¡Ay, pata! Aquí vamos otra vez con esto de las jornadas laborales. Este martes la Asamblea Legislativa le dio una brincada a tratar de sacar adelante el proyecto de las jornadas 4-3, pero parece que los diputados andaban más preocupados buscando qué comer que legislando. Sesión exprés de casi dos horas, y apenas lograron votar unas mociones. ¡Qué despiche!
Para ponerlos al tanto, el Plenario abrió la sesión a las 9:15 a.m., buscando acelerar el trámite con vía rápida. Entre mociones aprobadas y rechazadas –vaya que hubo rechazo–, llegaron a 21 votos, superando incluso el esfuerzo del lunes. Pero bueno, eso no significa que hayan avanzado mucho, ¿eh? Más bien, parece que estuvieron jugando a las carreras de sacos, tratando de llegar a algún lado sin pisarle al vecino.
Lo curioso es que decidieron cortar la sesión matutina, dejando varios proyectos importantes en espera. Dicen que primero se enfocan en las jornadas y luego le dan paso a otras cosas. ¡Pero a qué ritmo vamos! Así nunca terminamos de hacer nada. Parece que prefieren debatir quién hace mejor café que resolver los problemas del país. Una pena, porque mientras ellos discuten, el pueblo sigue esperando soluciones reales.
Y ni hablar de los quórums perdidos. Se rompieron seis veces durante la sesión de la mañana, obligándolos a pedir recesos. ¡Parecía el zoológico! Un mae aquí, otro allá, distraídos con sus propios bretes. Imagínate, tuvimos que parar varias veces porque no alcanzaba el número mínimo de diputados para seguir adelante. Al final, lograron avanzar un poquito, pero a costa de mucho tiempo perdido.
Recordemos que el lunes también intentaron meter el tema de jornadas excepcionales de 12 horas a una comisión especial, pero fracasaron estrepitosamente. Necesitaban 38 votos y solo consiguieron 23. ¡Un bochorno! Parecía que nadie quería asumir la responsabilidad de tomar esa decisión. Ese intento se fue al traste, amigos, y ahora estamos en esta situación.
Ahora, con el calendario apretado, tienen que lidiar con el presupuesto ordinario de 2026 antes de fin de año. Eso implica dos debates intensos antes del 30 de noviembre. ¡Qué carga! Porque si ya les cuesta aprobar unas pocas mociones, imagínate tener que negociar el presupuesto completo. Ahí sí que va a haber bronca, mae. Vas a ver cómo los diputados se ponen nerviosos y empiezan a buscar excusas para no decidir nada.
De cara al futuro, las sesiones extraordinarias que comienzan el 3 de noviembre podrían ser clave. Pero tampoco hay que hacerse ilusiones. Lo más probable es que sigamos viendo el mismo panorama: discusiones interminables, quórums perdidos y proyectos demorándose indefinidamente. No sé ustedes, pero yo ya me estoy cansando de tanta burocracia e ineficiencia. ¡Qué sal!
Con todo esto, queda claro que el trámite de las jornadas 4-3 va a ser largo y complicado. Y ahora, dígame usted, ¿cree que nuestros diputados realmente están comprometidos con encontrar una solución que beneficie a todos los trabajadores, o simplemente están dando vueltas y perdiendo el tiempo?
Para ponerlos al tanto, el Plenario abrió la sesión a las 9:15 a.m., buscando acelerar el trámite con vía rápida. Entre mociones aprobadas y rechazadas –vaya que hubo rechazo–, llegaron a 21 votos, superando incluso el esfuerzo del lunes. Pero bueno, eso no significa que hayan avanzado mucho, ¿eh? Más bien, parece que estuvieron jugando a las carreras de sacos, tratando de llegar a algún lado sin pisarle al vecino.
Lo curioso es que decidieron cortar la sesión matutina, dejando varios proyectos importantes en espera. Dicen que primero se enfocan en las jornadas y luego le dan paso a otras cosas. ¡Pero a qué ritmo vamos! Así nunca terminamos de hacer nada. Parece que prefieren debatir quién hace mejor café que resolver los problemas del país. Una pena, porque mientras ellos discuten, el pueblo sigue esperando soluciones reales.
Y ni hablar de los quórums perdidos. Se rompieron seis veces durante la sesión de la mañana, obligándolos a pedir recesos. ¡Parecía el zoológico! Un mae aquí, otro allá, distraídos con sus propios bretes. Imagínate, tuvimos que parar varias veces porque no alcanzaba el número mínimo de diputados para seguir adelante. Al final, lograron avanzar un poquito, pero a costa de mucho tiempo perdido.
Recordemos que el lunes también intentaron meter el tema de jornadas excepcionales de 12 horas a una comisión especial, pero fracasaron estrepitosamente. Necesitaban 38 votos y solo consiguieron 23. ¡Un bochorno! Parecía que nadie quería asumir la responsabilidad de tomar esa decisión. Ese intento se fue al traste, amigos, y ahora estamos en esta situación.
Ahora, con el calendario apretado, tienen que lidiar con el presupuesto ordinario de 2026 antes de fin de año. Eso implica dos debates intensos antes del 30 de noviembre. ¡Qué carga! Porque si ya les cuesta aprobar unas pocas mociones, imagínate tener que negociar el presupuesto completo. Ahí sí que va a haber bronca, mae. Vas a ver cómo los diputados se ponen nerviosos y empiezan a buscar excusas para no decidir nada.
De cara al futuro, las sesiones extraordinarias que comienzan el 3 de noviembre podrían ser clave. Pero tampoco hay que hacerse ilusiones. Lo más probable es que sigamos viendo el mismo panorama: discusiones interminables, quórums perdidos y proyectos demorándose indefinidamente. No sé ustedes, pero yo ya me estoy cansando de tanta burocracia e ineficiencia. ¡Qué sal!
Con todo esto, queda claro que el trámite de las jornadas 4-3 va a ser largo y complicado. Y ahora, dígame usted, ¿cree que nuestros diputados realmente están comprometidos con encontrar una solución que beneficie a todos los trabajadores, o simplemente están dando vueltas y perdiendo el tiempo?