¡Aguántense! La cosa anda dura para nuestros abuelitos y abuelitas acá en Costa Rica. Resulta que la Fiscalía General de la Nación ha encendido todas las alarmas porque los números de denuncias por delitos contra adultos mayores han ido escalando como pura agua en Semana Santa. Ya llevamos más de 7,000 denuncias acumuladas hasta agosto, y eso sin llegar a fin de año. ¡Uy, qué pena!
Parece que la situación se puso fea desde 2023, cuando se registraron alrededor de 7,900 denuncias. En 2024, la cosa explotó aún más, llegando a 8,458 casos. Eso significa casi 600 denuncias nuevas en apenas un año. ¡Una barbaridad! Y la Fiscal Adjunta Martha Brenes, quien lleva el caso, dice que todavía le faltan unos cuantos por denunciar, así que podríamos cerrar el año con cifras que ni nos imaginamos.
Lo que más preocupa es que los delitos más comunes son el hurto, el robo y las estafas, esas cosas que te vacían la billetera rápido. Pero también hay otro lado oscuro, el abuso psicológico, físico y el abandono, que muchas veces no salen a la luz porque las víctimas tienen miedo o vergüenza. Ahí sí que estamos hablando de una ‘cifra negra’ enorme, como dicen los fiscales. ¡Imagínate cuánta bronca hay ahí adentro!
Brenes recalcó que tenemos una responsabilidad legal nacional e internacional de cuidar a estas personas. Dijo que ya no podemos seguir haciendo los perros flaites, sino visibilizar y proteger a la población adulta mayor. Entendemos que es un grupo en crecimiento y con necesidades específicas, pero entre más tiempo tardemos en actuar, peor se pone la cosa. ¡Esto no es juego de niños, chunches!
¿Y cuáles son las razones detrás de esta ola de delictuosa? Pues resulta que muchos de nuestros abuelitos sufren de problemas físicos o mentales que los hacen más vulnerables. Otros dependen económicamente o emocionalmente de sus propios familiares, quienes lamentablemente algunos se aprovechan de esa situación. Y luego está el aislamiento social, que los deja desconectados del mundo y más susceptibles a caer en trampas. Además, muchos ni siquiera saben cómo denunciar o dónde ir a buscar ayuda. ¡Un brete!
Pero ojo, no todo está perdido. Desde la Fiscalía insisten en que cualquier persona puede denunciar un posible delito contra un adulto mayor, ya sea a la Fuerza Pública, al OIJ o en cualquier fiscalía del país. Incluso pueden hacerlo de forma anónima, sin necesidad de dar nombres. Lo importante es levantar la voz y no quedarnos callados viendo cómo otros se aprovechan de nuestra gente mayor. ¡No permitamos que esto siga pasando!
Además, te recuerdan que la prevención es clave. Hay que fortalecer la sensibilización social y educar a la comunidad sobre cómo identificar y prevenir situaciones de riesgo. Muchas veces, el problema empieza en casa, con familiares que deberían estar cuidando a sus seres queridos y terminan explotándolos. Así que familia, pónganse las pilas y presten atención a sus abuelos. ¡Que no les pase nada malo!
Ahora bien, con toda esta información, me pregunto... ¿Creen ustedes que realmente estamos haciendo lo suficiente para proteger a nuestros adultos mayores, o simplemente estamos dando vueltas sin llegar a resolver el problema? ¿Qué medidas concretas podríamos implementar desde nuestras propias comunidades para crear un ambiente más seguro y solidario para ellos?
Parece que la situación se puso fea desde 2023, cuando se registraron alrededor de 7,900 denuncias. En 2024, la cosa explotó aún más, llegando a 8,458 casos. Eso significa casi 600 denuncias nuevas en apenas un año. ¡Una barbaridad! Y la Fiscal Adjunta Martha Brenes, quien lleva el caso, dice que todavía le faltan unos cuantos por denunciar, así que podríamos cerrar el año con cifras que ni nos imaginamos.
Lo que más preocupa es que los delitos más comunes son el hurto, el robo y las estafas, esas cosas que te vacían la billetera rápido. Pero también hay otro lado oscuro, el abuso psicológico, físico y el abandono, que muchas veces no salen a la luz porque las víctimas tienen miedo o vergüenza. Ahí sí que estamos hablando de una ‘cifra negra’ enorme, como dicen los fiscales. ¡Imagínate cuánta bronca hay ahí adentro!
Brenes recalcó que tenemos una responsabilidad legal nacional e internacional de cuidar a estas personas. Dijo que ya no podemos seguir haciendo los perros flaites, sino visibilizar y proteger a la población adulta mayor. Entendemos que es un grupo en crecimiento y con necesidades específicas, pero entre más tiempo tardemos en actuar, peor se pone la cosa. ¡Esto no es juego de niños, chunches!
¿Y cuáles son las razones detrás de esta ola de delictuosa? Pues resulta que muchos de nuestros abuelitos sufren de problemas físicos o mentales que los hacen más vulnerables. Otros dependen económicamente o emocionalmente de sus propios familiares, quienes lamentablemente algunos se aprovechan de esa situación. Y luego está el aislamiento social, que los deja desconectados del mundo y más susceptibles a caer en trampas. Además, muchos ni siquiera saben cómo denunciar o dónde ir a buscar ayuda. ¡Un brete!
Pero ojo, no todo está perdido. Desde la Fiscalía insisten en que cualquier persona puede denunciar un posible delito contra un adulto mayor, ya sea a la Fuerza Pública, al OIJ o en cualquier fiscalía del país. Incluso pueden hacerlo de forma anónima, sin necesidad de dar nombres. Lo importante es levantar la voz y no quedarnos callados viendo cómo otros se aprovechan de nuestra gente mayor. ¡No permitamos que esto siga pasando!
Además, te recuerdan que la prevención es clave. Hay que fortalecer la sensibilización social y educar a la comunidad sobre cómo identificar y prevenir situaciones de riesgo. Muchas veces, el problema empieza en casa, con familiares que deberían estar cuidando a sus seres queridos y terminan explotándolos. Así que familia, pónganse las pilas y presten atención a sus abuelos. ¡Que no les pase nada malo!
Ahora bien, con toda esta información, me pregunto... ¿Creen ustedes que realmente estamos haciendo lo suficiente para proteger a nuestros adultos mayores, o simplemente estamos dando vueltas sin llegar a resolver el problema? ¿Qué medidas concretas podríamos implementar desde nuestras propias comunidades para crear un ambiente más seguro y solidario para ellos?