Diay, maes, si ustedes no pasaron pegados a TikTok o a X este fin de semana, déjenme les hago el resumen del novelón que tuvo a medio país con el balde de palomitas en la mano. Y es que cuando uno cree que ya lo ha visto todo en la farándula tica, siempre aparece un nuevo episodio que nos recuerda por qué el chisme es el deporte nacional por excelencia. El protagonista de esta vuelta fue nada más y nada menos que Marvin Loría, el jugador del Saprissa, a quien aparentemente le cayó la ley en pleno bar y no precisamente por tomarse unas birras de más.
La vara es que, según el video que explotó en la cuenta ‘Chismes Costa Rica’, al futbolista se le armó la gorda. Las imágenes, grabadas con esa calidad temblorosa de un celular que sabe que está capturando historia pura, muestran a Loría en un local en Santa Ana. Todo bien hasta ahí, si no fuera porque al parecer no andaba solo y, ¡pum!, de la nada apareció su esposa, Melanie Valverde, para aguar la fiesta. Lo que siguió fue digno de una telenovela de las nueve: gritos, una confrontación pública y la esposa del jugador plantándosele al carro para que el mae no pudiera arrancar. Una torta monumental.
Seamos honestos, la escena es caótica. Mientras uno intenta descifrar qué están diciendo entre el ruido del bar y la tensión del momento, lo único que queda claro es que la situación se fue al traste en cuestión de segundos. El plan de Loría, fuera cual fuera, se desintegró frente a los ojos de decenas de curiosos que, por supuesto, no dudaron en sacar el celular. Porque así somos: vemos un despiche y lo primero que hacemos es documentarlo para la posteridad. Un aplauso para el camarógrafo anónimo que nos dio el contenido del fin de semana.
Como era de esperarse, el FBI de las redes sociales ticas no tardó ni cinco minutos en empezar a atar cabos y señalar culpables. La primera salpicada fue la modelo Francella Chinchilla, a quien la gente empezó a etiquetar como la tercera en discordia. La bola de nieve creció tanto que la muchacha, quien seguro estaba viendo Netflix tranquilamente en su casa, tuvo que salir a apagar el incendio en Instagram. Con una historia muy directa, aclaró que ella no tenía nada que ver en ese enredo, pidiendo respeto y que la dejaran en paz. ¡Qué sal! Que te metan en un pleito ajeno solo porque sí, debe ser de las varas más incómodas que hay.
Al final, este brete de ser figura pública en Costa Rica tiene su precio, y a veces la cuenta sale carísima. Mientras Loría y su esposa guardan un silencio sepulcral —la mejor estrategia cuando todo arde—, el resto del país debate, opina y juzga. Más allá del morbo, la situación destapa de nuevo la eterna discusión sobre la vida privada de los futbolistas y hasta qué punto les pertenece. Una cosa es criticar un mal pase en la cancha y otra muy distinta es convertir su vida personal en un circo mediático. Aunque, para qué negarlo, es un circo que a todos nos encanta ver.
Pero bueno, abro el foro: ¿Creen que la vida privada de un futbolista debería ser tema de interés público o la gente debería dejar de meter la cuchara? ¿Hasta dónde llega el derecho al chisme? ¡Los leo!
La vara es que, según el video que explotó en la cuenta ‘Chismes Costa Rica’, al futbolista se le armó la gorda. Las imágenes, grabadas con esa calidad temblorosa de un celular que sabe que está capturando historia pura, muestran a Loría en un local en Santa Ana. Todo bien hasta ahí, si no fuera porque al parecer no andaba solo y, ¡pum!, de la nada apareció su esposa, Melanie Valverde, para aguar la fiesta. Lo que siguió fue digno de una telenovela de las nueve: gritos, una confrontación pública y la esposa del jugador plantándosele al carro para que el mae no pudiera arrancar. Una torta monumental.
Seamos honestos, la escena es caótica. Mientras uno intenta descifrar qué están diciendo entre el ruido del bar y la tensión del momento, lo único que queda claro es que la situación se fue al traste en cuestión de segundos. El plan de Loría, fuera cual fuera, se desintegró frente a los ojos de decenas de curiosos que, por supuesto, no dudaron en sacar el celular. Porque así somos: vemos un despiche y lo primero que hacemos es documentarlo para la posteridad. Un aplauso para el camarógrafo anónimo que nos dio el contenido del fin de semana.
Como era de esperarse, el FBI de las redes sociales ticas no tardó ni cinco minutos en empezar a atar cabos y señalar culpables. La primera salpicada fue la modelo Francella Chinchilla, a quien la gente empezó a etiquetar como la tercera en discordia. La bola de nieve creció tanto que la muchacha, quien seguro estaba viendo Netflix tranquilamente en su casa, tuvo que salir a apagar el incendio en Instagram. Con una historia muy directa, aclaró que ella no tenía nada que ver en ese enredo, pidiendo respeto y que la dejaran en paz. ¡Qué sal! Que te metan en un pleito ajeno solo porque sí, debe ser de las varas más incómodas que hay.
Al final, este brete de ser figura pública en Costa Rica tiene su precio, y a veces la cuenta sale carísima. Mientras Loría y su esposa guardan un silencio sepulcral —la mejor estrategia cuando todo arde—, el resto del país debate, opina y juzga. Más allá del morbo, la situación destapa de nuevo la eterna discusión sobre la vida privada de los futbolistas y hasta qué punto les pertenece. Una cosa es criticar un mal pase en la cancha y otra muy distinta es convertir su vida personal en un circo mediático. Aunque, para qué negarlo, es un circo que a todos nos encanta ver.
Pero bueno, abro el foro: ¿Creen que la vida privada de un futbolista debería ser tema de interés público o la gente debería dejar de meter la cuchara? ¿Hasta dónde llega el derecho al chisme? ¡Los leo!