¡Ay, Dios mío, qué te digo! Después de casi siete décadas viviendo tranquilos, con el gallito silbando y el café aromático, nos cayó un balde de agua fría. Confirmaron un caso de fiebre amarilla aquí en Costa Rica. Sí, sí, acuérdense de esos tiempos en los que nuestros abuelos contaban historias de miedo sobre este bicho; pensábamos que eso ya era cosa del pasado. Pero resulta que no, la vida siempre nos da sorpresas, algunas no tan agradables como encontrarle aguacate sin hueso.
Según el Ministerio de Salud, la última vez que tuvimos un problema serio con la fiebre amarilla fue allá por 1956. Imagínate, casi 70 años de pura paz… ¡hasta ahora! La paciente, una turista gringa de unos 29 años, llegó de Perú, precisamente de la Amazonia. Al parecer, ahí andaba revoloteándole algún mosquito travieso que le pasó factura. La neta es que, aunque venga de afuera, esto nos preocupa a todos los ticos, porque nos recuerda que las enfermedades no respetan fronteras ni nacionalidades.
Lo bueno es que la marea está volteando a nuestro favor. Parece ser que la chica no tenía la vacuna, claro, pero ya está recibiendo toda la atención necesaria en la CCSS. Además, la persona con la que tuvo contacto sí estaba vacunada y salió bien, gracias a Dios. Eso nos da una luz de esperanza, ¿verdad? Aunque también nos hace pensar en cuántos otros turistas podrían llegar sin estar protegidos. Por eso, el Ministerio está insistiendo con lo de ponerse la vacuna si se van a esos lugares calientes de Sudamérica, como Bolivia, Brasil, Ecuador… ¡ya saben, donde hay mosquitos a montones!
Y hablando de mosquitos, ¡qué fastidio! Ya sé que nadie quiere estar pegajoso con repelente todo el día, pero créeme, vale la pena. Las autoridades recomiendan usar repelente, ropa de manga larga (aunque haga calor, agántate) y hasta mosquiteros si tienes que dormir en zonas rurales. Mejor prevenir que lamentar, como dice mi abu. Porque la fiebre amarilla no es broma, eh. Empieza con fiebre, dolor de cabeza, escalofríos… luego puede complicarse con ictericia, sangrados y problemas en el hígado o los riñones.
Ahora, vamos a ponerle pausa un momento para entender cómo llegamos a esto. La fiebre amarilla se transmite por la picadura de mosquitos infectados. Estos mosquitos pican a gente enferma y luego le pasan el virus a otras personas sanas. Por eso es tan importante controlar las poblaciones de mosquitos, fumigar y, sobre todo, vacunarse. No es ningún capricho, es cuestión de cuidarnos los unos a los otros. Piensenlo así, si uno se protege, ayuda a proteger a toda la comunidad. Este brote nos recuerda lo importantes que son los programas de salud pública y la vigilancia epidemiológica en nuestro país. Dejar que estos temas se relajen puede tener consecuencias serias.
Pero, ¿por qué ahora? Algunos expertos señalan que el cambio climático podría estar influyendo en la expansión de los mosquitos a nuevas áreas. Con el aumento de las temperaturas, estos bichitos pueden sobrevivir y reproducirse en lugares donde antes no podían. Entonces, no solo tenemos que lidiar con la fiebre amarilla, sino también con los efectos del calentamiento global. ¡Quién lo diría! El clima loco, además de arruinar las cosechas, nos trae enfermedades nuevas. Esto realmente nos obliga a replantearnos nuestras prioridades ambientales y de salud.
En fin, parece que la cosa está medio complicada, pero no hay que entrar en pánico. Tenemos que seguir informándonos, tomando precauciones y confiando en que las autoridades harán lo posible para controlar la situación. Lo importante es no bajar la guardia y recordar que la prevención es la clave. Después de todo, somos ticos, y somos conocidos por nuestra resiliencia y capacidad de superar cualquier adversidad. ¡Vamos con nosotros, que podemos con esto!
