Miren banda, la cosa está así: en Estados Unidos, donde se toma café como si fuera agua, los precios se les están disparando más rápido que un carro de carreras en Parrita. Parece que ahora, ir por un cafecito es más caro que sacarte un pase de autobús para Jacó.
Todo empezó con unas crisis climáticas que le dieron duro al cultivo del café arábiga, que es el que más usan por allá. Pa’ colmo, el señor Trump, en su momento, puso unos aranceles altísimos a los productos que vienen de Brasil, que es como el patio trasero del café mundial. Imagínense, ¡un 50% extra solo por ser brasileño! Y eso, obviamente, se siente en el bolsillo del consumidor.
Jeremy Lyman, que es un mae que dirige una cadeñita de cafeterías en Nueva York llamada Birch Coffee, estaba diciendo que la cosa está dura. Según él, los precios del café se han triplicado en el último año. Un 55%, diay, eso sí duele, ¿eh? Ahora tienen que buscar el café en otros lados, porque traerlo de Brasil ya se salió de madre, literalmente impagable, me comentaba.
Lo peor es que los exportadores de café de Brasil, el Cecafe, han dicho que los envíos a Estados Unidos se cayeron como fruta madura – casi un 53% menos que el año pasado. Entonces, ¿adivinen qué? Están empezando a comprar café a México, Perú y hasta Etiopía. ¡Imagínatelo! Antes eran tan felices con el café brasileño y ahora están buscando en todos lados pa’ llenar los bares.
Ahora resulta que, los dueños de las cafeterías están pensando en cosas raras para seguir nadando. Algunos ya andan agregando un ‘cargo’ al precio del café, dependiendo de cuánto esté picando el arancel de Trump. Como si uno estuviera jugando a la ruleta rusa con el precio de una tacita de café. Yo creo que ahí hay gente que se va a hartar, ¿vos qué opinas?
Algunos clientes ya se están poniendo quisquillosos. Jason Nickel, un mae de 45 años, anda mirando bien a dónde va a gastar su dinerito en café. No quiere pagar más de seis dólares por un cortado, ni loco. Anna Simonovsky, una chica de 32, dice que antes pagaba siete por un latte, pero ahora, con suerte, le da 10. Que se lo come como un lujo, vaya. La verdad, entiendo, ¡el café ya no es lo que era!
Pero ojo, que no todo está perdido. Resulta que Trump, en un acto rarísimo de cordura, quitó el café de la lista de productos que le ponen aranceles. Al parecer, entendieron que mucha gente depende del café para funcionar – y que nadie quiere tener que empezar el día con cara de ogro por culpa de un café caro. Además, tanto republicanos como demócratas están juntitos haciendo leyes para proteger la industria cafetera. Una muestra de que, a veces, hasta los políticos pueden hacer algo bien.
Así que miren, la cosa está complicada, pero no imposible. El precio del café sigue siendo un problema, pero parece que estamos viendo algunas luces al final del túnel. Pero díganme, ¿hasta cuánto están dispuestos a pagar ustedes por una buena taza de café tico? ¿Creen que esta situación obligará a los cafeteros a buscar alternativas más económicas o prefieren mantener la calidad a pesar del precio?
Todo empezó con unas crisis climáticas que le dieron duro al cultivo del café arábiga, que es el que más usan por allá. Pa’ colmo, el señor Trump, en su momento, puso unos aranceles altísimos a los productos que vienen de Brasil, que es como el patio trasero del café mundial. Imagínense, ¡un 50% extra solo por ser brasileño! Y eso, obviamente, se siente en el bolsillo del consumidor.
Jeremy Lyman, que es un mae que dirige una cadeñita de cafeterías en Nueva York llamada Birch Coffee, estaba diciendo que la cosa está dura. Según él, los precios del café se han triplicado en el último año. Un 55%, diay, eso sí duele, ¿eh? Ahora tienen que buscar el café en otros lados, porque traerlo de Brasil ya se salió de madre, literalmente impagable, me comentaba.
Lo peor es que los exportadores de café de Brasil, el Cecafe, han dicho que los envíos a Estados Unidos se cayeron como fruta madura – casi un 53% menos que el año pasado. Entonces, ¿adivinen qué? Están empezando a comprar café a México, Perú y hasta Etiopía. ¡Imagínatelo! Antes eran tan felices con el café brasileño y ahora están buscando en todos lados pa’ llenar los bares.
Ahora resulta que, los dueños de las cafeterías están pensando en cosas raras para seguir nadando. Algunos ya andan agregando un ‘cargo’ al precio del café, dependiendo de cuánto esté picando el arancel de Trump. Como si uno estuviera jugando a la ruleta rusa con el precio de una tacita de café. Yo creo que ahí hay gente que se va a hartar, ¿vos qué opinas?
Algunos clientes ya se están poniendo quisquillosos. Jason Nickel, un mae de 45 años, anda mirando bien a dónde va a gastar su dinerito en café. No quiere pagar más de seis dólares por un cortado, ni loco. Anna Simonovsky, una chica de 32, dice que antes pagaba siete por un latte, pero ahora, con suerte, le da 10. Que se lo come como un lujo, vaya. La verdad, entiendo, ¡el café ya no es lo que era!
Pero ojo, que no todo está perdido. Resulta que Trump, en un acto rarísimo de cordura, quitó el café de la lista de productos que le ponen aranceles. Al parecer, entendieron que mucha gente depende del café para funcionar – y que nadie quiere tener que empezar el día con cara de ogro por culpa de un café caro. Además, tanto republicanos como demócratas están juntitos haciendo leyes para proteger la industria cafetera. Una muestra de que, a veces, hasta los políticos pueden hacer algo bien.
Así que miren, la cosa está complicada, pero no imposible. El precio del café sigue siendo un problema, pero parece que estamos viendo algunas luces al final del túnel. Pero díganme, ¿hasta cuánto están dispuestos a pagar ustedes por una buena taza de café tico? ¿Creen que esta situación obligará a los cafeteros a buscar alternativas más económicas o prefieren mantener la calidad a pesar del precio?