El problema es que el actual edificio es un tugurio, sobre todo las oficinas colindantes.
Lo que deberían hacer es alquilar temporalmente un edificio y plantear un proyecto, como lo comentó Jhonny Araya en un artículo en La Nación, de construir una ciudad cívica en las inmediaciones del Parque Nacional.
En cuanto a las manifestaciones no le veo problema. Ahora les quedará más cerca para chancletear la Casa Presidencial y la Asamblea.
Sobre la ubicación del Primer Poder de la República - OPINIÓN - La Nación
Johnny Araya Monge Alcalde de San José 09:18 p.m. 06/08/2010
Nuestra ciudad capital posee un enorme valor iconográfico que simboliza la idiosincrasia y los valores de nuestra historia política. Por ello desde la década de los 70 –e incluso desde la fundación de la Segunda República– existió la idea de dotar a San José de un espacio que reuniera a los poderes del Estado. Sus monumentos y áreas públicas permitirían a la ciudadanía, depositaria de la soberanía nacional, interactuar con las instituciones del Estado y con sus propios gobernantes.Bajo las instrucciones del ex- presidente Daniel Oduber Quirós, un grupo liderado por el urbanista Eduardo Jenkins formuló el “Proyecto de Centro Cívico y anillo de renovación urbana”, el cual pretendía ubicar a las altas instituciones, símbolos del poder republicano, en el sector comprendido entre la antigua aduana, al este; el Parque Morazán, al oeste; el circuito judicial, al sur; y el Parque Simón Bolívar y el actual Museo de los Niños, por el norte.
El eje sobre el que se vertebraría esta organización del espacio era el Parque Nacional, en donde se establecería la Casa Presidencial, la Asamblea Legislativa y otros ministerios e instituciones autónomas. De esta manera se dotaba a la democracia costarricense y al Estado social de derecho de un lenguaje arquitectónico que los expresaba adecuadamente.
Aunque la endémica falta de planificación urbana y la mezquindad política relegó esta propuesta al baúl de los recuerdos, la Municipalidad de San José, con sus proyectos de renovación urbana, de recuperación de parques y áreas públicas, de creación de vías peatonales y, sobre todo, con la adopción del Plan Director Urbano, --que creó reglas claras para el desarrollo de San José – retomó algunas de estas ideas.
De esta forma, a pesar de las críticas enconadas de los sectores que tenían interés en el deterioro del casco central, este se ha recuperado notoriamente en los últimos años, como lo acreditan el éxito del Bulevar de la Avenida Central, el de la Unión Europea, el Parque Morazán, el mismo Parque Nacional o la reconstrucción del paseo de Las Damas.
La declaratoria del Ministerio de Salud, inhabilitando los actuales edificios del Primer Poder de la República, no puede ser el pretexto para trasladar hacia la periferia el edificio de la Asamblea Legislativa y diluir así el contacto entre la ciudadanía y sus representantes.
En el sector cercano al Parque Nacional hay suficiente espacio para construir nuevos edificios, y, además para rescatar los que son patrimonio cultural. De este modo la ciudadanía podría seguir identificando, espacial y políticamente, cuál es el centro de su democracia.
La Casa Presidencial y algunos de los ministerios e instituciones gubernamentales de mayor significado, deberían planificar su traslado a este espacio que, con la muy costarricense modestia del caso, es indiscutible heredero de una tradición que nos remite al ágora de las polis griegas, el foro romano, la plaza mayor de las ciudades españolas y, hoy día, a la plaza de los poderes de la modernísima Brasilia.
Por lo contrario, enviar la Asamblea Legislativa a un edificio de oficinas seguiría la vía equivocada de privatizar el espacio público y de renunciar a la función de la capital como espacio humano de inclusión social, de integración de la diversidad y de cohesión democrática.
Dos caminos. Pienso que la decisión sobre el futuro del primer poder de la República abre dos caminos: uno, el de un régimen político que se desarrolla a espaldas de la ciudadanía, que se esconde en anónimas oficinas suburbanas sin identidad ni valor cultural y que traiciona los valores cívicos y culturales de un Estado social de derecho.
El otro es el camino de reivindicar el diseño urbano de la cuidad que los costarricenses hicimos capital cuando optamos por la independencia republicana, relevando arquitectónicamente el valor simbólico de las instituciones gubernamentales que hemos construido en nuestra larga marcha hacia una democracia más deliberativa, abierta y participativa.