¡Aguante, pura vida! La movida del Festival de la Luz se puso más caliente que gallina asada, y no precisamente por la música. Parece que la Municipalidad de San José le dio un brunca tremenda a varias bandas nacionales, imponiendo restricciones que las dejaron más frustradas que gato en tiesto. Dos bandas ya decidieron tirar la toalla, y el ambiente en el mundo de la música tradicional se puso más tenso que cuerda de guitarra recién afinada.
La bronca empezó cuando la Muni le puso un límite de 120 integrantes por banda, una medida que llegó después de que ya habían sido aceptadas en el desfile. Esto desató una ola de reclamos, liderada principalmente por la Banda Lírico-Cantonal de Moravia, cuyo director, Juan Pablo Cubillo, no dudó en soltarle un buen discurso a CR Hoy, dejando claro que la situación está “al límite”. Imagínate la bronca, después de meses de preparación y esfuerzo, te salen con eso.
Según Cubillo, tanto la Banda 506 de San Carlos como la Banda de Sarchí, reconocidas a nivel nacional e internacional por llevar la cultura costarricense a otros países, se vieron obligadas a declinar su participación. Un golpe duro, ¡qué sal!, para estas agrupaciones que siempre han puesto el nombre de Costa Rica en alto. Intentaron dialogar con la Muni, mandar emails, pedir reuniones… pero parece que les cerraron la puerta en la cara. ¡Un despiche!
Y ni hablar del esfuerzo que implica preparar una banda para un evento como el Festival de la Luz. No es simplemente juntarse a tocar unos instrumentos, ¡mae!. Detrás de cada presentación hay incontables horas de ensayo, elaboración de coreografías, inversión económica… ¡Una torta! Muchos músicos hasta sacrifican actividades familiares para poder estar a la altura. Y ahí entra el tema del financiamiento, que también es un brete para estas bandas.
“La gente ve a las bandas en el escenario, disfrutando la música, pero no sabe de los sacrificios que hacemos”, lamentó Cubillo. “Desde que nos levantamos hasta bien entrada la noche estamos ensayando, ajustando detalles, buscando cómo cubrir gastos... ¡Qué carga!”. Además, recordó que el día del festival las bandas deben presentarse muy temprano, viajar de madrugada e invertir incontables horas en preparativos. Todo eso, por amor a la música y por representar a nuestro país.
Pero la cosa no va por falta de apoyo general al arte, aclara Cubillo. El problema radica en la organización del evento y en la falta de conocimiento de la Municipalidad sobre cómo funcionan las bandas y cuánto esfuerzo requieren. Los acusa de ser “cerrados” y de no querer escuchar a las partes afectadas. Según él, la Muni debería entender que el diálogo y la comunicación son fundamentales para que este tipo de eventos sean un éxito, y no actuar a espaldas de nadie. “No se trata de llorar sobre la leche derramada, sino de aprender a comunicarse desde el principio”, enfatizó.
Lo que realmente duele es que esto afecta la moral de los músicos y de todos los que participan en las bandas. Después de tantos años dedicándose a esta actividad, sentirse despreciados por una institución pública es un golpe bajo. Como dice el dicho: «el músico toca con el corazón». Y cuando el corazón está herido, la música no suena igual. Sumado a esto, mencionar que algunas bandas tuvieron que sacrificar mucho dinero para poder completar el papeleo requerido por la municipalidad, como grabaciones de video, que luego resultaron inútiles ante las nuevas restricciones, es un agravio añadido.
En fin, la movida quedó abierta. Ahora, la pregunta que queda flotando en el aire es: ¿Debería la Municipalidad reconsiderar las restricciones y permitir que todas las bandas participen en el Festival de la Luz, o seguir adelante con esta política restrictiva que amenaza con convertir una tradición cultural en un mero trámite burocrático? ¿Creen que la Muni escuchará a las bandas y buscará una solución, o continuaremos viendo cómo nuestra música tradicional se va al traste?
La bronca empezó cuando la Muni le puso un límite de 120 integrantes por banda, una medida que llegó después de que ya habían sido aceptadas en el desfile. Esto desató una ola de reclamos, liderada principalmente por la Banda Lírico-Cantonal de Moravia, cuyo director, Juan Pablo Cubillo, no dudó en soltarle un buen discurso a CR Hoy, dejando claro que la situación está “al límite”. Imagínate la bronca, después de meses de preparación y esfuerzo, te salen con eso.
Según Cubillo, tanto la Banda 506 de San Carlos como la Banda de Sarchí, reconocidas a nivel nacional e internacional por llevar la cultura costarricense a otros países, se vieron obligadas a declinar su participación. Un golpe duro, ¡qué sal!, para estas agrupaciones que siempre han puesto el nombre de Costa Rica en alto. Intentaron dialogar con la Muni, mandar emails, pedir reuniones… pero parece que les cerraron la puerta en la cara. ¡Un despiche!
Y ni hablar del esfuerzo que implica preparar una banda para un evento como el Festival de la Luz. No es simplemente juntarse a tocar unos instrumentos, ¡mae!. Detrás de cada presentación hay incontables horas de ensayo, elaboración de coreografías, inversión económica… ¡Una torta! Muchos músicos hasta sacrifican actividades familiares para poder estar a la altura. Y ahí entra el tema del financiamiento, que también es un brete para estas bandas.
“La gente ve a las bandas en el escenario, disfrutando la música, pero no sabe de los sacrificios que hacemos”, lamentó Cubillo. “Desde que nos levantamos hasta bien entrada la noche estamos ensayando, ajustando detalles, buscando cómo cubrir gastos... ¡Qué carga!”. Además, recordó que el día del festival las bandas deben presentarse muy temprano, viajar de madrugada e invertir incontables horas en preparativos. Todo eso, por amor a la música y por representar a nuestro país.
Pero la cosa no va por falta de apoyo general al arte, aclara Cubillo. El problema radica en la organización del evento y en la falta de conocimiento de la Municipalidad sobre cómo funcionan las bandas y cuánto esfuerzo requieren. Los acusa de ser “cerrados” y de no querer escuchar a las partes afectadas. Según él, la Muni debería entender que el diálogo y la comunicación son fundamentales para que este tipo de eventos sean un éxito, y no actuar a espaldas de nadie. “No se trata de llorar sobre la leche derramada, sino de aprender a comunicarse desde el principio”, enfatizó.
Lo que realmente duele es que esto afecta la moral de los músicos y de todos los que participan en las bandas. Después de tantos años dedicándose a esta actividad, sentirse despreciados por una institución pública es un golpe bajo. Como dice el dicho: «el músico toca con el corazón». Y cuando el corazón está herido, la música no suena igual. Sumado a esto, mencionar que algunas bandas tuvieron que sacrificar mucho dinero para poder completar el papeleo requerido por la municipalidad, como grabaciones de video, que luego resultaron inútiles ante las nuevas restricciones, es un agravio añadido.
En fin, la movida quedó abierta. Ahora, la pregunta que queda flotando en el aire es: ¿Debería la Municipalidad reconsiderar las restricciones y permitir que todas las bandas participen en el Festival de la Luz, o seguir adelante con esta política restrictiva que amenaza con convertir una tradición cultural en un mero trámite burocrático? ¿Creen que la Muni escuchará a las bandas y buscará una solución, o continuaremos viendo cómo nuestra música tradicional se va al traste?