Diay, maes, para nadie es un secreto que la política tica a veces parece un capítulo de La Lucha Libre. El último round lo protagonizaron, cómo no, el presidente Rodrigo Chaves y el alcalde de Paraíso, Michael Álvarez. La vara es que Chaves se fue de gira por Cartago, inauguró un tanque de agua por aquí, una calle por allá, y se tomó las fotos de rigor. Todo muy bonito, hasta que el alcalde paraiseño soltó un filazo en redes sociales que llevaba más veneno que una terciopelo: «Lástima, se hubiera venido en tren hasta el centro de Paraíso». ¡Boom! Directo a la yugular.
A primera vista, parece un simple chascarrillo, una puyita más en el eterno pleito entre el Gobierno y las municipalidades. Pero si uno rasca un poquito, se da cuenta de que la procesión va por dentro. El comentario de Álvarez no es casualidad; es el recordatorio de una promesa que ya huele a guardado: el famoso tren eléctrico a Paraíso. Un proyecto que nos vendieron como la solución mágica al caos vial y que ahora, por atrasos y falta de harina, nos dicen que si acaso lo vemos para el 2028. O sea, el alcalde básicamente le dijo al presi: “Qué tuanis que vino, pero ¿y el brete importante para cuándo?”. Un recordatorio de que mientras unos cortan cintas, otros siguen esperando un tren que parece más un fantasma que un proyecto real.
Pero aquí es donde la cosa se pone buena, porque este encontronazo no es nuevo. La bronca entre Álvarez y el Gobierno Central tiene un historial que parece telenovela. El capítulo más intenso fue el despiche monumental con el AyA. Resulta que la Municipalidad de Paraíso le debía al AyA la bicoca de ₡3.275 millones. ¡Tres mil millones de colones! Una torta de plata acumulada por años que tenía a todo el cantón con el Jesús en la boca, pensando que de un día para otro les iban a cortar el tubo. La situación era un caos, con el alcalde pulseándola por un lado y el entonces presidente del AyA, Juan Manuel Quesada, cobrando por el otro.
Y como en toda buena trama tica, la solución tuvo que venir a punta de presión política. La cosa se puso color de hormiga cuando el pleito llegó a la Asamblea Legislativa. Allá, los diputados cartagineses y la fracción del Frente Amplio, con Antonio Ortega a la cabeza, se pusieron firmes. Le mandaron a decir al presidente Chaves que si no firmaba la ley para condonar la deuda de Paraíso, se podían ir olvidando de su apoyo para un préstamo de $500 millones con el Banco Mundial. Así de claro. Al final, a Chaves no le quedó más que ceder y firmar, pero quedó más que claro que la relación con el alcalde de Paraíso estaba más rota que calle de barrio.
Entonces, cuando uno ve ese comentario del tren, entiende que no es solo un chiste. Es la punta del iceberg de una relación tóxica, llena de deudas, promesas incumplidas y pulseos de poder. Es un recordatorio de que, aunque el presidente vaya a entregar un tanque de agua, los problemas de fondo siguen ahí, esperando en la estación a un tren que no llega. La visita de Chaves a Cartago fue la excusa perfecta para que el alcalde le recordara, con una ironía bien afilada, que las cuentas pendientes son mucho más grandes que una tubería nueva.
Maes, ahora les pregunto a ustedes, ¿qué opinan de esta movida? ¿Fue un simple desahogo del alcalde Álvarez o una jugada política bien calculada para ponerle presión al Gobierno? ¿Quién creen que tiene la razón en este brete tan enredado?
A primera vista, parece un simple chascarrillo, una puyita más en el eterno pleito entre el Gobierno y las municipalidades. Pero si uno rasca un poquito, se da cuenta de que la procesión va por dentro. El comentario de Álvarez no es casualidad; es el recordatorio de una promesa que ya huele a guardado: el famoso tren eléctrico a Paraíso. Un proyecto que nos vendieron como la solución mágica al caos vial y que ahora, por atrasos y falta de harina, nos dicen que si acaso lo vemos para el 2028. O sea, el alcalde básicamente le dijo al presi: “Qué tuanis que vino, pero ¿y el brete importante para cuándo?”. Un recordatorio de que mientras unos cortan cintas, otros siguen esperando un tren que parece más un fantasma que un proyecto real.
Pero aquí es donde la cosa se pone buena, porque este encontronazo no es nuevo. La bronca entre Álvarez y el Gobierno Central tiene un historial que parece telenovela. El capítulo más intenso fue el despiche monumental con el AyA. Resulta que la Municipalidad de Paraíso le debía al AyA la bicoca de ₡3.275 millones. ¡Tres mil millones de colones! Una torta de plata acumulada por años que tenía a todo el cantón con el Jesús en la boca, pensando que de un día para otro les iban a cortar el tubo. La situación era un caos, con el alcalde pulseándola por un lado y el entonces presidente del AyA, Juan Manuel Quesada, cobrando por el otro.
Y como en toda buena trama tica, la solución tuvo que venir a punta de presión política. La cosa se puso color de hormiga cuando el pleito llegó a la Asamblea Legislativa. Allá, los diputados cartagineses y la fracción del Frente Amplio, con Antonio Ortega a la cabeza, se pusieron firmes. Le mandaron a decir al presidente Chaves que si no firmaba la ley para condonar la deuda de Paraíso, se podían ir olvidando de su apoyo para un préstamo de $500 millones con el Banco Mundial. Así de claro. Al final, a Chaves no le quedó más que ceder y firmar, pero quedó más que claro que la relación con el alcalde de Paraíso estaba más rota que calle de barrio.
Entonces, cuando uno ve ese comentario del tren, entiende que no es solo un chiste. Es la punta del iceberg de una relación tóxica, llena de deudas, promesas incumplidas y pulseos de poder. Es un recordatorio de que, aunque el presidente vaya a entregar un tanque de agua, los problemas de fondo siguen ahí, esperando en la estación a un tren que no llega. La visita de Chaves a Cartago fue la excusa perfecta para que el alcalde le recordara, con una ironía bien afilada, que las cuentas pendientes son mucho más grandes que una tubería nueva.
Maes, ahora les pregunto a ustedes, ¿qué opinan de esta movida? ¿Fue un simple desahogo del alcalde Álvarez o una jugada política bien calculada para ponerle presión al Gobierno? ¿Quién creen que tiene la razón en este brete tan enredado?
