¡Ay, Dios mío! Ya nos estábamos acostumbrando a regodearnos en el ambiente festivo de diciembre, con los regalos y los paseos familiares, cuando BAM!, la Policía de Tránsito nos recuerda que seguir siendo unos chapuceros con el tema de los parqueos sigue costándonos caro. Resulta que entre enero y octubre de este año ya repartieron más de 24 mil multas por estacionamiento indebido – ¡casi una cada 18 minutos! Uno se queda pensando si ya no hay otro brete más grande que resolver en este país.
Y ojo, porque cada boleta te come ¢61.000 del bolsillo. Imagínate eso, casi medio salario mínimo diario, ¡todo por dejar el carro donde no se debe! Esto demuestra, pa' qué vamos a mentir, que algunos de nosotros tenemos la memoria más corta que un pez león. Olvidamos rapidito las señales, las líneas amarillas, y nos plantamos donde nos da la gana, pensando que nadie va a decir nada. ¡Pero ahí están los agentes, listos para sacarnos del apuro!
Lo más sorprendente es que esta infracción ahora ocupa el segundo lugar en el ranking de las más comunes en nuestras carreteras. Lo único que la supera, y con creces, son las multas por andar con los carros modificados al extremo – polarizados oscuros, odómetros retocados o simplemente, el marchamo vencido. Ahí sí estamos echándole ganas a demostrar que no somos precisamente ejemplos de cumplimiento de las leyes de tránsito. ¡Qué pena ajena!
Según Martín Sánchez Agüero, el subdirector de la Policía de Tránsito, muchos se quejan del tráfico, pero luego ellos mismos lo empeoran estacionando donde no deben. “Es un círculo vicioso, mae”, comentó. Él mismo explica que esto reduce el espacio para transitar, causa accidentes por ubicaciones peligrosas de los vehículos, e incluso obliga a desplazar a los oficiales que están tratando de regular puntos críticos. Entonces, ¿quién es el responsable del embotellamiento, eh?
Ahora, hablemos claro: no existe el famoso “solo un momentito”. Esa excusa ya no pega, compañeros. No puedes ir a comprar un pan a la pulpería y pensar que el mundo entero se detiene mientras tú te haces unas vueltas con el carro. Las reglas son claras: ni frente a las cocheras, ni en las aceras, ni en curvas pronunciadas o pendientes empinados. ¡Cumplir, cumplir, cumplir!
Y es que a veces vemos a la gente estacionando como si fuera un juego, sin importarle el resto. Uno piensa que quizás falta educación vial en las escuelas o que la gente necesita recordatorios constantes de cómo actuar correctamente. Pero también es cierto que muchos simplemente se creen dueños de la calle. Con toda esta informalidad, pues, qué esperabas, ¡el desmadre es inevitable!
La verdad es que, aunque parezca una simple infracción, el estacionamiento indebido tiene consecuencias reales. Además de congestionar el tráfico y causar accidentes, también afecta la calidad de vida de todos. Piensa en las ambulancias que tienen problemas para llegar a lugares de emergencia debido a los carros mal estacionados, o en los peatones que se ven obligados a caminar por la calle para evitar obstáculos. ¡No es plan!
Así que, mi querido compatriota, la próxima vez que te apetezca dejar el carro “ahí nomás”, piénsalo dos veces. No solo te ahorrarás una multa considerable, sino que también estarás contribuyendo a hacer de nuestras calles un lugar más seguro y ordenado. Ahora dime, ¿crees que la solución es aumentar las multas, intensificar los controles policiales, o mejorar la educación vial desde las aulas, o será que deberíamos inventarnos un robot que reemplace a los policías de tránsito y les ponga candado a los carros mal estacionados?
Y ojo, porque cada boleta te come ¢61.000 del bolsillo. Imagínate eso, casi medio salario mínimo diario, ¡todo por dejar el carro donde no se debe! Esto demuestra, pa' qué vamos a mentir, que algunos de nosotros tenemos la memoria más corta que un pez león. Olvidamos rapidito las señales, las líneas amarillas, y nos plantamos donde nos da la gana, pensando que nadie va a decir nada. ¡Pero ahí están los agentes, listos para sacarnos del apuro!
Lo más sorprendente es que esta infracción ahora ocupa el segundo lugar en el ranking de las más comunes en nuestras carreteras. Lo único que la supera, y con creces, son las multas por andar con los carros modificados al extremo – polarizados oscuros, odómetros retocados o simplemente, el marchamo vencido. Ahí sí estamos echándole ganas a demostrar que no somos precisamente ejemplos de cumplimiento de las leyes de tránsito. ¡Qué pena ajena!
Según Martín Sánchez Agüero, el subdirector de la Policía de Tránsito, muchos se quejan del tráfico, pero luego ellos mismos lo empeoran estacionando donde no deben. “Es un círculo vicioso, mae”, comentó. Él mismo explica que esto reduce el espacio para transitar, causa accidentes por ubicaciones peligrosas de los vehículos, e incluso obliga a desplazar a los oficiales que están tratando de regular puntos críticos. Entonces, ¿quién es el responsable del embotellamiento, eh?
Ahora, hablemos claro: no existe el famoso “solo un momentito”. Esa excusa ya no pega, compañeros. No puedes ir a comprar un pan a la pulpería y pensar que el mundo entero se detiene mientras tú te haces unas vueltas con el carro. Las reglas son claras: ni frente a las cocheras, ni en las aceras, ni en curvas pronunciadas o pendientes empinados. ¡Cumplir, cumplir, cumplir!
Y es que a veces vemos a la gente estacionando como si fuera un juego, sin importarle el resto. Uno piensa que quizás falta educación vial en las escuelas o que la gente necesita recordatorios constantes de cómo actuar correctamente. Pero también es cierto que muchos simplemente se creen dueños de la calle. Con toda esta informalidad, pues, qué esperabas, ¡el desmadre es inevitable!
La verdad es que, aunque parezca una simple infracción, el estacionamiento indebido tiene consecuencias reales. Además de congestionar el tráfico y causar accidentes, también afecta la calidad de vida de todos. Piensa en las ambulancias que tienen problemas para llegar a lugares de emergencia debido a los carros mal estacionados, o en los peatones que se ven obligados a caminar por la calle para evitar obstáculos. ¡No es plan!
Así que, mi querido compatriota, la próxima vez que te apetezca dejar el carro “ahí nomás”, piénsalo dos veces. No solo te ahorrarás una multa considerable, sino que también estarás contribuyendo a hacer de nuestras calles un lugar más seguro y ordenado. Ahora dime, ¿crees que la solución es aumentar las multas, intensificar los controles policiales, o mejorar la educación vial desde las aulas, o será que deberíamos inventarnos un robot que reemplace a los policías de tránsito y les ponga candado a los carros mal estacionados?
