La incertidumbre sigue golpeando duro al sector arrocero nacional, y parece que esta vez la cosa está más fea que nunca. Productores de arroz desde Limón hasta Puntarenas están en la cuerda floja, tomando decisiones difíciles sobre su futuro en la actividad. Óscares Villalobos, un reconocido agrónomo y rostro familiar en las faenas del campo, lanzó una bomba el otro día: este año puede ser el punto final para muchos, especialmente aquellos que ya tienen unos buenos añitos encima.
"Estos meses son críticos, una verdadera prueba de fuego", nos comentó Villalobos entre lágrimas, "Es hora de ver si seguimos invirtiendo en esto o si le damos cuello. Yo logré estudiar, soy ingeniero, pero he dedicado mi vida a la agricultura. Si no sale bien, tendré que buscarme otro brete, pero imagínate lo complicado que es para los que ya tienen 65 años o más... ahí sí es que la cosa se pone dura."
La raíz del problema, según los productores, es la falta de apoyo gubernamental efectivo. Están clamando con toda fuerza por la aprobación del proyecto FONARROZ, una iniciativa propuesta por Conarroz que busca darle una estabilidad económica a largo plazo al sector. No es cuestión de vivir regalados, claro, pero necesitan herramientas para enfrentar la competencia importada y recuperarse de las pérdidas acumuladas en los últimos tiempos. La verdad, señores, es que la situación se ha puesto más que apretada.
Villalobos enfatizó la importancia de esta ley, explicando que no es solo un paliativo temporal, sino una inversión estratégica en el futuro del agro costarricense. "Estamos pidiendo a los diputados que abran los ojos y vean la gravedad de la situación. Este proyecto nos permitiría reactivar zonas de cultivo abandonadas y asegurar la producción nacional a largo plazo. Si sigamos así, vamos a depender totalmente de la importación y eso no es bueno para nadie, ni siquiera para el consumidor final, porque eventualmente pagará más caro".
Pero la burocracia legislativa está poniendo trabas, y los arroceros están hartos. Llevan semanas acampados frente a la Asamblea Legislativa, protestando pacíficamente y tratando de llamar la atención de los diputados. La cosa es que, a pesar de tener el respaldo de muchos legisladores, las mociones para priorizar la votación del proyecto simplemente no alcanzan los 38 votos necesarios. Parece que algunos diputados están haciendo tomata, o directamente bloqueando la medida por intereses particulares, ¡qué despiche!
La paciencia de los manifestantes se está agotando. Pese al frío de San José, han pasado noches durmiendo en colchones improvisados, soportando aguaceros y el cansancio, todo con la esperanza de que sus voces sean escuchadas. Han visto cómo otros proyectos, menos urgentes, avanzan rápidamente en el plenario mientras el suyo languidece en espera de una oportunidad. Se siente la frustración, la impotencia de saber que están luchando por su sustento y por el futuro de sus familias.
Y la crítica apunta directamente a la falta de compromiso de algunos diputados, quienes, aunque públicamente expresan su apoyo al proyecto, parecen desaparecer cuando llega el momento de votar. Se habla de influencias externas, de promesas incumplidas y de juegos políticos que ponen en riesgo la seguridad alimentaria del país. Algunos incluso murmuran sobre presiones del gobierno oficialista, que podría tener otros intereses en juego. La verdad, la cosa huele raro, y los arroceros quieren respuestas claras.
La situación del sector arrocero es un reflejo de los desafíos que enfrenta la agricultura costarricense en general. Años de políticas económicas inconsistentes, fluctuaciones en los precios internacionales y la falta de incentivos adecuados han debilitado a los pequeños productores y amenazan la soberanía alimentaria del país. Entonces, queridos lectores, les pregunto: ¿Debería el gobierno implementar medidas más drásticas para proteger al sector agrícola nacional, aun a costa de algunas reformas económicas impopulares?
"Estos meses son críticos, una verdadera prueba de fuego", nos comentó Villalobos entre lágrimas, "Es hora de ver si seguimos invirtiendo en esto o si le damos cuello. Yo logré estudiar, soy ingeniero, pero he dedicado mi vida a la agricultura. Si no sale bien, tendré que buscarme otro brete, pero imagínate lo complicado que es para los que ya tienen 65 años o más... ahí sí es que la cosa se pone dura."
La raíz del problema, según los productores, es la falta de apoyo gubernamental efectivo. Están clamando con toda fuerza por la aprobación del proyecto FONARROZ, una iniciativa propuesta por Conarroz que busca darle una estabilidad económica a largo plazo al sector. No es cuestión de vivir regalados, claro, pero necesitan herramientas para enfrentar la competencia importada y recuperarse de las pérdidas acumuladas en los últimos tiempos. La verdad, señores, es que la situación se ha puesto más que apretada.
Villalobos enfatizó la importancia de esta ley, explicando que no es solo un paliativo temporal, sino una inversión estratégica en el futuro del agro costarricense. "Estamos pidiendo a los diputados que abran los ojos y vean la gravedad de la situación. Este proyecto nos permitiría reactivar zonas de cultivo abandonadas y asegurar la producción nacional a largo plazo. Si sigamos así, vamos a depender totalmente de la importación y eso no es bueno para nadie, ni siquiera para el consumidor final, porque eventualmente pagará más caro".
Pero la burocracia legislativa está poniendo trabas, y los arroceros están hartos. Llevan semanas acampados frente a la Asamblea Legislativa, protestando pacíficamente y tratando de llamar la atención de los diputados. La cosa es que, a pesar de tener el respaldo de muchos legisladores, las mociones para priorizar la votación del proyecto simplemente no alcanzan los 38 votos necesarios. Parece que algunos diputados están haciendo tomata, o directamente bloqueando la medida por intereses particulares, ¡qué despiche!
La paciencia de los manifestantes se está agotando. Pese al frío de San José, han pasado noches durmiendo en colchones improvisados, soportando aguaceros y el cansancio, todo con la esperanza de que sus voces sean escuchadas. Han visto cómo otros proyectos, menos urgentes, avanzan rápidamente en el plenario mientras el suyo languidece en espera de una oportunidad. Se siente la frustración, la impotencia de saber que están luchando por su sustento y por el futuro de sus familias.
Y la crítica apunta directamente a la falta de compromiso de algunos diputados, quienes, aunque públicamente expresan su apoyo al proyecto, parecen desaparecer cuando llega el momento de votar. Se habla de influencias externas, de promesas incumplidas y de juegos políticos que ponen en riesgo la seguridad alimentaria del país. Algunos incluso murmuran sobre presiones del gobierno oficialista, que podría tener otros intereses en juego. La verdad, la cosa huele raro, y los arroceros quieren respuestas claras.
La situación del sector arrocero es un reflejo de los desafíos que enfrenta la agricultura costarricense en general. Años de políticas económicas inconsistentes, fluctuaciones en los precios internacionales y la falta de incentivos adecuados han debilitado a los pequeños productores y amenazan la soberanía alimentaria del país. Entonces, queridos lectores, les pregunto: ¿Debería el gobierno implementar medidas más drásticas para proteger al sector agrícola nacional, aun a costa de algunas reformas económicas impopulares?