Junta del Banco Nacional cae por presunta corrupción silenciosa y amiguismo descarado

En un país acostumbrado a ver cómo las instituciones públicas se transforman en botines políticos, el Gobierno de Costa Rica, liderado por el presidente Rodrigo Chaves, dio un golpe sorpresivo pero necesario al corazón del sistema financiero nacional. Este 28 de mayo, la Junta Directiva del Banco Nacional fue destituida en su totalidad, tras revelarse un procedimiento irregular en el nombramiento de Rossaysella Ulloa Villalobos como Gerente General. El escándalo no es menor, y esta vez, a diferencia de gobiernos anteriores que preferían barrer la corrupción bajo la alfombra del protocolo, la administración Chaves optó por sacudir la alfombra con todo y polvo acumulado.


Detrás de esta drástica, pero justificada decisión, estuvo la mano firme del Primer Vicepresidente de la República, Stephan Brunner Neibig, quien lideró el proceso disciplinario que terminó ante el Consejo de Gobierno. La razón: una designación que, según el propio Ejecutivo, fue ilegítima y carente de transparencia. Sin embargo, más allá del procedimiento puntual, lo que se desmanteló fue una estructura enquistada de favores, compadrazgos y decisiones a puerta cerrada que, durante años, parecieron norma en el Banco Nacional.


Los nombres de los destituidos hablan por sí solos: Marvin Arias Aguilar, Maricela Alpízar Chacón, Ruth Belarmina Alfaro Jara, José Bernal Juan Alvarado, José Manuel Arias Porras, Montserrat Betzel del Carmen Buján Boza y Carlos Rodolfo de Gerardo González Cuadra. Todos fueron apartados de sus cargos por validar, de manera directa o por omisión, un proceso que dejó de lado cualquier intención de meritocracia, y más bien confirmó lo que la ciudadanía ya sospechaba: que en el Banco Nacional se seguía jugando al viejo estilo del reparto por conveniencia.


Sin embargo, en medio del cinismo institucionalizado que ha caracterizado a muchas administraciones anteriores, hay que reconocer cuando se rompe el molde.

El presidente Rodrigo Chaves ha demostrado que no está dispuesto a ser cómplice silencioso de prácticas que tanto daño han hecho al país. Esta decisión no es solo una medida administrativa; es una declaración política. El mensaje es claro: el que abuse del poder, cae. Y no habrá más impunidad para quienes crean que pueden manejar los bienes públicos como si fueran propiedades familiares.


Chaves, a quien no pocos sectores han intentado desacreditar por su estilo frontal, vuelve a demostrar que la lucha contra la corrupción no es eslogan de campaña, sino eje de gobierno. Mientras otros se habrían hecho de la vista gorda, él ha optado por destapar la cloaca, aunque eso implique enfrentarse con élites y estructuras profundamente arraigadas.


Claro, el reto no termina aquí. Queda la gran pregunta: ¿quiénes ocuparán ahora esos puestos vacantes en la Junta del Banco Nacional? Porque de nada sirve limpiar la casa si se van a traer los mismos fantasmas vestidos con otro nombre. El proceso de selección debe ser radicalmente distinto: transparente, público, riguroso y libre de influencias políticas. Costa Rica ya no soporta más maquillaje institucional.

Solo los foreros registrados pueden disfrutar ver los archivos adjuntos.


Pero por hoy, hay que decirlo: el país fue testigo de un acto de gobierno que sí se atrevió a cortar el cordón umbilical con la impunidad. Y en tiempos donde la ética parece estar en peligro de extinción, eso no es poca cosa. Enhorabuena por una decisión que marca un antes y un después en el manejo del poder público.

Porque si el Banco Nacional quiere volver a ser una institución respetable, el primer paso es dejar de ser guarida de lealtades partidarias y volver a ser casa del interés colectivo.
Ese es el banco que deberían cerrar
 
En un país acostumbrado a ver cómo las instituciones públicas se transforman en botines políticos, el Gobierno de Costa Rica, liderado por el presidente Rodrigo Chaves, dio un golpe sorpresivo pero necesario al corazón del sistema financiero nacional. Este 28 de mayo, la Junta Directiva del Banco Nacional fue destituida en su totalidad, tras revelarse un procedimiento irregular en el nombramiento de Rossaysella Ulloa Villalobos como Gerente General. El escándalo no es menor, y esta vez, a diferencia de gobiernos anteriores que preferían barrer la corrupción bajo la alfombra del protocolo, la administración Chaves optó por sacudir la alfombra con todo y polvo acumulado.


