Jajaja eso supuse.
Mae usted me dio la frase ideal para terminar lo que dejé pendiente!
Conoces la historia de don Genaro?, pregunto conmovida, la mujer que así hablaba estaba sentada en el suelo entre un basurero y una saliente de una pared, y su interlocutor era una curiosa acumulación de botellas de vidrio de distintas formas que se había tomado el tiempo de apilar hasta lograr aquella forma curiosa que a manera de gran final tenía en su cúspide una botella grande de color ámbarvacía cuyo contenido fue cuando nueva alguna sustancia con un nombre que la mujer desistió de pronunciar a los tres intentos. Ella que ya tenía tiempo recorriendo aquello sitios reconocía aquel como el mejor, si bien la basura daba un ambiente no muy fragante, era al menos un sitio donde el calor parecía almacenarse en aquella pared y solo ese detalle estaba por encima de cualquier inconveniente, el tal don Genaro que mencionaba no era más que un tranquilo anciano que en sus inicios en la calle le había servido de valiosa guía, le mostro donde ir, que sitios evadir, donde comer, donde dormir e hasta cuales de sus compañeros de infortunio debía evitar, incluso en aquella época se preguntóqué haría sin él, y ahora después de que el cadáver del buen don Genaro fuera recogido de una acera donde cayó fulminado de improviso se veía en la obligación de encontrar esa respuesta.
Las sinceras lagrimas por aquella perdida se habían ido, mas no la pena y el temor al sentirse desamparada, le hubiera gustado saber qué hora era pero prefería no tener que moverse de su tranquilo rincón, y es que de querer saber con exactitud la hora se vería en la necesidad de ir hasta el reloj que en lo alto de una columna anunciaba sus minutos y horas a todo el que quisiera levantar la vista para mirarlo. A ella aquel reloj le agradaba y cuando lo veía se imaginaba escuchar el sonido de su mecanismo al girar de forma constante, ajeno al desesperante sonido de la urbe; no podía saberlo pero el reloj en ese momento marcaba las 11: 13 minutos de la noche, al mismo tiempo que un hombre alto y calvo cruza cerca de ahí, mirando absorto la pantalla de su teléfono.
La verdad sea dicha para aquella mujer el tiempo era quizá la única cosa que aun la unía a la sociedad porque el tiempo era tan democrático como la muerte, algunos tienen más, algunos tienen menos pero todos eran influidos por él , escucho unos pasos e instintivamente se encogió en su sitio, los pasos sonaban apresurados y al acercarse supo que quien viniera por la calle calzaba zapatos y no tenis o tacones, apretándose contra la pared y solo mirando con un ojo vio pasar rápido un hombre de anteojos con un maletín que parecía pesado, y luego solo el sonido de los pasos alejándose. No paso mucho tiempo hasta que varios sonidos alarmantes le llegaran desde la calle, eran gritos y risas, insultos y silbidos, aquello la asusto un tanto más, pero no era la primera vez que escuchaba algo como aquello, sin duda un grupo de borrachos trasnochadores queriendo continuar su juerga.
Ciertamente no tuvo suerte porque al pasar el grupo frente a laentrada de su estrecho escondrijo, uno de aquellos borrachos cayo de bruces y al levantarse la descubrió a pesar de su empeño de esconderse, no recordaba la última vez que había sentido tanto miedo porque sabía que se encontraba atrapada, la única salida estaba bloqueada y ahora un grupo de hombres alcoholizados la miraban con burla y curiosidad, su temor era suficiente como para no poder entender su hablar atropellado y ruidoso y no le quedaba más que mirarlos con los ojos abiertos de temor sin poder responderles.
Cuanto tiempo había pasado ya? El hombre no apresuraba más el paso porque ya casi corría, y aunque era de agradecer que a esas horas no hubiera mucha gente en la calle élsabía que muchos de los que aun permanecían en ella no eran precisamente personas ejemplares, casi sonrió ante la ironía de aquel pensamiento porque él durante gran parte de su vida se había codeado con esa clase de gente, y la verdad el mismo ya era como ese tipo de gente. Fue una decisión apresurada y al momento no le pareció tan malo, al tomar un poco de dinero y uno de aquellos paquetes que tan bien conocía por dedicarse a contarlos para sus jefes no creyó que fueran a notarse, y sin embargo había ocurrido. Subestimo a sus jefes por creer que verdaderamente que le habían dado un margen de confianza suficiente para aquella maniobra, pero no había sido así, ahora lo que le quedaba era escapar tan rápido como pudiera y contactar con quien pudiera protegerlo, no tenía el celular por haberlo tirado en cuanto empezó a sonar de forma insistente cuando había salido apresuradamente del almacén, pero recordaba la dirección, así todo se reducía a llegar allá a como diera lugar, en verdad su vida dependía de eso.
