El pasado 7 de abril de 2025 marcó el cierre de un ciclo en la televisión mexicana con la muerte de Memo del Bosque, productor icónico de Televisa y Telehit, pero también fue el inicio de una nueva y polémica etapa para su viuda, la costarricense Vica Andrade, quien se encuentra ahora en el centro de la atención mediática tras confirmarse que su familia directa heredará una fortuna millonaria en dólares.
Los nombres que figuran como herederos son los de los tres hijos que Vica tuvo junto al productor: Luca, Luna y Coral. Aunque se ha querido suavizar el asunto diciendo que la herencia será exclusiva para los menores, lo cierto es que Andrade, como tutora y administradora de sus bienes, tendrá control absoluto sobre lo que muchos estiman como una cifra de varios millones de dólares. Porque seamos claros: cuando se hereda un imperio, también se heredan sus demonios, y en este caso, los fantasmas del pasado no se han hecho esperar.
La historia de Vica Andrade es digna de una serie de Netflix: pasó de ser una reina de belleza en Costa Rica a convertirse en uno de los rostros más deseados de la televisión latina en los años noventa. Su salto a la fama vino de la mano de programas como “Don Francisco Presenta” y “Otro Rollo”, pero también de su arrasadora presencia en portadas de revistas para adultos, donde rompió con los moldes conservadores de la época. Andrade era irreverente, sensual y, sobre todo, imparable. Hasta que no lo fue más.
Su carrera sufrió un golpe severo cuando se vio involucrada en un escándalo mediático relacionado con el narcotraficante Raúl “El Tío” Grajales, con quien mantuvo una relación antes de casarse con Memo del Bosque. Ese capítulo oscuro no solo la obligó a alejarse de los reflectores, sino que la condenó al juicio permanente de una sociedad que castiga con dureza a las mujeres que no se ajustan a sus expectativas morales. Mientras Memo seguía acumulando poder y dinero desde la comodidad de las oficinas de Televisa, Vica se recluía en una vida doméstica que siempre pareció más una penitencia que una elección.
Ahora, tras la muerte del productor, Andrade regresa al centro de la escena. Y lo hace cargada de contradicciones. Por un lado, hay quienes la ven como la viuda abnegada, madre dedicada y figura resiliente. Por el otro, surgen voces que cuestionan si una mujer que estuvo tanto tiempo en silencio puede ser ahora la legítima heredera de un emporio que no ayudó a construir… o al menos, no en los términos que exige la industria.
Además, hay un dato que escuece: el hijo mayor de Vica, Sean, fruto de una relación anterior, ha quedado fuera del reparto de la herencia. Porque si algo enseña la muerte, es que el dinero no solo no compra la paz, sino que revela con brutal honestidad las jerarquías emocionales dentro de una familia. En esta telenovela de la vida real, el silencio de Andrade pesa más que cualquier testamento.
Y así, mientras los tabloides hacen fila para husmear en la vida privada de una mujer que siempre incomodó por ser más libre de lo permitido, Vica Andrade se convierte en el símbolo de una herencia que es tanto una fortuna como una maldición. Una historia donde el éxito, el escándalo, la maternidad y el duelo se entrelazan en un guion que nadie puede escribir sin mancharse las manos.
Pero, ¿quién decide qué merece una mujer como Vica Andrade? ¿La fama perdida? ¿La crítica despiadada? ¿O los millones que ahora están bajo su custodia? En un mundo que aún exige que las mujeres se disculpen por sobrevivir, Andrade —con todo su pasado, su dolor y su cuenta bancaria— sigue siendo una figura que no se deja reducir a clichés, por más que les incomode a muchos.
Los nombres que figuran como herederos son los de los tres hijos que Vica tuvo junto al productor: Luca, Luna y Coral. Aunque se ha querido suavizar el asunto diciendo que la herencia será exclusiva para los menores, lo cierto es que Andrade, como tutora y administradora de sus bienes, tendrá control absoluto sobre lo que muchos estiman como una cifra de varios millones de dólares. Porque seamos claros: cuando se hereda un imperio, también se heredan sus demonios, y en este caso, los fantasmas del pasado no se han hecho esperar.
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La historia de Vica Andrade es digna de una serie de Netflix: pasó de ser una reina de belleza en Costa Rica a convertirse en uno de los rostros más deseados de la televisión latina en los años noventa. Su salto a la fama vino de la mano de programas como “Don Francisco Presenta” y “Otro Rollo”, pero también de su arrasadora presencia en portadas de revistas para adultos, donde rompió con los moldes conservadores de la época. Andrade era irreverente, sensual y, sobre todo, imparable. Hasta que no lo fue más.
Su carrera sufrió un golpe severo cuando se vio involucrada en un escándalo mediático relacionado con el narcotraficante Raúl “El Tío” Grajales, con quien mantuvo una relación antes de casarse con Memo del Bosque. Ese capítulo oscuro no solo la obligó a alejarse de los reflectores, sino que la condenó al juicio permanente de una sociedad que castiga con dureza a las mujeres que no se ajustan a sus expectativas morales. Mientras Memo seguía acumulando poder y dinero desde la comodidad de las oficinas de Televisa, Vica se recluía en una vida doméstica que siempre pareció más una penitencia que una elección.
Ahora, tras la muerte del productor, Andrade regresa al centro de la escena. Y lo hace cargada de contradicciones. Por un lado, hay quienes la ven como la viuda abnegada, madre dedicada y figura resiliente. Por el otro, surgen voces que cuestionan si una mujer que estuvo tanto tiempo en silencio puede ser ahora la legítima heredera de un emporio que no ayudó a construir… o al menos, no en los términos que exige la industria.
Además, hay un dato que escuece: el hijo mayor de Vica, Sean, fruto de una relación anterior, ha quedado fuera del reparto de la herencia. Porque si algo enseña la muerte, es que el dinero no solo no compra la paz, sino que revela con brutal honestidad las jerarquías emocionales dentro de una familia. En esta telenovela de la vida real, el silencio de Andrade pesa más que cualquier testamento.
Y así, mientras los tabloides hacen fila para husmear en la vida privada de una mujer que siempre incomodó por ser más libre de lo permitido, Vica Andrade se convierte en el símbolo de una herencia que es tanto una fortuna como una maldición. Una historia donde el éxito, el escándalo, la maternidad y el duelo se entrelazan en un guion que nadie puede escribir sin mancharse las manos.
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Pero, ¿quién decide qué merece una mujer como Vica Andrade? ¿La fama perdida? ¿La crítica despiadada? ¿O los millones que ahora están bajo su custodia? En un mundo que aún exige que las mujeres se disculpen por sobrevivir, Andrade —con todo su pasado, su dolor y su cuenta bancaria— sigue siendo una figura que no se deja reducir a clichés, por más que les incomode a muchos.
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