Afrodisio Pitongo bebía su copa en el bar del pueblo cuando sonó la campana que llamaba a los bomberos voluntarios a combatir un incendio. De inmediato Afrodisio pidió su cuenta y se dispuso a retirarse. Le dice el cantinero con admiración: “No sabía que eras bombero”. “No lo soy —replica el salaz tipo apresurándose hacia la salida—. Pero el marido de mi vecina sí”