Detrás de esta drástica, pero justificada decisión, estuvo la mano firme del Primer Vicepresidente de la República, Stephan Brunner Neibig, quien lideró el proceso disciplinario que terminó ante el Consejo de Gobierno. La razón: una designación que, según el propio Ejecutivo, fue ilegítima y carente de transparencia. Sin embargo, más allá del procedimiento puntual, lo que se desmanteló fue una estructura enquistada de favores, compadrazgos y decisiones a puerta cerrada que, durante años, parecieron norma en el Banco Nacional.


Los nombres de los destituidos hablan por sí solos: Marvin Arias Aguilar, Maricela Alpízar Chacón, Ruth Belarmina Alfaro Jara, José Bernal Juan Alvarado, José Manuel Arias Porras, Montserrat Betzel del Carmen Buján Boza y Carlos Rodolfo de Gerardo González Cuadra. Todos fueron apartados de sus cargos por validar, de manera directa o por omisión, un proceso que dejó de lado cualquier intención de meritocracia, y más bien confirmó lo que la ciudadanía ya sospechaba: que en el Banco Nacional se seguía jugando al viejo estilo del reparto por conveniencia.


Sin embargo, en medio del cinismo institucionalizado que ha caracterizado a muchas administraciones anteriores, hay que reconocer cuando se rompe el molde.

El presidente Rodrigo Chaves ha demostrado que no está dispuesto a ser cómplice silencioso de prácticas que tanto daño han hecho al país. Esta decisión no es solo una medida administrativa; es una declaración política. El mensaje es claro: el que abuse del poder, cae. Y no habrá más impunidad para quienes crean que pueden manejar los bienes públicos como si fueran propiedades familiares.


Chaves, a quien no pocos sectores han intentado desacreditar por su estilo frontal, vuelve a demostrar que la lucha contra la corrupción no es eslogan de campaña, sino eje de gobierno. Mientras otros se habrían hecho de la vista gorda, él ha optado por destapar la cloaca, aunque eso implique enfrentarse con élites y estructuras profundamente arraigadas.


Claro, el reto no termina aquí. Queda la gran pregunta: ¿quiénes ocuparán ahora esos puestos vacantes en la Junta del Banco Nacional? Porque de nada sirve limpiar la casa si se van a traer los mismos fantasmas vestidos con otro nombre. El proceso de selección debe ser radicalmente distinto: transparente, público, riguroso y libre de influencias políticas. Costa Rica ya no soporta más maquillaje institucional.

Solo los foreros registrados pueden disfrutar ver los archivos adjuntos.


Pero por hoy, hay que decirlo: el país fue testigo de un acto de gobierno que sí se atrevió a cortar el cordón umbilical con la impunidad. Y en tiempos donde la ética parece estar en peligro de extinción, eso no es poca cosa. Enhorabuena por una decisión que marca un antes y un después en el manejo del poder público.

Porque si el Banco Nacional quiere volver a ser una institución respetable, el primer paso es dejar de ser guarida de lealtades partidarias y volver a ser casa del interés colectivo.
Que duro como desangran al país por todo lado
 
En un país acostumbrado a ver cómo las instituciones públicas se transforman en botines políticos, el Gobierno de Costa Rica, liderado por el presidente Rodrigo Chaves, dio un golpe sorpresivo pero necesario al corazón del sistema financiero nacional. Este 28 de mayo, la Junta Directiva del Banco Nacional fue destituida en su totalidad, tras revelarse un procedimiento irregular en el nombramiento de Rossaysella Ulloa Villalobos como Gerente General. El escándalo no es menor, y esta vez, a diferencia de gobiernos anteriores que preferían barrer la corrupción bajo la alfombra del protocolo, la administración Chaves optó por sacudir la alfombra con todo y polvo acumulado.


Detrás de esta drástica, pero justificada decisión, estuvo la mano firme del Primer Vicepresidente de la República, Stephan Brunner Neibig, quien lideró el proceso disciplinario que terminó ante el Consejo de Gobierno. La razón: una designación que, según el propio Ejecutivo, fue ilegítima y carente de transparencia. Sin embargo, más allá del procedimiento puntual, lo que se desmanteló fue una estructura enquistada de favores, compadrazgos y decisiones a puerta cerrada que, durante años, parecieron norma en el Banco Nacional.


Los nombres de los destituidos hablan por sí solos: Marvin Arias Aguilar, Maricela Alpízar Chacón, Ruth Belarmina Alfaro Jara, José Bernal Juan Alvarado, José Manuel Arias Porras, Montserrat Betzel del Carmen Buján Boza y Carlos Rodolfo de Gerardo González Cuadra. Todos fueron apartados de sus cargos por validar, de manera directa o por omisión, un proceso que dejó de lado cualquier intención de meritocracia, y más bien confirmó lo que la ciudadanía ya sospechaba: que en el Banco Nacional se seguía jugando al viejo estilo del reparto por conveniencia.


