Pura vida, maes. A ver, seamos honestos: llevamos años escuchando la misma vara. Que Costa Rica va a ser el Silicon Valley de Centroamérica, que somos un imán para la inversión extranjera, que el 5G nos va a cambiar la vida y que ahora hasta vamos a armar un clúster de semiconductores. Suena tuanis, ¿verdad? Uno casi que se imagina drones entregando gallo pinto y todo el mundo en teletrabajo desde la playa. Pero diay, del dicho al hecho hay un buen trecho, y un grupo de expertas acaba de dar un jalón de orejas colectivo que vale la pena escuchar.
La movida fue en el AWS Innovation Day, en la U Latina. Juntaron a tres mujeres que saben un montón de este chunche tecnológico: Blanca Navarro de Amazon Web Services, Marilyn Arias de la U Latina y Vanessa Gibson de CINDE. Y uno esperaría que la conversación fuera sobre megabits, la nube y procesadores. Pero no. El tema central, el que se repitió una y otra vez, fue algo mucho más análogo y, para ser sinceros, más complicado: la gente. O más bien, lo que tenemos (y lo que nos falta) en la jupa.
Blanca Navarro lo puso clarísimo. La Inteligencia Artificial y toda la tecnología nueva son herramientas para ser más productivos, ¡qué nivel! Pero ninguna máquina nos va a quitar la habilidad de resolver problemas complejos o de tener pensamiento estratégico. Y aquí es donde la vara se pone color de hormiga. Según ella, ya no basta con las famosas "habilidades blandas"; ahora necesitamos "habilidades estratégicas". O sea, no es solo saber hablar en público, es saber cómo funciona un negocio, cómo adaptarse a los cambios (que es lo único constante) y, la más importante de todas: aprender a aprender. Porque en este brete de la tecnología, si uno se duerme, se lo lleva la corriente.
El eco de esa idea resonó con lo que dijo Marilyn Arias, la decana de Ingenierías de la Latina. Admitió que a veces los currículos de las universidades no van tan rápido como el mercado. ¡Imagínense! Uno se mata cinco años en la U para salir y que le digan que la mitad de lo que aprendió ya es obsoleto. Por eso, insistió en la importancia de la adaptación y la actualización continua. No es solo un título, es un compromiso de por vida con el aprendizaje. Aquí el mensaje para las instituciones académicas es directo: hay que ponerse las pilas y ofrecer programas que de verdad sirvan para el mundo real, no solo para pasar un examen.
Y para rematar, Vanessa Gibson, de CINDE (los maes que se encargan de traer la inversión al país), soltó la bomba más grande. Dijo que la educación es, irónicamente, uno de los sectores que más lento se está moviendo en toda esta transformación. ¡Qué sal! Tenemos la responsabilidad de formar a las futuras olas de talento, pero el sistema va a paso de tortuga. Para ella, todo empieza con una "visión país" y con garantizar que la gente tenga acceso real a la conectividad, no solo en el GAM. Porque de nada sirve hablar de un clúster tecnológico si un güila en Talamanca no puede ni conectarse a una clase en línea. Sin esa base, todo el edificio que queremos construir se nos puede ir al traste.
Entonces, la conclusión es que el sueño de ser una potencia tecnológica no se construye solo con fibra óptica y zonas francas. Se construye en las aulas, en las casas, cambiando el chip mental. Necesitamos menos gente que sepa repetir un manual y más gente que sepa qué hacer cuando no hay manual. Y esa es la verdadera revolución pendiente. Así que, la pregunta del millón para el foro es: ¿Estamos realmente formando a la gente que necesitamos, o solo estamos enseñando a usar las herramientas del momento? ¿Qué es lo primero que cambiarían ustedes en el sistema educativo para que este brete no se nos ahogue en la orilla? ¡Los leo!
La movida fue en el AWS Innovation Day, en la U Latina. Juntaron a tres mujeres que saben un montón de este chunche tecnológico: Blanca Navarro de Amazon Web Services, Marilyn Arias de la U Latina y Vanessa Gibson de CINDE. Y uno esperaría que la conversación fuera sobre megabits, la nube y procesadores. Pero no. El tema central, el que se repitió una y otra vez, fue algo mucho más análogo y, para ser sinceros, más complicado: la gente. O más bien, lo que tenemos (y lo que nos falta) en la jupa.
Blanca Navarro lo puso clarísimo. La Inteligencia Artificial y toda la tecnología nueva son herramientas para ser más productivos, ¡qué nivel! Pero ninguna máquina nos va a quitar la habilidad de resolver problemas complejos o de tener pensamiento estratégico. Y aquí es donde la vara se pone color de hormiga. Según ella, ya no basta con las famosas "habilidades blandas"; ahora necesitamos "habilidades estratégicas". O sea, no es solo saber hablar en público, es saber cómo funciona un negocio, cómo adaptarse a los cambios (que es lo único constante) y, la más importante de todas: aprender a aprender. Porque en este brete de la tecnología, si uno se duerme, se lo lleva la corriente.
El eco de esa idea resonó con lo que dijo Marilyn Arias, la decana de Ingenierías de la Latina. Admitió que a veces los currículos de las universidades no van tan rápido como el mercado. ¡Imagínense! Uno se mata cinco años en la U para salir y que le digan que la mitad de lo que aprendió ya es obsoleto. Por eso, insistió en la importancia de la adaptación y la actualización continua. No es solo un título, es un compromiso de por vida con el aprendizaje. Aquí el mensaje para las instituciones académicas es directo: hay que ponerse las pilas y ofrecer programas que de verdad sirvan para el mundo real, no solo para pasar un examen.
Y para rematar, Vanessa Gibson, de CINDE (los maes que se encargan de traer la inversión al país), soltó la bomba más grande. Dijo que la educación es, irónicamente, uno de los sectores que más lento se está moviendo en toda esta transformación. ¡Qué sal! Tenemos la responsabilidad de formar a las futuras olas de talento, pero el sistema va a paso de tortuga. Para ella, todo empieza con una "visión país" y con garantizar que la gente tenga acceso real a la conectividad, no solo en el GAM. Porque de nada sirve hablar de un clúster tecnológico si un güila en Talamanca no puede ni conectarse a una clase en línea. Sin esa base, todo el edificio que queremos construir se nos puede ir al traste.
Entonces, la conclusión es que el sueño de ser una potencia tecnológica no se construye solo con fibra óptica y zonas francas. Se construye en las aulas, en las casas, cambiando el chip mental. Necesitamos menos gente que sepa repetir un manual y más gente que sepa qué hacer cuando no hay manual. Y esa es la verdadera revolución pendiente. Así que, la pregunta del millón para el foro es: ¿Estamos realmente formando a la gente que necesitamos, o solo estamos enseñando a usar las herramientas del momento? ¿Qué es lo primero que cambiarían ustedes en el sistema educativo para que este brete no se nos ahogue en la orilla? ¡Los leo!