¡Ay, Dios mío, qué torta! Resulta que en pleno Cartago, justo en esos condominios que andábamos comentando hace semanas –el famoso ‘Condominio 8’– encontraron un laboratorio pa' fabricar drogas sintéticas que ni les va a entrar a nadie. Parece que esto del negocio del 'tusi' o 'cocaína rosada' se había puesto más serio de lo que pensábamos, y ahora nos salen con esto.
Según el OIJ, los peces gordos de esta vaina, liderados por un señor de apellido Ortiz, se dedicaban a hacer mezclas químicas raras, creando unas sustancias que califican como “una bomba muy adictiva”. Imagínate, hacían sus propios inventos, como si fueran alquimistas modernos buscando la fórmula mágica, pero en vez de oro, hacían pura sustancia dañina. El Organismo de Investigación Judicial está tratando de descifrar qué demonios estaban cocinando exactamente ahí dentro.
Lo más sorprendente es que parece que se gastaron una buenada de lana en esto. Hablan de unos ¢100 millones invertidos en propiedades y otros bienes durante los últimos dos años. ¡Un brete de dinero! Se compraron casas, apartamentos… todo pa’ meterse el producto a la gente y hacerse millonarios. Uno se queda pensando cómo se financiaban, si tienen conexiones poderosas o si simplemente estaban haciendo un negocio muy lucrativo.
Y no es solamente la producción, también tenían su red de distribución bien organizada. Ahí entraban los motorizados con bolsas de reparto de comida, como si estuvieran llevando pizza, pero en lugar de eso, llevaban droga. Además, tenían unos socios que vivían en diferentes pueblos, moviéndose como fantasmas pa’ evitar llamar mucho la atención. Una estrategia digna de película, diay.
Michael Soto, el subdirector del OIJ, explica que utilizan un sistema llamado ‘mixer’, que básicamente es una forma más sofisticada de distribuir droga. No es como el típico traficante que te ofrece la bolsa directamente, sino que crean marcas falsas, como la temida “cocaína rosada” o el ‘tusi’, pero en realidad es una combinación de muchas cosas distintas. Dicen que mezclan cocaína con colorante, ketamina, cafeína y quién sabe qué más químicos peligrosos, todo para que enganche más a la gente.
Lo peor de todo es que, según el OIJ, están vendiendo al público productos que pueden ser altamente perjudiciales. Ortiz tenía un cuarto dedicado a la producción de droga, parecido a un laboratorio científico, lleno de químicos raros que ahora están siendo analizados. El resultado final es algo que Soto llama “un cóctel muy fuerte y adictivo” que no tiene nada que ver con el ‘tusi’ original. Es como jugar a la ruleta rusa, pero con tu salud mental y física.
Además de la fabricación de drogas sintéticas, también estaban cultivando marihuana hidropónica en otro cuarto. Ya saben, esas plantitas que crecen con luces artificiales y nutrientes especiales. Aunque todavía no tenían mucho avance, estaban importando marihuana de Colombia, que es de las más cotizadas entre los consumidores acá en Costa Rica. Parece que querían abarcar todos los mercados posibles, ofreciendo desde la ‘hierba’ natural hasta sus mezclas químicas experimentales. Vaya, qué ambición.
Ahora, la gran pregunta es: ¿Cómo es posible que una organización así haya podido operar tan a lo grande sin levantar sospechas? ¿Estamos ante un problema estructural en nuestros sistemas de seguridad, o simplemente fueron unos mafiosos muy astutos? Con toda esta información sobre laboratorios, traficantes y drogas sintéticas, me pregunto: ¿Cuál creen ustedes debería ser la medida más efectiva para combatir este flagelo y proteger a nuestra juventud?
Según el OIJ, los peces gordos de esta vaina, liderados por un señor de apellido Ortiz, se dedicaban a hacer mezclas químicas raras, creando unas sustancias que califican como “una bomba muy adictiva”. Imagínate, hacían sus propios inventos, como si fueran alquimistas modernos buscando la fórmula mágica, pero en vez de oro, hacían pura sustancia dañina. El Organismo de Investigación Judicial está tratando de descifrar qué demonios estaban cocinando exactamente ahí dentro.
Lo más sorprendente es que parece que se gastaron una buenada de lana en esto. Hablan de unos ¢100 millones invertidos en propiedades y otros bienes durante los últimos dos años. ¡Un brete de dinero! Se compraron casas, apartamentos… todo pa’ meterse el producto a la gente y hacerse millonarios. Uno se queda pensando cómo se financiaban, si tienen conexiones poderosas o si simplemente estaban haciendo un negocio muy lucrativo.
Y no es solamente la producción, también tenían su red de distribución bien organizada. Ahí entraban los motorizados con bolsas de reparto de comida, como si estuvieran llevando pizza, pero en lugar de eso, llevaban droga. Además, tenían unos socios que vivían en diferentes pueblos, moviéndose como fantasmas pa’ evitar llamar mucho la atención. Una estrategia digna de película, diay.
Michael Soto, el subdirector del OIJ, explica que utilizan un sistema llamado ‘mixer’, que básicamente es una forma más sofisticada de distribuir droga. No es como el típico traficante que te ofrece la bolsa directamente, sino que crean marcas falsas, como la temida “cocaína rosada” o el ‘tusi’, pero en realidad es una combinación de muchas cosas distintas. Dicen que mezclan cocaína con colorante, ketamina, cafeína y quién sabe qué más químicos peligrosos, todo para que enganche más a la gente.
Lo peor de todo es que, según el OIJ, están vendiendo al público productos que pueden ser altamente perjudiciales. Ortiz tenía un cuarto dedicado a la producción de droga, parecido a un laboratorio científico, lleno de químicos raros que ahora están siendo analizados. El resultado final es algo que Soto llama “un cóctel muy fuerte y adictivo” que no tiene nada que ver con el ‘tusi’ original. Es como jugar a la ruleta rusa, pero con tu salud mental y física.
Además de la fabricación de drogas sintéticas, también estaban cultivando marihuana hidropónica en otro cuarto. Ya saben, esas plantitas que crecen con luces artificiales y nutrientes especiales. Aunque todavía no tenían mucho avance, estaban importando marihuana de Colombia, que es de las más cotizadas entre los consumidores acá en Costa Rica. Parece que querían abarcar todos los mercados posibles, ofreciendo desde la ‘hierba’ natural hasta sus mezclas químicas experimentales. Vaya, qué ambición.
Ahora, la gran pregunta es: ¿Cómo es posible que una organización así haya podido operar tan a lo grande sin levantar sospechas? ¿Estamos ante un problema estructural en nuestros sistemas de seguridad, o simplemente fueron unos mafiosos muy astutos? Con toda esta información sobre laboratorios, traficantes y drogas sintéticas, me pregunto: ¿Cuál creen ustedes debería ser la medida más efectiva para combatir este flagelo y proteger a nuestra juventud?