Miren, pues, la vaina es así: todos sabemos que celebramos la Independencia el 15 de setiembre, pero la cosa no es tan simple como parece. Resulta que allá por Cartago, todavía hay gente que echa humo por recordar que ellos festejaban la cosa unos meses después, el 29 de octubre. Y no es solamente porque quieran agarrarle el pelo a la historia, sino que representa un esfuerzo constante de la ciudad por reafirmar su identidad y dejar de ser considerada la “vieja metrópoli”, como tanta gente les dice.
Si nos vamos a los libros, Cartago ya no era el centro de todo a finales del siglo XIX. San José se había comido el protagonismo con la Campaña Nacional de 1856, y ni hablar de Alajuela, que se ganó el derecho a presumir a Don Juan Santamaría como héroe nacional. Cartago, digamos, estaba pasando un brete. Entonces, tuvieron que buscarse la vida para volver a estar en el mapa, y uno de los caminos que encontraron fue cuestionar la fecha oficial de la Independencia. Una jugada maestra, si me preguntan, aunque complicada de llevar a cabo.
La raíz del problema está en 1821. Se declara la Independencia el 15 de setiembre, claro, pero el acta llega a Cartago –que entonces era la capital– el 13 de octubre y se ratifica el 29 de octubre. Ahí viene el primer “pero”: históricamente, esas fechas no tenían mucho peso. Era como si nadie les prestara atención. Pero, fíjense, en la década de 1890 aparece un personaje llamado Francisco María Iglesias, un cartagüeño de pura cepa, que comienza a promover la teoría de que el 29 de octubre era la verdadera fecha de la Independencia. El mae empezó a mover el chunche y a darle vueltas a la vaina, como decimos nosotros.
Iglesias, con sus libritos y estudios, le dio una nueva perspectiva a la cosa. Primero analizó un libro que servía para enseñar historia en las escuelas y luego publicó sus propios documentos. Otro cartaginés, Manuel de Jesús Jiménez, siguió la corriente un tiempo después. De repente, la idea empezó a ganar terreno y la gente comenzó a considerar seriamente la posibilidad de cambiar la fecha. Imagínense el revuelo que causó en San José, ¿eh?
Pero ojo, que la cosa se complica aún más. Porque resulta que el Acta de los Nublados, firmado en Nicaragua el 28 de septiembre y enviado desde Guatemala, prácticamente ponía la Independencia en pausa. Después, el 11 de octubre se confirmó la decisión de separarse de España y se invitó a los pueblos de Costa Rica a hacerlo también. La noticia tardó en llegar, y cuando finalmente llegó a San José, los josefinos se pusieron a trabajar y declararon la Independencia al día siguiente. Después, ya sí, Cartago hizo lo suyo, pero con un retraso considerable. Una torta, si me permiten decirlo.
Lo curioso es que en el acta cartaginesa aparecen firmas no solo de brumosos, sino también de representantes de San José, Heredia y otras comunidades indígenas. Pero estos últimos, según los historiadores, firmaron como testigos, no como respaldo a la declaración. Es decir, la Independencia cartaginesa seguía estando supeditada a la voluntad de Cartago. Una forma astuta de mantener el control, ¿no creen?
Y aunque hubo intentos de convertir el 29 de octubre en la fecha oficial, incluyendo proyectos presentados a la Asamblea Legislativa, la tradición se mantuvo firme: el 15 de setiembre sigue siendo el día grande. En Cartago, claro, siguen haciendo sus actos cívicos y desfiles, y si la fecha cae en semana laboral, hasta consiguen un día feriado para el cantón. Ya saben, como diciendo: 'Aquí estamos, recordándoles nuestra versión de la historia'. Incluso tienen un boulevard dedicado a esa fecha, pa' que nadie olvide.
Entonces, díganme ustedes: ¿cree que Cartago tiene razón al insistir en el 29 de octubre como la verdadera fecha de la Independencia, o es simplemente un intento nostálgico de recuperar protagonismo? ¿Deberíamos reconsiderar nuestra celebración patriótica o seguir aferrados al 15 de setiembre?
Si nos vamos a los libros, Cartago ya no era el centro de todo a finales del siglo XIX. San José se había comido el protagonismo con la Campaña Nacional de 1856, y ni hablar de Alajuela, que se ganó el derecho a presumir a Don Juan Santamaría como héroe nacional. Cartago, digamos, estaba pasando un brete. Entonces, tuvieron que buscarse la vida para volver a estar en el mapa, y uno de los caminos que encontraron fue cuestionar la fecha oficial de la Independencia. Una jugada maestra, si me preguntan, aunque complicada de llevar a cabo.
La raíz del problema está en 1821. Se declara la Independencia el 15 de setiembre, claro, pero el acta llega a Cartago –que entonces era la capital– el 13 de octubre y se ratifica el 29 de octubre. Ahí viene el primer “pero”: históricamente, esas fechas no tenían mucho peso. Era como si nadie les prestara atención. Pero, fíjense, en la década de 1890 aparece un personaje llamado Francisco María Iglesias, un cartagüeño de pura cepa, que comienza a promover la teoría de que el 29 de octubre era la verdadera fecha de la Independencia. El mae empezó a mover el chunche y a darle vueltas a la vaina, como decimos nosotros.
Iglesias, con sus libritos y estudios, le dio una nueva perspectiva a la cosa. Primero analizó un libro que servía para enseñar historia en las escuelas y luego publicó sus propios documentos. Otro cartaginés, Manuel de Jesús Jiménez, siguió la corriente un tiempo después. De repente, la idea empezó a ganar terreno y la gente comenzó a considerar seriamente la posibilidad de cambiar la fecha. Imagínense el revuelo que causó en San José, ¿eh?
Pero ojo, que la cosa se complica aún más. Porque resulta que el Acta de los Nublados, firmado en Nicaragua el 28 de septiembre y enviado desde Guatemala, prácticamente ponía la Independencia en pausa. Después, el 11 de octubre se confirmó la decisión de separarse de España y se invitó a los pueblos de Costa Rica a hacerlo también. La noticia tardó en llegar, y cuando finalmente llegó a San José, los josefinos se pusieron a trabajar y declararon la Independencia al día siguiente. Después, ya sí, Cartago hizo lo suyo, pero con un retraso considerable. Una torta, si me permiten decirlo.
Lo curioso es que en el acta cartaginesa aparecen firmas no solo de brumosos, sino también de representantes de San José, Heredia y otras comunidades indígenas. Pero estos últimos, según los historiadores, firmaron como testigos, no como respaldo a la declaración. Es decir, la Independencia cartaginesa seguía estando supeditada a la voluntad de Cartago. Una forma astuta de mantener el control, ¿no creen?
Y aunque hubo intentos de convertir el 29 de octubre en la fecha oficial, incluyendo proyectos presentados a la Asamblea Legislativa, la tradición se mantuvo firme: el 15 de setiembre sigue siendo el día grande. En Cartago, claro, siguen haciendo sus actos cívicos y desfiles, y si la fecha cae en semana laboral, hasta consiguen un día feriado para el cantón. Ya saben, como diciendo: 'Aquí estamos, recordándoles nuestra versión de la historia'. Incluso tienen un boulevard dedicado a esa fecha, pa' que nadie olvide.
Entonces, díganme ustedes: ¿cree que Cartago tiene razón al insistir en el 29 de octubre como la verdadera fecha de la Independencia, o es simplemente un intento nostálgico de recuperar protagonismo? ¿Deberíamos reconsiderar nuestra celebración patriótica o seguir aferrados al 15 de setiembre?