Celso Gamboa, el otrora poderoso magistrado, soltó toda la crema desde las celdas de La Reforma, donde cumple prisión preventiva a la espera de su extradición. Después de dos semanas de juicio por presunto manejo indebido de documentos, salió absuelto, pero eso no le impidió aprovechar la oportunidad para descargar años de frustraciones contra la Fiscalía y el gobierno actual, dejando claro que no le quedaba guardada ni una.
El ambiente en el tribunal era tenso, pero Gamboa llegó con actitud desafiante, listo para defender su legado y criticar lo que él considera una persecución política. Su discurso, plagado de referencias a su caso y otros procesos en su contra, reflejó un profundo desencanto con el sistema judicial costarricense, aunque paradójicamente, insistió en mantener su fe en la justicia del país. "Pareciera ser uno de los últimos tribunales de Costa Rica a los cuales yo me puedo referir", sentenció, dando inicio a una cascada de declaraciones polémicas.
Una de las bombas que detonó Gamboa fue la crítica a la gestión de Emilia Navas como Fiscal General, a quien catalogó de haber orquestado una serie de acusaciones “insanas” en su contra. Aseguró que muchas de las investigaciones que lo persiguen son producto de esa época, negando rotundamente cualquier delito y argumentando que ya no queda nada sólido en su contra. Claramente, intentaba sembrar dudas sobre la legitimidad de los cargos y la motivación detrás de sus juicios.
Pero la queja más personal y llamativa fue su relato sobre su detención. Contrastó vívidamente su vida en Playa Jacó, disfrutando del atardecer con una “muchacha hermosa” el 22 de junio, con su abrupto traslado a la cárcel de La Reforma el día siguiente. Un giro dramático que describió como un cambio radical en sus circunstancias, enfatizando el impacto emocional de pasar de la libertad a la reclusión preventiva en cuestión de horas.
Las condiciones de su encarcelamiento tampoco escaparon a sus críticas. Denunció estar recluido en una celda de castigo, con apenas dos comidas diarias y obligado a dormir a las cuatro de la tarde. Se quejó de las limitaciones de comunicación, recibiendo solo diez minutos de teléfono semanal para dividir entre su familia y su defensa. Además, expuso las dificultades que enfrentan sus abogados para ingresar a la cárcel, incluso relatando que su padre debía permanecer afuera buscando un lugar donde esperar.
Y como si fuera poco, Gamboa elevó su discurso a un plano político más amplio, insinuando que aún hay más funcionarios públicos en riesgo de terminar tras las rejas. Alertó sobre la aplicación retroactiva de derechos humanos a aquellos que se encuentran privados de libertad, señalando directamente a un candidato presidencial actualmente bajo investigación por presuntos delitos sexuales y al propio Presidente de la República, amenazando con que ambos podrían compartir su destino en La Reforma si continúan tomando decisiones consideradas injustas.
Estas declaraciones generaron revuelo inmediato, encendiendo las redes sociales y provocando reacciones diversas dentro de la clase política. Sus detractores lo acusaron de victimizarse y utilizar la cárcel como plataforma para atacar al gobierno, mientras que sus simpatizantes lo vieron como un defensor de la justicia y un símbolo de la lucha contra la corrupción. La polémica inevitablemente abrió un nuevo capítulo en el ya turbulento panorama político costarricense, planteando interrogantes sobre la independencia del Poder Judicial y la transparencia en la administración pública. Algunos analistas especulan que estas acciones podrían ser parte de una estrategia legal para influir en su proceso de extradición.
Con todas estas revelaciones y ataques frontales, Gamboa parece decidido a dejar huella, incluso desde la cárcel. Pero la pregunta que queda en el aire, y que queremos saber ustedes, queridos lectores del Foro de Costa Rica, es: ¿Consideran que las acusaciones de Gamboa tienen fundamento, o son simplemente una estrategia desesperada para evitar su extradición?
El ambiente en el tribunal era tenso, pero Gamboa llegó con actitud desafiante, listo para defender su legado y criticar lo que él considera una persecución política. Su discurso, plagado de referencias a su caso y otros procesos en su contra, reflejó un profundo desencanto con el sistema judicial costarricense, aunque paradójicamente, insistió en mantener su fe en la justicia del país. "Pareciera ser uno de los últimos tribunales de Costa Rica a los cuales yo me puedo referir", sentenció, dando inicio a una cascada de declaraciones polémicas.
Una de las bombas que detonó Gamboa fue la crítica a la gestión de Emilia Navas como Fiscal General, a quien catalogó de haber orquestado una serie de acusaciones “insanas” en su contra. Aseguró que muchas de las investigaciones que lo persiguen son producto de esa época, negando rotundamente cualquier delito y argumentando que ya no queda nada sólido en su contra. Claramente, intentaba sembrar dudas sobre la legitimidad de los cargos y la motivación detrás de sus juicios.
Pero la queja más personal y llamativa fue su relato sobre su detención. Contrastó vívidamente su vida en Playa Jacó, disfrutando del atardecer con una “muchacha hermosa” el 22 de junio, con su abrupto traslado a la cárcel de La Reforma el día siguiente. Un giro dramático que describió como un cambio radical en sus circunstancias, enfatizando el impacto emocional de pasar de la libertad a la reclusión preventiva en cuestión de horas.
Las condiciones de su encarcelamiento tampoco escaparon a sus críticas. Denunció estar recluido en una celda de castigo, con apenas dos comidas diarias y obligado a dormir a las cuatro de la tarde. Se quejó de las limitaciones de comunicación, recibiendo solo diez minutos de teléfono semanal para dividir entre su familia y su defensa. Además, expuso las dificultades que enfrentan sus abogados para ingresar a la cárcel, incluso relatando que su padre debía permanecer afuera buscando un lugar donde esperar.
Y como si fuera poco, Gamboa elevó su discurso a un plano político más amplio, insinuando que aún hay más funcionarios públicos en riesgo de terminar tras las rejas. Alertó sobre la aplicación retroactiva de derechos humanos a aquellos que se encuentran privados de libertad, señalando directamente a un candidato presidencial actualmente bajo investigación por presuntos delitos sexuales y al propio Presidente de la República, amenazando con que ambos podrían compartir su destino en La Reforma si continúan tomando decisiones consideradas injustas.
Estas declaraciones generaron revuelo inmediato, encendiendo las redes sociales y provocando reacciones diversas dentro de la clase política. Sus detractores lo acusaron de victimizarse y utilizar la cárcel como plataforma para atacar al gobierno, mientras que sus simpatizantes lo vieron como un defensor de la justicia y un símbolo de la lucha contra la corrupción. La polémica inevitablemente abrió un nuevo capítulo en el ya turbulento panorama político costarricense, planteando interrogantes sobre la independencia del Poder Judicial y la transparencia en la administración pública. Algunos analistas especulan que estas acciones podrían ser parte de una estrategia legal para influir en su proceso de extradición.
Con todas estas revelaciones y ataques frontales, Gamboa parece decidido a dejar huella, incluso desde la cárcel. Pero la pregunta que queda en el aire, y que queremos saber ustedes, queridos lectores del Foro de Costa Rica, es: ¿Consideran que las acusaciones de Gamboa tienen fundamento, o son simplemente una estrategia desesperada para evitar su extradición?
