¡Ay, Dios mío! El circo sigue en la CCSS. Resulta que Giancarlo Bonilla y Jacqueline Castillo entraron a la Junta Directiva como flamantes representantes de los patronos, pero la cosa está más turbia que un chorreadizo en aguas grises. Ni bien se habían sentado, ya el ambiente estaba cargado porque, ¡sorpresa!, aparentemente nadie sabía qué estaban haciendo ahí. El asunto es que entre idas y vueltas, parece que alguien olvidó comunicar quién iba a ocupar esos puestos y ahora tenemos un buen lío a mano.
Para refrescarle la memoria a algunos, hace unos meses, la Asamblea General del sector empresarial eligió a Laura Morales y Fabio Israel Hernández. Unánimemente, ¡ojo!, unánimemente. Se pensaba que eso era fin de la telenovela, pero resultó que era solo el primer capítulo. Uccaep, la organización que representa a los empresarios, no dio ni una explicación clara de por qué cambiaron de opinión tan rápido. Nos dejan colgados, ¿eh?
Recordemos que esto empezó a complicarse desde julio, cuando Rocío Ugalde y Juan Manuel Delgado decidieron tirar la toalla y renunciar a sus puestos en la Junta. Desde entonces, el sector patronal andaba desconectado, operando casi a ciegas. La dirección de la CCSS, encabezada por Mónica Taylor, había estado tratando de poner paños fríos a la situación, buscando soluciones rápidas para evitar que la institución se paralizara. Pero, ¡qué le vamos a hacer! Parece que la paciencia tiene un límite.
Y la gota que derramó el vaso fue la promesa incumplida. La semana pasada, Mónica Taylor, con toda la formalidad del mundo, aseguró que iban a juramentar a los nuevos representantes justo ese día. Todos los periodistas estábamos listos, cámaras listas, micrófonos calibrados… y nada. Una decepción mayúscula, diría yo. Las redes sociales explotaron con memes y críticas hacia la gestión de la CCSS. ¡Ni modo!
Lo peor de todo es que, por culpa de estos cambios inesperados, la Junta Directiva no puede reunirse de manera ordinaria. Ahora tienen que recurrir a funcionarios de “hecho” para poder tomar decisiones. Imagínate las consecuencias: trámites lentos, proyectos estancados, atención a la ciudadanía comprometida... ¡Una verdadera torta! El sistema de salud pública, que tanto necesita estabilidad, se ve afectado por estas indefiniciones administrativas.
Algunos analistas políticos sugieren que detrás de este movimiento hay intereses económicos en juego. Se habla de presiones de ciertos grupos empresariales que buscan influir en las políticas de la CCSS. Otros aseguran que se trata simplemente de un error de comunicación, aunque pocos creen realmente en esa versión. Lo cierto es que el panorama se presenta complicado y la incertidumbre reina en la institución.
Pero no todo está perdido. La sociedad civil está atenta y exige transparencia. Organizaciones de defensa del usuario de la seguridad social han pedido públicamente a las autoridades que aclaren la situación y garanticen que las decisiones se toman en beneficio de todos los costarricenses, no de unos cuantos privilegiados. También exigen una rendición de cuentas por parte de Uccaep y de quienes hayan tomado las decisiones que llevaron a este impasse.
En fin, la situación en la CCSS es un verdadero brete. Uno se pregunta: ¿cómo es posible que una institución tan importante para el país esté atravesando por tanta inestabilidad administrativa? ¿Será que necesitamos una reforma profunda en la forma en que se elige y gestiona la representación de los patronos en la Junta Directiva? ¿Ustedes, colegas, qué opinan? ¿Cómo podemos garantizar que la CCSS funcione con eficiencia y transparencia en beneficio de todos los costarricenses?
Para refrescarle la memoria a algunos, hace unos meses, la Asamblea General del sector empresarial eligió a Laura Morales y Fabio Israel Hernández. Unánimemente, ¡ojo!, unánimemente. Se pensaba que eso era fin de la telenovela, pero resultó que era solo el primer capítulo. Uccaep, la organización que representa a los empresarios, no dio ni una explicación clara de por qué cambiaron de opinión tan rápido. Nos dejan colgados, ¿eh?
Recordemos que esto empezó a complicarse desde julio, cuando Rocío Ugalde y Juan Manuel Delgado decidieron tirar la toalla y renunciar a sus puestos en la Junta. Desde entonces, el sector patronal andaba desconectado, operando casi a ciegas. La dirección de la CCSS, encabezada por Mónica Taylor, había estado tratando de poner paños fríos a la situación, buscando soluciones rápidas para evitar que la institución se paralizara. Pero, ¡qué le vamos a hacer! Parece que la paciencia tiene un límite.
Y la gota que derramó el vaso fue la promesa incumplida. La semana pasada, Mónica Taylor, con toda la formalidad del mundo, aseguró que iban a juramentar a los nuevos representantes justo ese día. Todos los periodistas estábamos listos, cámaras listas, micrófonos calibrados… y nada. Una decepción mayúscula, diría yo. Las redes sociales explotaron con memes y críticas hacia la gestión de la CCSS. ¡Ni modo!
Lo peor de todo es que, por culpa de estos cambios inesperados, la Junta Directiva no puede reunirse de manera ordinaria. Ahora tienen que recurrir a funcionarios de “hecho” para poder tomar decisiones. Imagínate las consecuencias: trámites lentos, proyectos estancados, atención a la ciudadanía comprometida... ¡Una verdadera torta! El sistema de salud pública, que tanto necesita estabilidad, se ve afectado por estas indefiniciones administrativas.
Algunos analistas políticos sugieren que detrás de este movimiento hay intereses económicos en juego. Se habla de presiones de ciertos grupos empresariales que buscan influir en las políticas de la CCSS. Otros aseguran que se trata simplemente de un error de comunicación, aunque pocos creen realmente en esa versión. Lo cierto es que el panorama se presenta complicado y la incertidumbre reina en la institución.
Pero no todo está perdido. La sociedad civil está atenta y exige transparencia. Organizaciones de defensa del usuario de la seguridad social han pedido públicamente a las autoridades que aclaren la situación y garanticen que las decisiones se toman en beneficio de todos los costarricenses, no de unos cuantos privilegiados. También exigen una rendición de cuentas por parte de Uccaep y de quienes hayan tomado las decisiones que llevaron a este impasse.
En fin, la situación en la CCSS es un verdadero brete. Uno se pregunta: ¿cómo es posible que una institución tan importante para el país esté atravesando por tanta inestabilidad administrativa? ¿Será que necesitamos una reforma profunda en la forma en que se elige y gestiona la representación de los patronos en la Junta Directiva? ¿Ustedes, colegas, qué opinan? ¿Cómo podemos garantizar que la CCSS funcione con eficiencia y transparencia en beneficio de todos los costarricenses?