¡Ay, Dios mío! Quién se iba a imaginar que un simple referéndum sacudiría a Costa Rica como un temblorcito. Hace 18 años, un 7 de octubre memorable, nos tocó escoger entre decir sí o no al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana. Un día que definió mucho de lo que tenemos ahora, para bien o para mal, ahí queda.
Para entender la magnitud de esto, hay que retroceder un poquito. El TLC venía dando vueltas desde el 2003, cuando se empezaron a hacer las negociaciones. Pero mientras nuestros vecinos centroamericanos lo rifaron y lo implementaron rapidito, nosotros nos tomamos nuestro tiempo. Era como preparar un café chorreado: lento pero sabroso… o quemado, dependiendo del día, ¿eh?
La campaña del 2006 fue pura tensión. Óscar Arias, defendiendo el TLC como agua de mayo, se enfrentó a fuertes críticas. La idea de llevarlo a referéndum surgió como una jugada maestra, una manera de involucrar directamente al pueblo en una decisión de tanta trascendencia. Se aprobó en el Congreso, y de pronto, todos estábamos pensando en cómo convencer al vecino, al familiar, al amigo, porque la polarización estaba a toda marcha.
Recuerdo que la cosa estaba que ardía. Por un lado, el bloque conformado por el PLN, PUSC y el ML, respaldando el TLC con uñas y dientes, argumentando que abriríamos mercados y atraeríamos inversiones. Teníamos a Alfredo Volio liderando la comanda, vendiéndonos la moto de que llegarían los dólares a raudales. Por otro lado, el PAC, el Frente Amplio, estudiantes universitarios... con Eugenio Trejos al frente, advirtiendo sobre los peligros de perder soberanía y sacrificar intereses nacionales. ¡Un verdadero brete!
Y ni hablar de los escándalos que surgieron en el camino. El famoso “memorándum del miedo”, el cual obligó a Kevin Casas a renunciar a la vicepresidencia. ¡Qué sal! Una demostración de que el poder puede corromper hasta el alma. Ottón Solís, figura clave del movimiento “No al TLC”, con Bernie Sanders echándole caña desde afuera, tratando de levantar la moral de los opositores.
Después de las urnas, llegó la hora de las leyes complementarias. ¡Y vaya si fueron complicadas! Tuvimos que votar 13 proyectos relacionados con casas extranjeras, propiedad intelectual, telecomunicaciones… Un baile legislativo de alto voltaje que se extendió hasta el 2009, cuando finalmente entró en vigor el TLC. Reforma histórica, decían algunos. Sacrificio innecesario, sostenían otros. Como siempre, la verdad suele estar en medio.
Y miren, amigos, aunque hayan pasado ya casi dos décadas, todavía seguimos discutiendo si valió la pena. Estados Unidos sigue siendo nuestro socio comercial número uno, representando más del 40% de nuestras exportaciones: dispositivos médicos, piña, banano, prótesis… Lo que te digo, una vara enorme. Pero también hemos visto otras cosas: la competencia feroz, los desafíos laborales, las importaciones baratas que afectan a nuestros productores locales. Además, recordemos que se abrió el mercado celular, rompiéndose el monopolio estatal del ICE, lo cual trajo cambios drásticos en la comunicación.
Ahora, volviendo a la actualidad, ¿cree usted que Costa Rica debería haber firmado el TLC tal como lo hizo? Con el paso del tiempo, ¿han cumplido las expectativas generadas por sus defensores? ¿O ha sido un golpe duro para nuestra economía y soberanía? ¡Dígame qué piensa en los comentarios! Y díganos si cree que debemos repetir un referéndum sobre algún tema importante en el futuro, mándenos sus ideas, ¡qué carga de temas pendientes tenemos!”,
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Para entender la magnitud de esto, hay que retroceder un poquito. El TLC venía dando vueltas desde el 2003, cuando se empezaron a hacer las negociaciones. Pero mientras nuestros vecinos centroamericanos lo rifaron y lo implementaron rapidito, nosotros nos tomamos nuestro tiempo. Era como preparar un café chorreado: lento pero sabroso… o quemado, dependiendo del día, ¿eh?
La campaña del 2006 fue pura tensión. Óscar Arias, defendiendo el TLC como agua de mayo, se enfrentó a fuertes críticas. La idea de llevarlo a referéndum surgió como una jugada maestra, una manera de involucrar directamente al pueblo en una decisión de tanta trascendencia. Se aprobó en el Congreso, y de pronto, todos estábamos pensando en cómo convencer al vecino, al familiar, al amigo, porque la polarización estaba a toda marcha.
Recuerdo que la cosa estaba que ardía. Por un lado, el bloque conformado por el PLN, PUSC y el ML, respaldando el TLC con uñas y dientes, argumentando que abriríamos mercados y atraeríamos inversiones. Teníamos a Alfredo Volio liderando la comanda, vendiéndonos la moto de que llegarían los dólares a raudales. Por otro lado, el PAC, el Frente Amplio, estudiantes universitarios... con Eugenio Trejos al frente, advirtiendo sobre los peligros de perder soberanía y sacrificar intereses nacionales. ¡Un verdadero brete!
Y ni hablar de los escándalos que surgieron en el camino. El famoso “memorándum del miedo”, el cual obligó a Kevin Casas a renunciar a la vicepresidencia. ¡Qué sal! Una demostración de que el poder puede corromper hasta el alma. Ottón Solís, figura clave del movimiento “No al TLC”, con Bernie Sanders echándole caña desde afuera, tratando de levantar la moral de los opositores.
Después de las urnas, llegó la hora de las leyes complementarias. ¡Y vaya si fueron complicadas! Tuvimos que votar 13 proyectos relacionados con casas extranjeras, propiedad intelectual, telecomunicaciones… Un baile legislativo de alto voltaje que se extendió hasta el 2009, cuando finalmente entró en vigor el TLC. Reforma histórica, decían algunos. Sacrificio innecesario, sostenían otros. Como siempre, la verdad suele estar en medio.
Y miren, amigos, aunque hayan pasado ya casi dos décadas, todavía seguimos discutiendo si valió la pena. Estados Unidos sigue siendo nuestro socio comercial número uno, representando más del 40% de nuestras exportaciones: dispositivos médicos, piña, banano, prótesis… Lo que te digo, una vara enorme. Pero también hemos visto otras cosas: la competencia feroz, los desafíos laborales, las importaciones baratas que afectan a nuestros productores locales. Además, recordemos que se abrió el mercado celular, rompiéndose el monopolio estatal del ICE, lo cual trajo cambios drásticos en la comunicación.
Ahora, volviendo a la actualidad, ¿cree usted que Costa Rica debería haber firmado el TLC tal como lo hizo? Con el paso del tiempo, ¿han cumplido las expectativas generadas por sus defensores? ¿O ha sido un golpe duro para nuestra economía y soberanía? ¡Dígame qué piensa en los comentarios! Y díganos si cree que debemos repetir un referéndum sobre algún tema importante en el futuro, mándenos sus ideas, ¡qué carga de temas pendientes tenemos!”,
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