué piensas al respecto?
