¡Ay, Dios mío! La cosa está que arde en Ciudad Quesada. Una señora, Ligia Zulema Faerron Jiménez, desapareció hace ya casi dos semanas, y la familia anda desesperada buscando respuestas. Imagínate el panicón, ahí nomás, y con razón. Se trata de doña Ligia, una madre trabajadora que además tiene problemas de salud, lo que hace que cada segundo cuente.
Todo comenzó el 26 de septiembre. Ese día, Ligia salió de su casa como cualquier otra mañana, pero nunca regresó. Sus familiares dicen que no era costumbre que se ausentara sin avisar, y eso los puso en alerta de inmediato. Desde entonces, han recorrido hospitales, interrogado a vecinos, llamado a todos los amigos… pero nada, ni una pista sólida de dónde pudo haber ido.
Pero la cosa no termina ahí, chunches. Junto con doña Ligia también se esfumó su carro, un Volvo negro que llamaba mucho la atención por estos lados, placa VXC601. Algunos dicen que podría ser una pista importante, que quizás alguien vio el carro circulando por alguna parte lejana. La policía está investigando, claro, pero la verdad es que la información va muy lenta y la familia está comiéndose las uñas de tanto nerviosismo.
“Una madre así no se pierde”, repetían entre lágrimas sus hijos y nietos durante una conferencia de prensa improvisada frente a su casa. “Es una mujer responsable, siempre pendiente de nosotros, de la familia. No entiendo cómo pudo pasar esto, qué torta”. Se nota el sufrimiento en cada palabra, en cada gesto. Es desgarrador ver cómo una familia entera se rompe por la incertidumbre.
Y ojo, porque no estamos hablando de una simple desaparición. Doña Ligia necesita atención médica constante debido a una condición preexistente. Si no recibe tratamiento a tiempo, su salud podría verse seriamente comprometida. Por eso, la familia pide a gritos que la gente esté atenta, que si ven el carro o a la señora, avisen de inmediato a las autoridades o directamente a ellos.
Las redes sociales se han convertido en un arma fundamental en esta búsqueda. Fotos de Ligia y de su Volvo negro se comparten sin parar, esperando que alguien reconozca a la señora o identifique el vehículo en algún lugar. Incluso algunos grupos de WhatsApp dedicados a la seguridad ciudadana se han sumado a la causa, creando cadenas de difusión para alertar a la población.
Este caso nos recuerda lo vulnerable que podemos ser, incluso en nuestras propias comunidades. Nos obliga a reflexionar sobre la importancia de cuidarnos unos a otros, de estar pendientes del entorno que nos rodea. Aunque no conozcamos personalmente a Ligia ni a su familia, todos somos responsables de contribuir a que esta pesadilla termine pronto, que puedan regresar a casa sanos y salvos. Realmente da qué pensar, ¿no?
La esperanza sigue viva, pero el tiempo apremia. Compartir este artículo, difundir la imagen de Ligia y su carro, reportar cualquier información valiosa... todo suma. Pero dime tú, ¿qué crees que debemos hacer como sociedad para prevenir casos como este y proteger a nuestros seres queridos? ¿Deberíamos exigir mayor presencia policial en las zonas rurales o fortalecer los programas de prevención del delito?
Todo comenzó el 26 de septiembre. Ese día, Ligia salió de su casa como cualquier otra mañana, pero nunca regresó. Sus familiares dicen que no era costumbre que se ausentara sin avisar, y eso los puso en alerta de inmediato. Desde entonces, han recorrido hospitales, interrogado a vecinos, llamado a todos los amigos… pero nada, ni una pista sólida de dónde pudo haber ido.
Pero la cosa no termina ahí, chunches. Junto con doña Ligia también se esfumó su carro, un Volvo negro que llamaba mucho la atención por estos lados, placa VXC601. Algunos dicen que podría ser una pista importante, que quizás alguien vio el carro circulando por alguna parte lejana. La policía está investigando, claro, pero la verdad es que la información va muy lenta y la familia está comiéndose las uñas de tanto nerviosismo.
“Una madre así no se pierde”, repetían entre lágrimas sus hijos y nietos durante una conferencia de prensa improvisada frente a su casa. “Es una mujer responsable, siempre pendiente de nosotros, de la familia. No entiendo cómo pudo pasar esto, qué torta”. Se nota el sufrimiento en cada palabra, en cada gesto. Es desgarrador ver cómo una familia entera se rompe por la incertidumbre.
Y ojo, porque no estamos hablando de una simple desaparición. Doña Ligia necesita atención médica constante debido a una condición preexistente. Si no recibe tratamiento a tiempo, su salud podría verse seriamente comprometida. Por eso, la familia pide a gritos que la gente esté atenta, que si ven el carro o a la señora, avisen de inmediato a las autoridades o directamente a ellos.
Las redes sociales se han convertido en un arma fundamental en esta búsqueda. Fotos de Ligia y de su Volvo negro se comparten sin parar, esperando que alguien reconozca a la señora o identifique el vehículo en algún lugar. Incluso algunos grupos de WhatsApp dedicados a la seguridad ciudadana se han sumado a la causa, creando cadenas de difusión para alertar a la población.
Este caso nos recuerda lo vulnerable que podemos ser, incluso en nuestras propias comunidades. Nos obliga a reflexionar sobre la importancia de cuidarnos unos a otros, de estar pendientes del entorno que nos rodea. Aunque no conozcamos personalmente a Ligia ni a su familia, todos somos responsables de contribuir a que esta pesadilla termine pronto, que puedan regresar a casa sanos y salvos. Realmente da qué pensar, ¿no?
La esperanza sigue viva, pero el tiempo apremia. Compartir este artículo, difundir la imagen de Ligia y su carro, reportar cualquier información valiosa... todo suma. Pero dime tú, ¿qué crees que debemos hacer como sociedad para prevenir casos como este y proteger a nuestros seres queridos? ¿Deberíamos exigir mayor presencia policial en las zonas rurales o fortalecer los programas de prevención del delito?