Con todo esto, me pregunto: ¿Será suficiente con la campaña de vacunación para evitar que la fiebre amarilla se propague más en Costa Rica, o deberíamos estar considerando medidas más drásticas, como restricciones de entrada a turistas provenientes de zonas afectadas? ¿Ustedes qué opinan?
Según el Ministerio de Salud, la última vez que tuvimos un problema serio con la fiebre amarilla fue allá por 1956. Imagínate, casi 70 años de pura paz… ¡hasta ahora! La paciente, una turista gringa de unos 29 años, llegó de Perú, precisamente de la Amazonia. Al parecer, ahí andaba revoloteándole algún mosquito travieso que le pasó factura. La neta es que, aunque venga de afuera, esto nos preocupa a todos los ticos, porque nos recuerda que las enfermedades no respetan fronteras ni nacionalidades.
Lo bueno es que la marea está volteando a nuestro favor. Parece ser que la chica no tenía la vacuna, claro, pero ya está recibiendo toda la atención necesaria en la CCSS. Además, la persona con la que tuvo contacto sí estaba vacunada y salió bien, gracias a Dios. Eso nos da una luz de esperanza, ¿verdad? Aunque también nos hace pensar en cuántos otros turistas podrían llegar sin estar protegidos. Por eso, el Ministerio está insistiendo con lo de ponerse la vacuna si se van a esos lugares calientes de Sudamérica, como Bolivia, Brasil, Ecuador… ¡ya saben, donde hay mosquitos a montones!
Y hablando de mosquitos, ¡qué fastidio! Ya sé que nadie quiere estar pegajoso con repelente todo el día, pero créeme, vale la pena. Las autoridades recomiendan usar repelente, ropa de manga larga (aunque haga calor, agántate) y hasta mosquiteros si tienes que dormir en zonas rurales. Mejor prevenir que lamentar, como dice mi abu. Porque la fiebre amarilla no es broma, eh. Empieza con fiebre, dolor de cabeza, escalofríos… luego puede complicarse con ictericia, sangrados y problemas en el hígado o los riñones.
Ahora, vamos a ponerle pausa un momento para entender cómo llegamos a esto. La fiebre amarilla se transmite por la picadura de mosquitos infectados. Estos mosquitos pican a gente enferma y luego le pasan el virus a otras personas sanas. Por eso es tan importante controlar las poblaciones de mosquitos, fumigar y, sobre todo, vacunarse. No es ningún capricho, es cuestión de cuidarnos los unos a los otros. Piensenlo así, si uno se protege, ayuda a proteger a toda la comunidad. Este brote nos recuerda lo importantes que son los programas de salud pública y la vigilancia epidemiológica en nuestro país. Dejar que estos temas se relajen puede tener consecuencias serias.
Pero, ¿por qué ahora? Algunos expertos señalan que el cambio climático podría estar influyendo en la expansión de los mosquitos a nuevas áreas. Con el aumento de las temperaturas, estos bichitos pueden sobrevivir y reproducirse en lugares donde antes no podían. Entonces, no solo tenemos que lidiar con la fiebre amarilla, sino también con los efectos del calentamiento global. ¡Quién lo diría! El clima loco, además de arruinar las cosechas, nos trae enfermedades nuevas. Esto realmente nos obliga a replantearnos nuestras prioridades ambientales y de salud.
En fin, parece que la cosa está medio complicada, pero no hay que entrar en pánico. Tenemos que seguir informándonos, tomando precauciones y confiando en que las autoridades harán lo posible para controlar la situación. Lo importante es no bajar la guardia y recordar que la prevención es la clave. Después de todo, somos ticos, y somos conocidos por nuestra resiliencia y capacidad de superar cualquier adversidad. ¡Vamos con nosotros, que podemos con esto!
Con todo esto, me pregunto: ¿Será suficiente con la campaña de vacunación para evitar que la fiebre amarilla se propague más en Costa Rica, o deberíamos estar considerando medidas más drásticas, como restricciones de entrada a turistas provenientes de zonas afectadas? ¿Ustedes qué opinan?
