¡Ay, Dios mío! Después de más de diez mese arrumbados, parece que finalmente van a ponerle mano a esos escáneres que vinieron regalados de Estados Unidos. Sí, señores, hablamos de los aparatos que debían estar funcionando en el puerto de Caldera y en el terminal Gastón Kogan de Moín desde principios de este año. ¡Una torta la que se armó!
La Embajada gringa nos obsequió estos jueguitos de alta tecnología el 19 de noviembre del año pasado, pensando que íbamos a estar ojo avizor en nuestros puertos. La idea era revisar los contenedores sin necesidad de meterles la mano, cosa que es súper útil porque, díganle a las autoridades, los peces gordos se aprovechan de esas oportunidades para meter cosas turbias.
Pero resulta que al Gobierno le tomaron 307 días ponerlos en operación. ¡Trescientos y siete! Eso sí que es jalarse una torta. El ministro de Seguridad Pública, Mario Zamora, había prometido tenerlos listos a inicios de este año, diciendo que sería durante el primer trimestre. ¡Pero qué va! Terminaron llegando casi al final del año, con una demora que ya daba para plantar plátanos.
Y no precisamente que los escáneres estuvieran pañosos en el depósito. Según revelamos hace meses, esos chunches estaban abandonados en el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría, ¡ni siquiera habían salido del lugar! Imagínate, ahí varados, a la intemperie, esperando a que alguien les diera una patada para llevarlos a trabajar. ¡Qué sal!
Zamora, defendiéndose como pudo, dijo que el problema era la “infraestructura técnica y eléctrica” que aún faltaba construir. Además, aseguró que necesitaban capacitar a los oficiales para operar las máquinas. ¡Como si no podían hacer eso mientras los escáneres estaban dormidos en el aeropuerto!
El presidente Chaves tampoco se quedó callado. En lugar de admitir que hubo un error, echó balones pasados, culparndo a la Contralora Marta Acosta e incluso a los asesores estadounidenses. ¡Qué cara dura! Uno pensaría que, siendo quien manda, asumía la responsabilidad, pero no, siempre buscando a quién echarle la culpa.
Lo peor de todo es que, a pesar de la inversión millonaria – unos ¢9.913 millones pagados por los gringos, ¡así que cero colones salieron de nuestros bolsillos, al menos en eso anduvieron bien!– la droga sigue saliendo del país. El caso Embassy, con contenedores llenos de estupefacientes rumbo a Europa, nos demuestra que los controles siguen siendo laxos.
Con toda esta historia, uno se pregunta: ¿De qué sirvieron más de un año de espera? ¿No será que esto es una simple cortina de humo para aparentar que estamos combatiendo el narcotráfico? ¿Ustedes creen que realmente estos escáneres van a hacer la diferencia o simplemente serán otro gasto público que se fue al traste?
La Embajada gringa nos obsequió estos jueguitos de alta tecnología el 19 de noviembre del año pasado, pensando que íbamos a estar ojo avizor en nuestros puertos. La idea era revisar los contenedores sin necesidad de meterles la mano, cosa que es súper útil porque, díganle a las autoridades, los peces gordos se aprovechan de esas oportunidades para meter cosas turbias.
Pero resulta que al Gobierno le tomaron 307 días ponerlos en operación. ¡Trescientos y siete! Eso sí que es jalarse una torta. El ministro de Seguridad Pública, Mario Zamora, había prometido tenerlos listos a inicios de este año, diciendo que sería durante el primer trimestre. ¡Pero qué va! Terminaron llegando casi al final del año, con una demora que ya daba para plantar plátanos.
Y no precisamente que los escáneres estuvieran pañosos en el depósito. Según revelamos hace meses, esos chunches estaban abandonados en el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría, ¡ni siquiera habían salido del lugar! Imagínate, ahí varados, a la intemperie, esperando a que alguien les diera una patada para llevarlos a trabajar. ¡Qué sal!
Zamora, defendiéndose como pudo, dijo que el problema era la “infraestructura técnica y eléctrica” que aún faltaba construir. Además, aseguró que necesitaban capacitar a los oficiales para operar las máquinas. ¡Como si no podían hacer eso mientras los escáneres estaban dormidos en el aeropuerto!
El presidente Chaves tampoco se quedó callado. En lugar de admitir que hubo un error, echó balones pasados, culparndo a la Contralora Marta Acosta e incluso a los asesores estadounidenses. ¡Qué cara dura! Uno pensaría que, siendo quien manda, asumía la responsabilidad, pero no, siempre buscando a quién echarle la culpa.
Lo peor de todo es que, a pesar de la inversión millonaria – unos ¢9.913 millones pagados por los gringos, ¡así que cero colones salieron de nuestros bolsillos, al menos en eso anduvieron bien!– la droga sigue saliendo del país. El caso Embassy, con contenedores llenos de estupefacientes rumbo a Europa, nos demuestra que los controles siguen siendo laxos.
Con toda esta historia, uno se pregunta: ¿De qué sirvieron más de un año de espera? ¿No será que esto es una simple cortina de humo para aparentar que estamos combatiendo el narcotráfico? ¿Ustedes creen que realmente estos escáneres van a hacer la diferencia o simplemente serán otro gasto público que se fue al traste?