De nuevo la sensación de hastió que le inundaba y el solo quería comer e irse a dormir temprano, el hombre calvo camina siguiendo las instrucciones que por llamadas y mensaje de texto llegan a cada momento, no podía evitar sentirse viejo cuando le costaba tanto utilizar los GPS de los teléfonos o descifrar los secretos de los aparatos electrónicos con la misma pasmosa facilidad que los adolescentes o incluso los niños pequeños, era casi humillante. Pero bueno esa también era una de las herramientas de su trabajo, solo un poco más se dijo, si completo dos tres años más con lo ahorrado me puedo ir; así aquel pensamiento era lo que le daba ánimos en situaciones como aquella, tenía que tomar un vuelo dentro de unas horas, tenía que presentarse ante un conocido que le consiguió un trabajo nuevo. Algo más complicado que lo que estaba haciendo en ese momento, pero nada que no hubiera hecho antes, cruzo ante la fuente en cuyo centro se yergue una columna con un relojy siguió hasta la próxima cuadra en cuya esquina se detuvo y se recargó al tiempo que miraba la calle desierta.
Vio hasta ese momento la fuente y el reloj sobre la columna que a esa distancia no podía leer, bajo la vista a su propio reloj y las agujas marcaban las 11:15,prefería aquel reloj que el de su teléfono por esa desconfianza que los dispositivos de ese tipo le generaban, era una suerte que aun hoy en día el reloj de agujas fuera popular e incluso se le consideraba elegante. Ya era un hecho que no podría dormir nada antes de irse constato con pesar al levantar la mirada de la esfera, incluso tenía tiempo solo para cobrar y luego regresar a buscar sus cosas y salir, el tiempo que le quedaba de margen no le servía para nada más que sentarse a esperar en el aeropuerto, siendo así ya en el avión pediría algo fuerte para poder dormirse aunque fuera incomodo, en ese momento finalmente lo vio acercarse rápido por la calle y detenerse a mirar en todas las direcciones, poco después la vibración del teléfono le indico de la entrada de un nuevo mensaje, el hombre calvo suspiro ante la tardía llegada del mismo, así que ni se molestó en leerlo, el hombre del maletín había reanudado el camino y se dirigía hacia él, seguro ya de la ruta de su objetivo y viendo que no hubiera nadie cerca el hombre calvo saco un revolver y espero, ya podía escuchar los pasos que se aproximaban; aquella arma era también una declaración de su gusto por las cosas no tan modernas pero funcionales, la mayoría de sus colegas no usaban armas de aquel tipo e incluso se burlaban de aquella tildándola de antigua, pero aun asítenía en sus palabras la reconfortante tranquilidad de lo que ha funcionado por mucho tiempo, no se equivocó porque demostró nuevamente su punto cuando alzo el arma y luego del estampido del disparo el hombre del maletín caía sobre este, muerto incluso antes de llegar al suelo, el guardar el arma tomar el maletín y encaminarse a la esquina donde sería fácil buscar un taxi no le demoro demasiado tiempo, en tanto casi al mismo tiempo relativamente cerca de ahí varios hombres no alcanzaron a escuchar el sonido, quizá por el ruido agudo de varias botellas de vidrio al hacerse añicos contra el suelo de un estrecho espacio junto a la calle.
Mientras caminaba por el callejón, entre las sombras observó lo que parecía ser un hombre. Escaso cabello plateado, su anguloso esqueleto se marcaba en cada rincón de su roída ropa, su figura encorvada apenas se sostenía en pie, y ante sus ojos se derrumbó.
Su corazón frío y lleno de resentimiento trajo a su mente las palabras que siempre repetía al ver a un hombre en necesidad; "Seguramente fue un mal padre, un mal esposo, y por eso está aquí en la calle". El odio hacia su padre era capaz de tomar el rostro y cuerpo de cualquier indigente, para él todos eran ese ser despreciable.
Siguió su camino de lejos.
muy bueno-¿Conoces la historia de Don Genaro?- Pregunto conmovida Elisa a Mauricio, mientras observaba por la ventana del autobús en el que viajaban, a aquel anciano de mirada triste y andar melancólico.
-¿Te refieres al viejo del saco y sombrero blanco, ese que camina bajo la lluvia? He escuchado algo sobre él- Contesto Mauricio, un tanto desinteresado y con la intención de acabar la conversación lo antes posible, su mente se encontraba ocupada en otro asunto, pronto Elisa lo sabría.
-Es la historia más hermosa de amor que he escuchado, mi madre me la relato a mis quince años, cuando descubrió en mi diario que me encontraba enamorada de un compañero de clase. De ahí en adelante, cada ocasión en la que me sentía triste o desilusionada, corría a los brazos de mi madre y le pedía que me narrara la historia de Don Genaro una y otra vez, sin embargo tiene un triste final…- Elisa ya había comenzado su relato, en su voz se distinguían pinceladas de emoción.
Por más que Mauricio lo intentaba, no lograba dar lógica ni sentido a las palabras que salían una tras otra de la boca de Elisa, no lograba concentrarse en lo que ella narraba, su mente no se encontraba ahí, sus emociones lo dominaban.
