¡Ay, mae! Quién lo diría, resulta que cuidar nuestro cuerpo y cuidar el planeta andan tan de la mano que ni nos damos cuenta. Parece salido de un libro de esos new age, pero la ciencia lo confirma: la salud humana y la del planeta están más conectadas de lo que creemos. Y ahora, con el changüí del cambio climático pegándole duro, la cosa se pone aún más seria.
La bronca es que, mientras nos preocupamos por prevenir enfermedades y prolongar la vida, el sector salud mismo está echando leña al fuego. Sí, sí, suena contradictorio, pero los hospitales, laboratorios y clínicas generan una bocha de emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global. Es como estar tratando de apagar un incendio con gasolina, ¿me entiendes?
Y no nos vamos a achicar diciendo que es culpa de otros países, porque aquí en Costa Rica tenemos que ponernos las pilas. Según dicen, si el sector salud mundial fuera un país, estaría entre los cinco mayores emisores de carbono del mundo. Imagínate eso, ¡una cartera llena de doctores y enfermeras causando más daño que un camión de Coca-Cola!
Pero bueno, no todo está perdido. Como bien decía Bobby McLeod – un tipo sabio, por cierto –, “cuando la Tierra está enferma y contaminada, la salud humana es imposible. Para sanarnos a nosotros mismos, debemos sanar nuestro planeta y para sanar nuestro planeta, debemos sanarnos a nosotros mismos.” Es un mensaje claro y directo, como decimos nosotros: ¡directito al corazón!
Lo que quiere decir esto es que no podemos seguir pensando que podemos estar saludables si el agua que bebemos está contaminada, el aire que respiramos nos da asma y la comida que comemos viene cargada de químicos. Necesitamos un cambio radical en la forma en que brindamos servicios de salud, apostando por la sostenibilidad y la responsabilidad ambiental.
¿Y qué podemos hacer en concreto? Pues empezar por las cosas pequeñas: usar energías renovables en los hospitales, reciclar los desechos médicos, comprar equipos eficientes y promover la telemedicina para evitar tantos traslados. También podríamos enfocarnos en medicamentos y dispositivos médicos más ecológicos, aunque eso a veces cuesta un ojo de la cara, pero a la larga vale la pena. ¡Y por favor, que alguien le explique a los anestesiólogos que los gases que usan son unos criminales para el planeta!
Claro, todo esto requiere inversión, compromiso político y cambios en la mentalidad de los profesionales de la salud. Pero si queremos dejarle un futuro decente a nuestros hijos y nietos, no hay excusa para posponerlo. Tenemos que convertirnos en líderes en descarbonización del sector salud, mostrando al mundo que podemos combinar el bienestar humano con la protección del medio ambiente. No es fácil, pero como dice el dicho: “quien tiene fe, arena besa”.
En fin, parece que nos toca cambiarle el chip a todo el mundo. Desde los políticos hasta la última auxiliar encargada de tirar la basura. ¿Crees tú que realmente estamos preparados para asumir este reto? ¿Será posible transformar el sector salud en un modelo de sostenibilidad, o seguiremos dando tumbos ignorando el grito de auxilio del planeta?
La bronca es que, mientras nos preocupamos por prevenir enfermedades y prolongar la vida, el sector salud mismo está echando leña al fuego. Sí, sí, suena contradictorio, pero los hospitales, laboratorios y clínicas generan una bocha de emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global. Es como estar tratando de apagar un incendio con gasolina, ¿me entiendes?
Y no nos vamos a achicar diciendo que es culpa de otros países, porque aquí en Costa Rica tenemos que ponernos las pilas. Según dicen, si el sector salud mundial fuera un país, estaría entre los cinco mayores emisores de carbono del mundo. Imagínate eso, ¡una cartera llena de doctores y enfermeras causando más daño que un camión de Coca-Cola!
Pero bueno, no todo está perdido. Como bien decía Bobby McLeod – un tipo sabio, por cierto –, “cuando la Tierra está enferma y contaminada, la salud humana es imposible. Para sanarnos a nosotros mismos, debemos sanar nuestro planeta y para sanar nuestro planeta, debemos sanarnos a nosotros mismos.” Es un mensaje claro y directo, como decimos nosotros: ¡directito al corazón!
Lo que quiere decir esto es que no podemos seguir pensando que podemos estar saludables si el agua que bebemos está contaminada, el aire que respiramos nos da asma y la comida que comemos viene cargada de químicos. Necesitamos un cambio radical en la forma en que brindamos servicios de salud, apostando por la sostenibilidad y la responsabilidad ambiental.
¿Y qué podemos hacer en concreto? Pues empezar por las cosas pequeñas: usar energías renovables en los hospitales, reciclar los desechos médicos, comprar equipos eficientes y promover la telemedicina para evitar tantos traslados. También podríamos enfocarnos en medicamentos y dispositivos médicos más ecológicos, aunque eso a veces cuesta un ojo de la cara, pero a la larga vale la pena. ¡Y por favor, que alguien le explique a los anestesiólogos que los gases que usan son unos criminales para el planeta!
Claro, todo esto requiere inversión, compromiso político y cambios en la mentalidad de los profesionales de la salud. Pero si queremos dejarle un futuro decente a nuestros hijos y nietos, no hay excusa para posponerlo. Tenemos que convertirnos en líderes en descarbonización del sector salud, mostrando al mundo que podemos combinar el bienestar humano con la protección del medio ambiente. No es fácil, pero como dice el dicho: “quien tiene fe, arena besa”.
En fin, parece que nos toca cambiarle el chip a todo el mundo. Desde los políticos hasta la última auxiliar encargada de tirar la basura. ¿Crees tú que realmente estamos preparados para asumir este reto? ¿Será posible transformar el sector salud en un modelo de sostenibilidad, o seguiremos dando tumbos ignorando el grito de auxilio del planeta?