¡Ay, Dios mío! Parece que Hacienda nos quiere llevar al manicomio con estas noticias. Resulta que, pese a algunos maquillitos estadísticos, la deuda pública sigue siendo el dolor de cabeza número uno del país. Ya saben, el clásico ‘problema no resuelto’ que nunca parece irse, como la mosca en la leche.
La bronca es que la cartera de hacienda ha soltado la bomba: casi la mitad de todo lo que vamos a tener que pagarle a los acreedores entre 2025 y 2054 se va a concentrar en apenas cinco años, entre 2025 y 2030. ¡Qué carga! Una cifra que te deja pensando si realmente estamos manejando esto como deberíamos.
Y ni hablar de las cantidades que faltan. Con corte a agosto del 2025, todavía nos debemos unos ¢1,3 billones, ¡y eso solo para el año 2025! De esos, unos $870 millones son en dólares, así que ya se imaginan la presión cambiaria que estamos viviendo. A ver quién me explica cómo vamos a sacarle pecho a semejante brete.
Si revisamos los próximos años, los pagos van a seguir siendo de récord. El 2026 será otro golpe duro, con más de ¢4 billones destinados solo al servicio de la deuda. Luego baja un poco en 2027, pero en 2028... ¡boom! Superamos los ¢4,5 billones, la cima de esta montaña rusa financiera. Y ni quiero pensar en el 2029, porque ahí volveremos a tocar casi los mismos niveles. ¡Qué despiche!
Lo bueno (si es que hay algo bueno) es que Hacienda dice que hubo una ligera mejora en el balance primario y financiero. Dicen que el balance primario, que es básicamente lo que ganamos menos lo que gastamos, aumentó 0,2 puntos porcentuales respecto al año anterior. Pero, ay, cuando agregamos los intereses de la deuda, la cosa se pone fea otra vez. En los primeros ocho meses de este año, estuvimos en negativo con un -2% del PIB, aunque poquito mejor que el -2,5% del año pasado. Es como intentar apagar un incendio con un vaso de agua.
Y para colmo, la relación deuda – PIB del Gobierno Central llegó al 57,9%, algo menor que el año pasado (59,8%). No sé ustedes, pero yo empiezo a sentir que estamos jugando a las ruletas rusas con la economía nacional. Cada pequeña mejora es bienvenida, claro, pero no borra el hecho de que tenemos una deuda enorme colgando sobre nuestras cabezas, amenazando con llevarnos todos al barro.
Muchos economistas señalan que esta situación es resultado de años de políticas fiscales inconsistentes, de promesas electorales incumplidas y, francamente, de una falta de visión estratégica a largo plazo. Se han metido parches aquí y allá, pero nunca se atacó el problema de raíz. Ahora, nos toca pagar las consecuencias, y parece que la factura va a ser bien salada para todos nosotros. Además, la volatilidad internacional no ayuda precisamente; las tasas de interés subiendo afuera, nos aplican presión acá dentro.
Entonces, chavos, con toda esta información, pregunto: ¿cree usted que el gobierno actual tiene un plan viable para controlar la deuda pública a largo plazo, o simplemente estamos destinando a nuestros hijos y nietos a heredar un problema aún peor? Déjenme sus opiniones en el foro, ¡quiero saber qué piensa el pueblo!
La bronca es que la cartera de hacienda ha soltado la bomba: casi la mitad de todo lo que vamos a tener que pagarle a los acreedores entre 2025 y 2054 se va a concentrar en apenas cinco años, entre 2025 y 2030. ¡Qué carga! Una cifra que te deja pensando si realmente estamos manejando esto como deberíamos.
Y ni hablar de las cantidades que faltan. Con corte a agosto del 2025, todavía nos debemos unos ¢1,3 billones, ¡y eso solo para el año 2025! De esos, unos $870 millones son en dólares, así que ya se imaginan la presión cambiaria que estamos viviendo. A ver quién me explica cómo vamos a sacarle pecho a semejante brete.
Si revisamos los próximos años, los pagos van a seguir siendo de récord. El 2026 será otro golpe duro, con más de ¢4 billones destinados solo al servicio de la deuda. Luego baja un poco en 2027, pero en 2028... ¡boom! Superamos los ¢4,5 billones, la cima de esta montaña rusa financiera. Y ni quiero pensar en el 2029, porque ahí volveremos a tocar casi los mismos niveles. ¡Qué despiche!
Lo bueno (si es que hay algo bueno) es que Hacienda dice que hubo una ligera mejora en el balance primario y financiero. Dicen que el balance primario, que es básicamente lo que ganamos menos lo que gastamos, aumentó 0,2 puntos porcentuales respecto al año anterior. Pero, ay, cuando agregamos los intereses de la deuda, la cosa se pone fea otra vez. En los primeros ocho meses de este año, estuvimos en negativo con un -2% del PIB, aunque poquito mejor que el -2,5% del año pasado. Es como intentar apagar un incendio con un vaso de agua.
Y para colmo, la relación deuda – PIB del Gobierno Central llegó al 57,9%, algo menor que el año pasado (59,8%). No sé ustedes, pero yo empiezo a sentir que estamos jugando a las ruletas rusas con la economía nacional. Cada pequeña mejora es bienvenida, claro, pero no borra el hecho de que tenemos una deuda enorme colgando sobre nuestras cabezas, amenazando con llevarnos todos al barro.
Muchos economistas señalan que esta situación es resultado de años de políticas fiscales inconsistentes, de promesas electorales incumplidas y, francamente, de una falta de visión estratégica a largo plazo. Se han metido parches aquí y allá, pero nunca se atacó el problema de raíz. Ahora, nos toca pagar las consecuencias, y parece que la factura va a ser bien salada para todos nosotros. Además, la volatilidad internacional no ayuda precisamente; las tasas de interés subiendo afuera, nos aplican presión acá dentro.
Entonces, chavos, con toda esta información, pregunto: ¿cree usted que el gobierno actual tiene un plan viable para controlar la deuda pública a largo plazo, o simplemente estamos destinando a nuestros hijos y nietos a heredar un problema aún peor? Déjenme sus opiniones en el foro, ¡quiero saber qué piensa el pueblo!