¡Ay, Dios mío, qué historia nos cayó encima! Parece que alguien se mandó un buen despiche intentando meter mano en el negocio del cáñamo en Costa Rica. Resulta que José Luis Liu Paniagua, ese señor que anda diciendo que es empresario del cáñamo, metió una ganzúa para presentar a una pareja de gringos ante el diputado Manuel Morales como si fueran inversores interesados en echarle billetes al negocio. ¡Pero resulta que no era así!
Todo comenzó con una visita al despacho del diputado Morales el 2 de octubre de 2023. Ahí estaban Oliver Andrew Romano y Catic Medina, presentados por Liu como potenciales salvadores financieros del cáñamo tico. Pero la policía, con su lupa bien puesta, descubrió que estos dos no eran más que mensajeros enviados por un tal Mark Anthony Ponticelli, el verdadero inversionista, ese sí con billetes verdes en el bolsillo.
Y esto no es cuento, porque según fuentes policiales, Liu está bajo sospecha de varias cositas, incluyendo la legitimación de capitales. Aunque la Fiscalía le quitó el ojo de encima por falta de pruebas el año pasado, la bronca sigue dando vueltas. Se rumora que andaba financiando campañas políticas, pero el Tribunal Electoral no encontró nada raro en sus movimientos, ¡qué alivio! A pesar de todo, su estilo de vida llamaba la atención... ¿de dónde sacaba el chunche pa’ vivir así?
Volviendo a la visita al diputado Morales, parece que Liu convenció al legislador de que estos americanos eran dueños de terrenos listos para invertir y que iban a crear muchísimos empleos. Le dijeron que necesitaban actualizar el reglamento del cáñamo. ¡Un brete de promesas! El diputado, ingenuo, se dejó llevar y les abrió las puertas de la Asamblea, pensando que iba a llegar el maná del cielo con el cáñamo.
Catic Medina, según la investigación, anda metida hasta el cuello en la industria del cannabis, tanto en Estados Unidos como acá. Trabajó en proyectos relacionados con el cannabis en California y tiene licencia de cultivo. Acá vino de turista, mostrando interés en el negocio e incluso acompañando a otros inversionistas americanos. Su currículum lo respalda: trabajó como Gerente General del Oakland Vision Project, una empresa de gestión de cannabis en la Bahía de San Francisco, con licencia de cultivo hasta abril pasado. ¡Una experta en el ramo, diay!
Mientras tanto, Oliver Romano no aparece por ningún lado en los registros de licencias de cannabis en Estados Unidos. Ni siquiera tiene su propia empresa registrada. Según los datos, es un vendedor ambulante, un representante comercial, pero nada más. No es precisamente el gran jeffe que necesitaba el cáñamo tico. De hecho, parece que el señor Romano se dedica a dar vueltas y buscar oportunidades, aprovechando cualquier vara que se presente.
Lo curioso es que esta pareja de californianos pasó varios días por Costa Rica, disfrutando de nuestras bellezas naturales, especialmente en la Zona Norte. Mientras tanto, Liu Paniagua juraba y perjuraba que ellos eran técnicos enviados para colaborar con su empresa Tretrah en Tilarán. Dice que uno maneja el marketing de productos terminados en varios estados de Estados Unidos y la otra es una genetista experta en cultivos canábicos. ¡Vamos, mae, inténtalo tú!
Al final, el proyecto con Ponticelli se fue al traste porque las leyes estadounidenses no permiten sacar ganancias de ese país hacia Costa Rica. Entonces, Liu buscó a otro socio, Neftalí Jesús Alberto, con quien empezó nuevos negocios relacionados con el cannabis, el cáñamo y hasta cigarros. ¡Se anda moviendo en negocios turbios, ay, Dios mío! Incluso dice que se encontraron en Bahamas, un lugar famoso por ser paraíso fiscal. Ahora, me pregunto, ¿creen ustedes que deberíamos investigar a fondo a este Liu Paniagua y sus conexiones, o simplemente dejarlo seguir haciendo de las suyas? ¿Hasta dónde deberían llegar las investigaciones sobre este asunto?
Todo comenzó con una visita al despacho del diputado Morales el 2 de octubre de 2023. Ahí estaban Oliver Andrew Romano y Catic Medina, presentados por Liu como potenciales salvadores financieros del cáñamo tico. Pero la policía, con su lupa bien puesta, descubrió que estos dos no eran más que mensajeros enviados por un tal Mark Anthony Ponticelli, el verdadero inversionista, ese sí con billetes verdes en el bolsillo.
Y esto no es cuento, porque según fuentes policiales, Liu está bajo sospecha de varias cositas, incluyendo la legitimación de capitales. Aunque la Fiscalía le quitó el ojo de encima por falta de pruebas el año pasado, la bronca sigue dando vueltas. Se rumora que andaba financiando campañas políticas, pero el Tribunal Electoral no encontró nada raro en sus movimientos, ¡qué alivio! A pesar de todo, su estilo de vida llamaba la atención... ¿de dónde sacaba el chunche pa’ vivir así?
Volviendo a la visita al diputado Morales, parece que Liu convenció al legislador de que estos americanos eran dueños de terrenos listos para invertir y que iban a crear muchísimos empleos. Le dijeron que necesitaban actualizar el reglamento del cáñamo. ¡Un brete de promesas! El diputado, ingenuo, se dejó llevar y les abrió las puertas de la Asamblea, pensando que iba a llegar el maná del cielo con el cáñamo.
Catic Medina, según la investigación, anda metida hasta el cuello en la industria del cannabis, tanto en Estados Unidos como acá. Trabajó en proyectos relacionados con el cannabis en California y tiene licencia de cultivo. Acá vino de turista, mostrando interés en el negocio e incluso acompañando a otros inversionistas americanos. Su currículum lo respalda: trabajó como Gerente General del Oakland Vision Project, una empresa de gestión de cannabis en la Bahía de San Francisco, con licencia de cultivo hasta abril pasado. ¡Una experta en el ramo, diay!
Mientras tanto, Oliver Romano no aparece por ningún lado en los registros de licencias de cannabis en Estados Unidos. Ni siquiera tiene su propia empresa registrada. Según los datos, es un vendedor ambulante, un representante comercial, pero nada más. No es precisamente el gran jeffe que necesitaba el cáñamo tico. De hecho, parece que el señor Romano se dedica a dar vueltas y buscar oportunidades, aprovechando cualquier vara que se presente.
Lo curioso es que esta pareja de californianos pasó varios días por Costa Rica, disfrutando de nuestras bellezas naturales, especialmente en la Zona Norte. Mientras tanto, Liu Paniagua juraba y perjuraba que ellos eran técnicos enviados para colaborar con su empresa Tretrah en Tilarán. Dice que uno maneja el marketing de productos terminados en varios estados de Estados Unidos y la otra es una genetista experta en cultivos canábicos. ¡Vamos, mae, inténtalo tú!
Al final, el proyecto con Ponticelli se fue al traste porque las leyes estadounidenses no permiten sacar ganancias de ese país hacia Costa Rica. Entonces, Liu buscó a otro socio, Neftalí Jesús Alberto, con quien empezó nuevos negocios relacionados con el cannabis, el cáñamo y hasta cigarros. ¡Se anda moviendo en negocios turbios, ay, Dios mío! Incluso dice que se encontraron en Bahamas, un lugar famoso por ser paraíso fiscal. Ahora, me pregunto, ¿creen ustedes que deberíamos investigar a fondo a este Liu Paniagua y sus conexiones, o simplemente dejarlo seguir haciendo de las suyas? ¿Hasta dónde deberían llegar las investigaciones sobre este asunto?