¡Ay, Dios mío, qué historia más rara! Marco Antonio Carmona Jaén, el tipo al que le pegaron treinta añitos por matar a su esposa, Raquel Arroyo, resultó que no le quiso robar propiedades, pero sí tendrá que aflojarle ¢47 millones. Como si no estuviera bastante cargado ya, pobrecito... aunque claro, a él le cayó la torta, a ella no.
El Tribunal Penal de Liberia hizo el anuncio ayer, confirmando la condena por homicidio, claro está, porque nadie discute eso. Pero, sorpresa, sorpresa, los jueces decidieron que no hubo sustracción patrimonial, ¿se imaginan? Eso sí, le cayeron todos los cargos civiles y ahora va a tener que rascarse los bolsillos para pagar una indemnización considerable.
La Fiscalía había insistido en que el doctor, aprovechándose de su posición de poder y de su conocimiento médico, le quitó la vida a Raquel para embolsar una póliza de vivienda. Era la jugada perfecta en teoría, pero bueno, parece que no salió tan bien como pensaba. Lo iban a acusar de querer sacar hasta el último pelao de la cuenta bancaria de la víctima, tratando de hacerse el pobre, ¡qué salga!
Y ahí viene lo interesante: aparte de los ¢47 millones, que incluyen intereses que van creciendo como rastrojo, también tiene que ponerle otros casi dos millones a la Oficina de la Defensa Civil de la Víctima y unos ¢726 mil a la querellante. ¡Un brete!, mándale saludos a su cartera, doctorcito. Todas esas sumas tienen que aparecer en una cuenta dentro de quince días, sino… pues ya sabe.
Pero la vaina no termina ahí, chunches. Antes de llegar a este final, salieron a relucir cosas turbias sobre la relación entre Carmona y Raquel. Parece que el doctor era un tipo controlador, de esos que te hacen la vida imposible. Le ponía atajos a Raquel, vigilaba dónde iba, ¡qué maje! Al parecer, ella quería salir corriendo de esa vaina, diay, buscarse la tranquilidad.
Y entonces, la noche del 15 de julio de 2020, todo explotó. Él le dijo que le iba a aplicar un medicamento para la digestión, ¡qué precariedad! Con tal de ganarse su confianza, le anduvo dando pastillas, aparentando que le ayudaba con una colitis. Pero resulta que esas pastillas eran una mezcla letal de benzodiacepinas y difenhidramina, ¡pues cómo se le ocurre! La autopsia confirmó que Raquel murió por intoxicación, edema y hemorragia pulmonar.
Lo peor de todo es que los hijuelos de la pareja estaban adentro de la casa cuando pasó todo esto. Imagínate el susto que se tragaron, ver morir a su madre así. Un drama total, una verdadera torta. El doctor, usando sus conocimientos médicos para quitarle la vida a su propia esposa, ¡tremendo!
Ahora, con esta decisión judicial, la controversia sigue viva. Algunos dicen que el sistema está fallando, que los culpables siempre escapan ilesos. Otros argumentan que la justicia actuó correctamente, castigándolo por el delito de femicidio, aunque no por el otro cargo. ¿Ustedes creen que la justicia realmente le cumplió a Raquel Arroyo, o debería haberle caído algo más pesado al doctor Carmona, considerando toda la artimaña? ¡Díganme qué piensan!
El Tribunal Penal de Liberia hizo el anuncio ayer, confirmando la condena por homicidio, claro está, porque nadie discute eso. Pero, sorpresa, sorpresa, los jueces decidieron que no hubo sustracción patrimonial, ¿se imaginan? Eso sí, le cayeron todos los cargos civiles y ahora va a tener que rascarse los bolsillos para pagar una indemnización considerable.
La Fiscalía había insistido en que el doctor, aprovechándose de su posición de poder y de su conocimiento médico, le quitó la vida a Raquel para embolsar una póliza de vivienda. Era la jugada perfecta en teoría, pero bueno, parece que no salió tan bien como pensaba. Lo iban a acusar de querer sacar hasta el último pelao de la cuenta bancaria de la víctima, tratando de hacerse el pobre, ¡qué salga!
Y ahí viene lo interesante: aparte de los ¢47 millones, que incluyen intereses que van creciendo como rastrojo, también tiene que ponerle otros casi dos millones a la Oficina de la Defensa Civil de la Víctima y unos ¢726 mil a la querellante. ¡Un brete!, mándale saludos a su cartera, doctorcito. Todas esas sumas tienen que aparecer en una cuenta dentro de quince días, sino… pues ya sabe.
Pero la vaina no termina ahí, chunches. Antes de llegar a este final, salieron a relucir cosas turbias sobre la relación entre Carmona y Raquel. Parece que el doctor era un tipo controlador, de esos que te hacen la vida imposible. Le ponía atajos a Raquel, vigilaba dónde iba, ¡qué maje! Al parecer, ella quería salir corriendo de esa vaina, diay, buscarse la tranquilidad.
Y entonces, la noche del 15 de julio de 2020, todo explotó. Él le dijo que le iba a aplicar un medicamento para la digestión, ¡qué precariedad! Con tal de ganarse su confianza, le anduvo dando pastillas, aparentando que le ayudaba con una colitis. Pero resulta que esas pastillas eran una mezcla letal de benzodiacepinas y difenhidramina, ¡pues cómo se le ocurre! La autopsia confirmó que Raquel murió por intoxicación, edema y hemorragia pulmonar.
Lo peor de todo es que los hijuelos de la pareja estaban adentro de la casa cuando pasó todo esto. Imagínate el susto que se tragaron, ver morir a su madre así. Un drama total, una verdadera torta. El doctor, usando sus conocimientos médicos para quitarle la vida a su propia esposa, ¡tremendo!
Ahora, con esta decisión judicial, la controversia sigue viva. Algunos dicen que el sistema está fallando, que los culpables siempre escapan ilesos. Otros argumentan que la justicia actuó correctamente, castigándolo por el delito de femicidio, aunque no por el otro cargo. ¿Ustedes creen que la justicia realmente le cumplió a Raquel Arroyo, o debería haberle caído algo más pesado al doctor Carmona, considerando toda la artimaña? ¡Díganme qué piensan!