¡Ay, Dios mío, qué historia nos llega desde Inglaterra! Parece sacada de película, pero es real: Abbie Lodge, una maé de 34 años, pasó de vivir a base de comida chatarra y bebidas azucaradas a convertirse en coach de bienestar, todo gracias a una drastic transformation física y mental que dejó a medio mundo boquiabierto.
La vaina empezó hace unos años, cuando la pobre Abbie se veía atrapada en un círculo vicioso de malos hábitos alimenticios. Desayunos inexistentes, papas fritas y chocolates por la mañana, comida rápida a domicilio para el almuerzo y la cena… ¡y eso sí, sin faltarle tres o cuatro litros de una gaseosa de cereza azucarada al día! Según cuenta ella misma, se estaba ‘anestesinando’ con la comida, buscando refugio en antojos que la tenían prácticamente prisionera.
El detonante, como suele pasar, llegó de forma inesperada. En un video de unas vacaciones familiares, vio reflejado cómo había llegado hasta ese punto. Simultáneamente, los doctores le dieron un buen susto con advertencias sobre su estado de salud, señalándole que si continuaba así, las cosas se pondrían feas. ¡Fue ahí cuando la ficha cayó!
Así que, con decisión pura, Abbie decidió cambiar la vara. Se apuntó a un programa de alimentación estructurado, similar al Cambridge Weight Plan, pero entendió rápidamente que la clave no estaba solamente en la dieta, sino en algo mucho más simple: ¡el agua! Ahora toma alrededor de tres o cuatro litros diarios, lo cual le ayudó a controlar el hambre y sentir llena durante más tiempo. "Es mi arma secreta", confiesa entre risas.
Pero lo realmente ‘a cachete’ de esta historia es el cambio mental que experimentó. Abbie afirma que se libró de una “carga mental” enorme, ya no se siente dominada por los antojos ni por la necesidad de llenar un vacío emocional con comida. Dice que antes sentía que la comida la controlaba; ahora, ella controla la comida.
Y no se trata de privarse totalmente de los alimentos que disfrutaba antes. Abbie mantiene una alimentación equilibrada, con desayunos ricos en proteína –omelettes o yogur–, almuerzos nutritivos y cenas compartidas con su familia, donde permite algunos caprichos ocasionales. La flexibilidad, según explica, es fundamental para mantener la sostenibilidad a largo plazo. Lo importante es disfrutar de los alimentos sin culpa ni obsesiones.
La transformación física, por supuesto, es impresionante: ¡perdió 65 kilos!, una cifra que deja atónito a cualquiera. Pero Abbie enfatiza que el mayor logro no es haber logrado adelgazar, sino haber encontrado un equilibrio interno y una nueva perspectiva sobre la alimentación y su relación con su cuerpo. Ahora, es una coach de bienestar, inspirando a otras personas a tomar las riendas de sus vidas y perseguir sus metas de manera saludable y consciente. Ha demostrado que nunca es tarde para hacer un cambio radical y recuperar el control.
La historia de Abbie Lodge es una prueba fehaciente de que, con determinación y enfoque, podemos superar cualquier obstáculo y transformar nuestras vidas. Pero me pregunto, ¿cuál creen ustedes es el factor más crucial para lograr una transformación duradera como la de Abbie: la disciplina dietética, el apoyo social o, quizás, la fuerza de voluntad mental?
La vaina empezó hace unos años, cuando la pobre Abbie se veía atrapada en un círculo vicioso de malos hábitos alimenticios. Desayunos inexistentes, papas fritas y chocolates por la mañana, comida rápida a domicilio para el almuerzo y la cena… ¡y eso sí, sin faltarle tres o cuatro litros de una gaseosa de cereza azucarada al día! Según cuenta ella misma, se estaba ‘anestesinando’ con la comida, buscando refugio en antojos que la tenían prácticamente prisionera.
El detonante, como suele pasar, llegó de forma inesperada. En un video de unas vacaciones familiares, vio reflejado cómo había llegado hasta ese punto. Simultáneamente, los doctores le dieron un buen susto con advertencias sobre su estado de salud, señalándole que si continuaba así, las cosas se pondrían feas. ¡Fue ahí cuando la ficha cayó!
Así que, con decisión pura, Abbie decidió cambiar la vara. Se apuntó a un programa de alimentación estructurado, similar al Cambridge Weight Plan, pero entendió rápidamente que la clave no estaba solamente en la dieta, sino en algo mucho más simple: ¡el agua! Ahora toma alrededor de tres o cuatro litros diarios, lo cual le ayudó a controlar el hambre y sentir llena durante más tiempo. "Es mi arma secreta", confiesa entre risas.
Pero lo realmente ‘a cachete’ de esta historia es el cambio mental que experimentó. Abbie afirma que se libró de una “carga mental” enorme, ya no se siente dominada por los antojos ni por la necesidad de llenar un vacío emocional con comida. Dice que antes sentía que la comida la controlaba; ahora, ella controla la comida.
Y no se trata de privarse totalmente de los alimentos que disfrutaba antes. Abbie mantiene una alimentación equilibrada, con desayunos ricos en proteína –omelettes o yogur–, almuerzos nutritivos y cenas compartidas con su familia, donde permite algunos caprichos ocasionales. La flexibilidad, según explica, es fundamental para mantener la sostenibilidad a largo plazo. Lo importante es disfrutar de los alimentos sin culpa ni obsesiones.
La transformación física, por supuesto, es impresionante: ¡perdió 65 kilos!, una cifra que deja atónito a cualquiera. Pero Abbie enfatiza que el mayor logro no es haber logrado adelgazar, sino haber encontrado un equilibrio interno y una nueva perspectiva sobre la alimentación y su relación con su cuerpo. Ahora, es una coach de bienestar, inspirando a otras personas a tomar las riendas de sus vidas y perseguir sus metas de manera saludable y consciente. Ha demostrado que nunca es tarde para hacer un cambio radical y recuperar el control.
La historia de Abbie Lodge es una prueba fehaciente de que, con determinación y enfoque, podemos superar cualquier obstáculo y transformar nuestras vidas. Pero me pregunto, ¿cuál creen ustedes es el factor más crucial para lograr una transformación duradera como la de Abbie: la disciplina dietética, el apoyo social o, quizás, la fuerza de voluntad mental?