Sin embargo, en medio del cinismo institucionalizado que ha caracterizado a muchas administraciones anteriores, hay que reconocer cuando se rompe el molde.

El presidente Rodrigo Chaves ha demostrado que no está dispuesto a ser cómplice silencioso de prácticas que tanto daño han hecho al país. Esta decisión no es solo una medida administrativa; es una declaración política. El mensaje es claro: el que abuse del poder, cae. Y no habrá más impunidad para quienes crean que pueden manejar los bienes públicos como si fueran propiedades familiares.


Chaves, a quien no pocos sectores han intentado desacreditar por su estilo frontal, vuelve a demostrar que la lucha contra la corrupción no es eslogan de campaña, sino eje de gobierno. Mientras otros se habrían hecho de la vista gorda, él ha optado por destapar la cloaca, aunque eso implique enfrentarse con élites y estructuras profundamente arraigadas.


Claro, el reto no termina aquí. Queda la gran pregunta: ¿quiénes ocuparán ahora esos puestos vacantes en la Junta del Banco Nacional? Porque de nada sirve limpiar la casa si se van a traer los mismos fantasmas vestidos con otro nombre. El proceso de selección debe ser radicalmente distinto: transparente, público, riguroso y libre de influencias políticas. Costa Rica ya no soporta más maquillaje institucional.

Solo los foreros registrados pueden disfrutar ver los archivos adjuntos.


Pero por hoy, hay que decirlo: el país fue testigo de un acto de gobierno que sí se atrevió a cortar el cordón umbilical con la impunidad. Y en tiempos donde la ética parece estar en peligro de extinción, eso no es poca cosa. Enhorabuena por una decisión que marca un antes y un después en el manejo del poder público.

Porque si el Banco Nacional quiere volver a ser una institución respetable, el primer paso es dejar de ser guarida de lealtades partidarias y volver a ser casa del interés colectivo.
Y uno como estúpido pagando comisiones por las transacciones que se realizan
 
Me parece bien que los hayan suspendido y los hayan quitado de sus puestos porque ya han salido muchas cosas negativas de la administración de ese banco
 
Diría que me sorprende pero no, ese banco la verdad no ha hecho nada bueno hasta la fecha, más que tener gatos caseros que roban información
 
esos puestos nunca tienen un proceso de selección, todos son por nombramiento
el problema de la bandada presidencial, es que los que están, no han sido nombrados por ellos
 
En un país donde se percibe que las instituciones públicas frecuentemente se convierten en espacios de reparto político, el Gobierno de Costa Rica habría tomado una decisión sorpresiva que impactó directamente al sistema financiero nacional. Según trascendidos, el 28 de mayo se habría destituido en su totalidad a la Junta Directiva del principal banco estatal, tras la supuesta revelación de irregularidades en el procedimiento de nombramiento de la Gerencia General. El presunto escándalo, calificado por diversas voces como significativo, habría sido enfrentado, a diferencia de lo ocurrido en administraciones previas, con una acción decidida en lugar de ser encubierto mediante formalismos.


De acuerdo con versiones no oficiales, la decisión disciplinaria habría sido impulsada desde la Vicepresidencia de la República, luego de que se señalara la existencia de una designación supuestamente ilegítima y carente de transparencia. No obstante, más allá del caso concreto, lo que se habría puesto en evidencia sería una presunta estructura interna caracterizada por favores, compadrazgos y resoluciones a puerta cerrada, circunstancias que, según algunos sectores, habrían prevalecido por años en el entorno bancario estatal.


Se alega que la separación de la Junta Directiva se fundamentó en su presunta validación, sea por acción u omisión, de un proceso que habría dejado de lado los principios de mérito y transparencia, dando continuidad a las prácticas percibidas por la ciudadanía como el tradicional reparto por conveniencia.


Dentro del clima de escepticismo hacia la institucionalidad pública, diversos sectores han señalado la importancia de reconocer cuando se produce una ruptura con las prácticas habituales. Según diversas opiniones, la medida adoptada constituye no solo una decisión administrativa, sino también una declaración política: quien abuse del poder eventualmente enfrenta consecuencias, y no habría ya tolerancia para quienes intenten manejar bienes públicos bajo lógicas patrimoniales.


Este giro en la gestión pública se interpreta como una reafirmación de que la lucha contra la corrupción no debe ser un simple eslogan electoral, sino el eje central de la administración. En lugar de ignorar las posibles irregularidades, se habría optado por exponer situaciones presuntamente anómalas, aunque ello signifique enfrentarse a intereses y estructuras arraigadas.
En este país nada sucede,solo se mueve las injusticias hacia el país,siempre los más corruptos serán el gobierno. Algo tiene que explotar pronto.
 
Ya era hora de que intervengan estos bancos, que supuestamente son públicos pero operan como privados con intereses altísimos
 

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