Pronto Elisa comprendió que no estaba siendo escuchada, se sintió un poco disgustada y recordó como en los últimos días Mauricio parecía no prestarle atención, su enojo fue subiendo a medida que hablaba y decidió no soportar más. Se levanto rápidamente de su asiento y se dirigió directamente a la parte delantera del autobús, fue ahí donde solicito al chofer que detuviera el vehículo, bajo rápidamente y si enrumbo en dirección contraria sin mirar atrás.
Mauricio se encontraba consternado por lo que acababa de suceder, sabía que Elisa estaba siendo injusta y que él no merecía pasar por dicha situación, menos aun cuando en su corazón únicamente albergaba sentimientos de amor hacia ella. Se debatía entre el orgullo y la impotencia, sabía que de dejarla ir, estaría dejando escapar su oportunidad de ser feliz, de cimentar lo que en mil y una noches había soñado junto a ella. Pero si la seguía, tendría que confesarle su amor y la sola idea del rechazo lo hacía estremecer hasta la fibra mas sensible de su ser. Ella fue su vida desde que la vio por primera vez entrar a su clase de filosofía, había gozado de la dicha de ganarse su confianza y convertirse en su amigo. ¿Valdría la pena arriesgarse? Su corazón le decía que si, que fuese en busca de ella, su razón le decía que no, que fuese cauto, que esperara.
Fue en ese preciso momento en el que Mauricio sintió como alguien tiraba de su oreja, volteo la mirada hacia su derecha y se encontró con los ojos acusadores y el rostro arrugado de una anciana, que con voz severa y quebrantada por los años, le dijo; No cometas los errores del orgullo y la razón, anda y búscala, encuéntrala y dile lo mucho que la amas. No hay peor castigo que vivir sin un amor que lo pudo haber sido todo, pero que no lo fue.
Era la señal que Mauricio había estado esperando, se levanto de un brinco de su haciendo, dos brincos mas y ya se encontraba en la acera del frente, miro a su alrededor tratando de encontrarla, pero lo único que vio fueron algunas figuras borradas por la lluvia, que caída cada vez con mayor fuerza y constancia.
Al fin, la encontró. Corrió, corrió tan rápido y ligero como le fue posible, levanto a sus pasos miles y miles de gotas a su alrededor. Llego y se planto justo delante de ella -Elisa- grito.
-No seas así Eli, debes tenerme paciencia, no fue mi intención, tan solo es que…- Dijo Mauricio con la voz totalmente irreconocible, resultado de una mezcla de emociones entre felicidad, tristeza, anhelo y deseo.
- Tan solo perdí el control, es que siento que últimamente no soy importante para ti, ¿Es eso? Dime Mao, necesito saberlo- En sus gestos se lograba reconocer el dolor que experimentaba Elisa.
¡Fue ese el instante, fue ese el momento donde todo estallo y se conjugo! Era ahora o nunca, pensó Mauricio. Levanto su mano izquierda lo más lentamente que le fue posible y la dirigió directamente a la mejilla derecha de Elisa, que se estremecía al no saber cómo reaccionar. Con un tierno gesto, deslizo suavemente sus dedos a través de aquel fino, frágil y palpitante cuello. Respiro hondo y dirigió su mirada directamente a aquellos dos grandes y hermosos ojos que le miraban con atención, trato de descubrir en ellos los sentimientos que albergaban hacia él. Se ilusiono al reconocer destellos de ternura y amor, de simpatía y cariño. Estaba seguro que sería correspondido, eso le animo.
Inclino lentamente su rostro hacia el de ella, se acerco suavemente directo a sus labios y sintió, se estremeció, al fin lo había hecho, lo que tanto había soñado. Ambos querían detener el tiempo, ambos querían conservar el momento y revivirlo al pasar de los años. Sus labios se acariciaban y humedecían los unos a los otros, un baile de labios carnosos, traviesos y ricos movimientos de lenguas, uno que otro pícaro mordiscos de labios, justo tal cual lo había soñado, mejor de lo que había imaginado. Sentía su respiración aumentar conforme pasaban los minutos, únicamente superado por los latidos de Elisa, y marcados por el temblar de sus pechos. La sensación era deliciosa, alucinante, fascinante. Quiso ir un poco más allá, intentar algo nuevo. Levanto su otra mano y la coloco en la delgada cintura de Elisa, fue un moviendo rápido y seguro. La tomo con fuerza y la atrajo hacia él, sus cuerpos ahora se encontraban unidos, las sensaciones iban cambiando poco a poco, todo se hacía más carnal, algo mas instintivo. Elisa dejo escapar un ligero pero sentido suspiro, seguido de una frase.
-Te he amado, como nunca he amado a nadie, pero he tenido que hacerlo en silencio- Los ojos de Elisa fueron inundándose en lágrimas, estas eran diferentes a las anteriores, eran de felicidad.
-Me alegra saber eso- Contesto Mauricio. Soy el hombre más afortunado del mundo. Bueno, quizás menos que Don Genaro, me cuentas de nuevo la historia?
-No es necesario, ahora escribiéremos la nuestra- En el rostro de Elisa se deslumbraba felicidad, felicidad por el porvenir, por lo que pudo ser y lo que fue.