Mae, seguro a más de uno lo despertó el zarandeón del viernes en la madrugada. De esos que lo dejan a uno con el corazón en la garganta, preguntándose si fue un temblor de verdad o si el vecino de arriba se cayó de la cama. Pues sí, fue un sismo de 4,1, y desde ese momento, parece que la tierra debajo de Chepe decidió que ya no quería quedarse quieta. Desde ese susto, hemos tenido una procesión de temblorcitos: que uno de 1,8 por Goico, que otro de 2,1 cerquita de la Catedral, que otro de 2,2 por Zapote... Son como los mensajes insistentes de un ex, no hacen daño pero ¡cómo molestan!
Diay, para que no nos volvamos locos pensando que el fin del mundo empezó en el Parque de la Paz, le fuimos a preguntar a la gente que sabe. Esteban Chaves, que es el mandamás del Ovsicori, nos aclaró la vara. No es una sola falla volviéndose loca, sino lo que él llama un “sistema de fallas”. Imagínenselo como una red de carreteras subterráneas debajo de la capital, y de vez en cuando, un pedacito de esa red se reacomoda y nos manda un saludo. Por eso los epicentros andan brincando por todo el casco central. La parte que nos pone a pensar es que, claro, esta es la zona más densamente poblada del país. Un estornudo de la tierra aquí y lo sentimos todos.
Desde el temblor principal del viernes, ya van 14 réplicas contadas hasta el sábado. La mayoría, por suerte, han sido tan pequeñas que ni el más sensible las notó. Pero la del viernes por la tarde, esa de 3,1, sí que se sintió y puso a más de uno a revisar el app del Ovsicori. Según Chaves, que después del sismo principal vengan estas secuelas es “absolutamente normal”. Es el equivalente sísmico a cuando uno mueve un mueble pesado y luego se escuchan crujidos mientras todo se asienta. La gente del Ovsicori está en un brete constante, con los ojos pegados a los monitores para que no se les escape nada. Es un trabajo que nadie ve, hasta que la tierra nos recuerda dónde vivimos.
Ahora viene lo interesante. Dentro de todo este zangoloteo, hay una buena noticia. El Ovsicori va a montar una red de monitoreo temporal justo en el epicentro de toda esta actividad. ¿Por qué? Chaves lo explica súper claro: los temblores muy pequeños son como un chisme, la energía se pierde rápido y no llega a las estaciones permanentes que están más lejos. La tierra misma se come la señal. Entonces, para entender bien el carácter de estas fallas, necesitan poner sus “orejas” (unos chunches sismológicos súper sensibles) prácticamente encima. Con esta nueva red, van a poder “escuchar” hasta el más mínimo susurro de las fallas josefinas y mapear con un detalle increíble qué es exactamente lo que está pasando allá abajo.
Al final del día, la Comisión Nacional de Emergencias dice que aquí no ha pasado nada grave, ni un solo reporte de daños serios, lo cual es un alivio. Pero la procesión va por dentro. Este enjambre nos sirve como un recordatorio, sin mucho drama, de que vivimos en un país sísmicamente activo y que la capital no es ninguna excepción. La vara es estar preparados, tener un plan y no entrar en pánico con cada meneón. Es parte del paquete de vivir en este paraíso con sus peculiaridades geológicas. Ahora, la pregunta del millón queda para el foro...
Y ustedes, maes, ¿cómo vivieron la tembladera? ¿Sintieron el de 4,1 o son de los que duermen como una piedra? ¿Les da cosa que el epicentro sea prácticamente el patio de la casa? ¡Cuenten todo en los comentarios!
Diay, para que no nos volvamos locos pensando que el fin del mundo empezó en el Parque de la Paz, le fuimos a preguntar a la gente que sabe. Esteban Chaves, que es el mandamás del Ovsicori, nos aclaró la vara. No es una sola falla volviéndose loca, sino lo que él llama un “sistema de fallas”. Imagínenselo como una red de carreteras subterráneas debajo de la capital, y de vez en cuando, un pedacito de esa red se reacomoda y nos manda un saludo. Por eso los epicentros andan brincando por todo el casco central. La parte que nos pone a pensar es que, claro, esta es la zona más densamente poblada del país. Un estornudo de la tierra aquí y lo sentimos todos.
Desde el temblor principal del viernes, ya van 14 réplicas contadas hasta el sábado. La mayoría, por suerte, han sido tan pequeñas que ni el más sensible las notó. Pero la del viernes por la tarde, esa de 3,1, sí que se sintió y puso a más de uno a revisar el app del Ovsicori. Según Chaves, que después del sismo principal vengan estas secuelas es “absolutamente normal”. Es el equivalente sísmico a cuando uno mueve un mueble pesado y luego se escuchan crujidos mientras todo se asienta. La gente del Ovsicori está en un brete constante, con los ojos pegados a los monitores para que no se les escape nada. Es un trabajo que nadie ve, hasta que la tierra nos recuerda dónde vivimos.
Ahora viene lo interesante. Dentro de todo este zangoloteo, hay una buena noticia. El Ovsicori va a montar una red de monitoreo temporal justo en el epicentro de toda esta actividad. ¿Por qué? Chaves lo explica súper claro: los temblores muy pequeños son como un chisme, la energía se pierde rápido y no llega a las estaciones permanentes que están más lejos. La tierra misma se come la señal. Entonces, para entender bien el carácter de estas fallas, necesitan poner sus “orejas” (unos chunches sismológicos súper sensibles) prácticamente encima. Con esta nueva red, van a poder “escuchar” hasta el más mínimo susurro de las fallas josefinas y mapear con un detalle increíble qué es exactamente lo que está pasando allá abajo.
Al final del día, la Comisión Nacional de Emergencias dice que aquí no ha pasado nada grave, ni un solo reporte de daños serios, lo cual es un alivio. Pero la procesión va por dentro. Este enjambre nos sirve como un recordatorio, sin mucho drama, de que vivimos en un país sísmicamente activo y que la capital no es ninguna excepción. La vara es estar preparados, tener un plan y no entrar en pánico con cada meneón. Es parte del paquete de vivir en este paraíso con sus peculiaridades geológicas. Ahora, la pregunta del millón queda para el foro...
Y ustedes, maes, ¿cómo vivieron la tembladera? ¿Sintieron el de 4,1 o son de los que duermen como una piedra? ¿Les da cosa que el epicentro sea prácticamente el patio de la casa? ¡Cuenten todo en los comentarios!