¡Ay, Dios mío! Esto sí que está que arde. Resulta que el diputado Jorge Antonio Rojas, manito del oficialismo, soltó unas verdades que causaron revuelo nacional. El tipo, sin pelos en la lengua, dijo que los que no andamos al tiro del Gobierno deberían buscarse otro país. ¡Imagínate el mamarrón! Claramente, quiere echarnos a escobazos a los que tenemos opinión diferente.
La jugada salió torcida porque la Universidad Nacional, que siempre ha sido faro de ideas libres, no tardó en sacarle la cara. El Consejo Universitario, que es el órgano que manda ahí, emitió un comunicado duro como la piedra, calificando las declaraciones del diputado como “contrarias a la tradición democrática”. ¡Y vaya que lo son, chunche! En Costa Rica, la diferencia de opiniones es lo que nos hace únicos.
Según el acuerdo UNA-SCU-ACUE-355-2025, aprobado el jueves pasado, el Consejo Universitario no se quedó callado. Fundamentó su rechazo, diciendo que cualquier intento de desalojar gente por sus convicciones ataca directamente la dignidad humana, la democracia y nuestras instituciones. Parece que a algunos les olvidó que estamos en un país donde la libertad de expresión va de la mano con el derecho a disentir. ¡Eso es fundamental!
Pero no es solo eso, brete. La U. Nacional también recalcó que esas ideas chocan frontalmente con nuestros derechos humanos y con los principios de pluralismo que están grabados a fuego en la Constitución Política. Básicamente, le dijeron al diputado que se calmó y que respete los derechos de los demás. Porque si no, ¡qué pena!
El asunto empezó cuando el diputado Rojas, en medio de una arenga, lanzó la bomba de que los opositores deberían marcharse. Inmediatamente, miles de ticos reaccionaron, tachándolo de autoritario y recordándole que Costa Rica nunca ha sido tierra de destierros políticos. Este país ha sabido acoger diversidad de pensamiento, incluso de quienes han criticado duramente a los gobiernos de turno. Eso es lo que nos distingue, diay.
La Universidad Nacional, además de condenar públicamente las declaraciones, aprovechó la ocasión para reafirmar su compromiso con la defensa de la libertad de expresión y el pensamiento crítico. Entendemos que el debate puede ser acalorado, pero jamás debe llegar a pedirle a alguien que abandone su hogar por expresar su punto de vista. Eso sería retroceder décadas en nuestro desarrollo como nación.
Ahora bien, esto no es solo un tema universitario. La UNA hizo un llamado a todos los poderes del Estado y a la sociedad costarricense para defender el Estado Social de Derecho, respetar el pluralismo y fomentar el diálogo constructivo. Se trata de recordarles a todos que la democracia se construye escuchándose mutuamente, aunque no estemos de acuerdo. Porque si no, qué vara tan fea dejaríamos para las futuras generaciones, ¿verdad?
En fin, este episodio nos recuerda la importancia de estar atentos a las acciones de nuestros representantes y de exigirles respeto por los derechos fundamentales. Pero me pregunto, ¿hasta dónde estamos dispuestos a tolerar discursos que incitan a la exclusión y la intolerancia en nuestra querida Costa Rica? ¿Crees que el diputado debería ofrecer una disculpa pública o que este tema ya está zanjado?
La jugada salió torcida porque la Universidad Nacional, que siempre ha sido faro de ideas libres, no tardó en sacarle la cara. El Consejo Universitario, que es el órgano que manda ahí, emitió un comunicado duro como la piedra, calificando las declaraciones del diputado como “contrarias a la tradición democrática”. ¡Y vaya que lo son, chunche! En Costa Rica, la diferencia de opiniones es lo que nos hace únicos.
Según el acuerdo UNA-SCU-ACUE-355-2025, aprobado el jueves pasado, el Consejo Universitario no se quedó callado. Fundamentó su rechazo, diciendo que cualquier intento de desalojar gente por sus convicciones ataca directamente la dignidad humana, la democracia y nuestras instituciones. Parece que a algunos les olvidó que estamos en un país donde la libertad de expresión va de la mano con el derecho a disentir. ¡Eso es fundamental!
Pero no es solo eso, brete. La U. Nacional también recalcó que esas ideas chocan frontalmente con nuestros derechos humanos y con los principios de pluralismo que están grabados a fuego en la Constitución Política. Básicamente, le dijeron al diputado que se calmó y que respete los derechos de los demás. Porque si no, ¡qué pena!
El asunto empezó cuando el diputado Rojas, en medio de una arenga, lanzó la bomba de que los opositores deberían marcharse. Inmediatamente, miles de ticos reaccionaron, tachándolo de autoritario y recordándole que Costa Rica nunca ha sido tierra de destierros políticos. Este país ha sabido acoger diversidad de pensamiento, incluso de quienes han criticado duramente a los gobiernos de turno. Eso es lo que nos distingue, diay.
La Universidad Nacional, además de condenar públicamente las declaraciones, aprovechó la ocasión para reafirmar su compromiso con la defensa de la libertad de expresión y el pensamiento crítico. Entendemos que el debate puede ser acalorado, pero jamás debe llegar a pedirle a alguien que abandone su hogar por expresar su punto de vista. Eso sería retroceder décadas en nuestro desarrollo como nación.
Ahora bien, esto no es solo un tema universitario. La UNA hizo un llamado a todos los poderes del Estado y a la sociedad costarricense para defender el Estado Social de Derecho, respetar el pluralismo y fomentar el diálogo constructivo. Se trata de recordarles a todos que la democracia se construye escuchándose mutuamente, aunque no estemos de acuerdo. Porque si no, qué vara tan fea dejaríamos para las futuras generaciones, ¿verdad?
En fin, este episodio nos recuerda la importancia de estar atentos a las acciones de nuestros representantes y de exigirles respeto por los derechos fundamentales. Pero me pregunto, ¿hasta dónde estamos dispuestos a tolerar discursos que incitan a la exclusión y la intolerancia en nuestra querida Costa Rica? ¿Crees que el diputado debería ofrecer una disculpa pública o que este tema ya está zanjado?
