Un clic en el cel, la notificación de que el chofer ya casi llega y un viaje que parece la cosa más normal del mundo. Así empieza la vara para la mayoría de nosotros cuando pedimos un Uber. Pero mae, detrás de esa pantalla que nos dice “su conductor es Carlos”, se está tejiendo un rastro digital que ni el mejor sabueso podría ignorar: quién sos, en qué carro vas, por dónde te fuiste y hasta la señal de GPS que se actualiza cada dos segundos. Lo que para uno es simplemente llegar a la casa después del brete, para el OIJ puede ser la pieza que faltaba para armar el rompecabezas de un crimen.
Y es que esto no es vara de una película de ciencia ficción. Aquí en Tiquicia y en otros 16 países de la región, Uber tiene un equipo que es puro nivel. Imagínese un "dream team" de exagentes del OIJ, exfiscales y hasta maes que pasaron por el FBI y la DEA. El brete de esta gente no es poner multas, sino ser el traductor oficial entre el lenguaje de la app y el de los investigadores. Nelson Molina, un chileno que fue detective por 26 años y ahora es uno de los capos de este equipo en Uber, lo pone simple: “Somos ex fiscales que hemos estado del otro lado del teclado”. O sea, hablan el mismo idioma que la ley, sin necesidad de subtítulos.
La herramienta principal de este engranaje es un portal exclusivo para las autoridades que funciona 24/7. No es que el OIJ manda un correo y espera una semana a que le contesten. La cosa es casi en tiempo real. Cuando hay un secuestro, una desaparición o una vara bien fea como trata de personas, la info puede llegar en cuestión de horas. Por ejemplo, contaron un caso fuera de Costa Rica donde unos secuestradores, muy listillos ellos, le pedían comida a la víctima con su cuenta de Uber Eats. ¡Qué despiche para ellos! Fue tan fácil como que la policía le preguntara a Uber “mae, ¿dónde están entregando esa comida?” y ¡zas!, les cayeron con la cuenta y rescataron a la persona. Una jugada maestra que empezó con un antojo.
Pero lo más carga de todo esto es que Uber no solo se sienta a esperar que le toquen la puerta. La empresa también juega de proactiva. Han empezado a capacitar a los socios conductores para que sean una especie de radar andante. Si un chofer nota algo sospechoso, como llevar varias veces a la misma persona joven a un lugar medio turbio donde podría haber explotación sexual, puede meter un reporte en la app. Esos reportes no se quedan en el aire; un equipo interno los analiza, cruza datos y si encuentra un patrón que huele feo, le entregan al OIJ un paquete de información ya masticada. No es un “diay, me parece que vi algo raro”, sino un “señores, aquí hay un patrón, varios conductores han reportado esto en este lugar, investiguen”. ¡Qué nivel de sistema!
Aquí en Costa Rica, la mayoría de solicitudes que recibe Uber del OIJ son por fraudes, pero el segundo tema más común son las personas desaparecidas. Y cuando eso pasa, lo tratan como una emergencia nivel secuestro. ¿Se acuerdan del caso de Kimberly Araya? Al inicio, todo el mundo apuntaba al Uber y la empresa estaba en el ojo del huracán. En lugar de hacerse los locos, el equipo de Uber se mandó de una y contactó al OIJ antes de que se lo pidieran. Sus registros demostraron que el viaje terminó bien y que ella llegó a su destino, lo que ayudó a enfocar la investigación hacia donde de verdad estaba el responsable. Al final del día, cada viaje que hacemos deja una huella. Lo que para uno es un simple chunche en el celular, para la justicia puede ser oro puro.
Diay, maes, ¿qué opinan? ¿Les parece tuanis que Uber colabore tan de cerca con la ley, o les da un toque de cosa que sepan hasta cuándo pararon a comprar un yodo? ¿Dónde está el límite entre seguridad y privacidad?
Y es que esto no es vara de una película de ciencia ficción. Aquí en Tiquicia y en otros 16 países de la región, Uber tiene un equipo que es puro nivel. Imagínese un "dream team" de exagentes del OIJ, exfiscales y hasta maes que pasaron por el FBI y la DEA. El brete de esta gente no es poner multas, sino ser el traductor oficial entre el lenguaje de la app y el de los investigadores. Nelson Molina, un chileno que fue detective por 26 años y ahora es uno de los capos de este equipo en Uber, lo pone simple: “Somos ex fiscales que hemos estado del otro lado del teclado”. O sea, hablan el mismo idioma que la ley, sin necesidad de subtítulos.
La herramienta principal de este engranaje es un portal exclusivo para las autoridades que funciona 24/7. No es que el OIJ manda un correo y espera una semana a que le contesten. La cosa es casi en tiempo real. Cuando hay un secuestro, una desaparición o una vara bien fea como trata de personas, la info puede llegar en cuestión de horas. Por ejemplo, contaron un caso fuera de Costa Rica donde unos secuestradores, muy listillos ellos, le pedían comida a la víctima con su cuenta de Uber Eats. ¡Qué despiche para ellos! Fue tan fácil como que la policía le preguntara a Uber “mae, ¿dónde están entregando esa comida?” y ¡zas!, les cayeron con la cuenta y rescataron a la persona. Una jugada maestra que empezó con un antojo.
Pero lo más carga de todo esto es que Uber no solo se sienta a esperar que le toquen la puerta. La empresa también juega de proactiva. Han empezado a capacitar a los socios conductores para que sean una especie de radar andante. Si un chofer nota algo sospechoso, como llevar varias veces a la misma persona joven a un lugar medio turbio donde podría haber explotación sexual, puede meter un reporte en la app. Esos reportes no se quedan en el aire; un equipo interno los analiza, cruza datos y si encuentra un patrón que huele feo, le entregan al OIJ un paquete de información ya masticada. No es un “diay, me parece que vi algo raro”, sino un “señores, aquí hay un patrón, varios conductores han reportado esto en este lugar, investiguen”. ¡Qué nivel de sistema!
Aquí en Costa Rica, la mayoría de solicitudes que recibe Uber del OIJ son por fraudes, pero el segundo tema más común son las personas desaparecidas. Y cuando eso pasa, lo tratan como una emergencia nivel secuestro. ¿Se acuerdan del caso de Kimberly Araya? Al inicio, todo el mundo apuntaba al Uber y la empresa estaba en el ojo del huracán. En lugar de hacerse los locos, el equipo de Uber se mandó de una y contactó al OIJ antes de que se lo pidieran. Sus registros demostraron que el viaje terminó bien y que ella llegó a su destino, lo que ayudó a enfocar la investigación hacia donde de verdad estaba el responsable. Al final del día, cada viaje que hacemos deja una huella. Lo que para uno es un simple chunche en el celular, para la justicia puede ser oro puro.
Diay, maes, ¿qué opinan? ¿Les parece tuanis que Uber colabore tan de cerca con la ley, o les da un toque de cosa que sepan hasta cuándo pararon a comprar un yodo? ¿Dónde está el límite entre seguridad y privacidad?