¡Ay, pata negra! Resulta que las cuentas públicas andan como buscando su camino, y parece que por fin le agarraron el ritmo. Según los últimos datos, vamos mejorando en la parte fiscal, ¿eh? Pero hay un “pero” bien grande, mi pana. El déficit sigue ahí, pegadito a un 1,3% del PIB. Digamos que estamos dando pasitos, pero todavía lejos de llegar a casa.
Para ponerle un poquito de contexto, esto significa que, hasta julio pasado, el gobierno gastó unos ¢660 mil millones más de lo que entró por impuestos y otros ingresos. Eso representa casi el 10% de todo lo que produce el país, o sea, el PIB. Un buen churche, ni qué decir.
Ahora, sí quisiéramos verla desde el lado bueno –y siempre hay que buscarle la mocha–, los ingresos totales han sido bastante buenos, llegando a los ¢4.383 billones. Ahí sí se vio el esfuerzo de recaudo. Lo malo es que el gasto también fue considerable, llegando a los ¢5.043 billones. Parece que todavía tenemos algunas varas pendientes por revisar en cómo estamos usando nuestros billetes, ¿no creen?
Pero atención, porque aquí viene la parte interesante, diay. Si quitamos los pagos de intereses de la deuda –que son una pesada, créeme–, el panorama cambia radicalmente. De repente nos encontramos con un superávit primario, o sea, ganamos plata. ¡Y vaya que la ganamos!, equivalente al 1,2% del PIB. Esto indica que, operativamente hablando, el gobierno está manejando bien el brete, sin tener que preocuparse tanto por pagar los intereses de lo que ya pidió prestado. Es un respiro, aunque temporal.
Además, la famosa relación deuda/PIB, esa que tanto nos preocupa a todos, bajó a 57,3%. Eso quiere decir que estamos reduciendo la carga que tenemos encima. Una mejora de 2,4 puntos porcentuales con respecto al año anterior es algo positivo, sin duda. Se nota que alguien anda metiendo leña al horno, tratando de poner las cosas en orden. Rudolf Lücke, el ministro de Hacienda, lo celebró a lo grande, diciendo que estamos avanzando hacia una sostenibilidad fiscal.
Pero ojo, porque el ministro tampoco se confiesa. Nos advierte que para mantener estas buenas señales necesitamos urgentemente los eurobonos. ¿Qué son los eurobonos, preguntas? Pues son préstamos internacionales que nos ayudarían a financiar proyectos importantes. Si no conseguimos esos fondos, según él, las tasas de interés van a subir y eso se sentiría directo en nuestro bolsillo, especialmente para quienes quieren comprar una casita o abrir un pequeño negocio. ¡Qué sal!
Esta mejora en el corto plazo es alentadora, sí señor. Pero hay que ser realistas: no podemos dormirnos en los laureles. La economía mundial está volátil, y cualquier cambio puede afectar nuestra situación financiera. Tenemos que seguir trabajando duro, controlar el gasto público y buscar alternativas para diversificar nuestras fuentes de ingreso. Además, analizar a fondo la necesidad de los eurobonos, considerando los riesgos y beneficios que implica endeudarnos aún más. Por cierto, ¿será que estamos haciendo demasiado énfasis en los números y perdiendo de vista otras prioridades, como educación y salud?
En fin, el panorama no es tan sombrío como parecía hace poco, pero tampoco es motivo para celebrar con champán. Hay mucho trabajo por hacer y decisiones difíciles que tomar. Entonces, mi gente, ¿creen que el gobierno está manejando bien este tema fiscal o deberíamos estar exigiendo más transparencia y eficiencia en el uso de nuestros impuestos? ¿Consideran que los eurobonos son realmente necesarios o existen otras opciones viables para asegurar la estabilidad económica de Costa Rica?
Para ponerle un poquito de contexto, esto significa que, hasta julio pasado, el gobierno gastó unos ¢660 mil millones más de lo que entró por impuestos y otros ingresos. Eso representa casi el 10% de todo lo que produce el país, o sea, el PIB. Un buen churche, ni qué decir.
Ahora, sí quisiéramos verla desde el lado bueno –y siempre hay que buscarle la mocha–, los ingresos totales han sido bastante buenos, llegando a los ¢4.383 billones. Ahí sí se vio el esfuerzo de recaudo. Lo malo es que el gasto también fue considerable, llegando a los ¢5.043 billones. Parece que todavía tenemos algunas varas pendientes por revisar en cómo estamos usando nuestros billetes, ¿no creen?
Pero atención, porque aquí viene la parte interesante, diay. Si quitamos los pagos de intereses de la deuda –que son una pesada, créeme–, el panorama cambia radicalmente. De repente nos encontramos con un superávit primario, o sea, ganamos plata. ¡Y vaya que la ganamos!, equivalente al 1,2% del PIB. Esto indica que, operativamente hablando, el gobierno está manejando bien el brete, sin tener que preocuparse tanto por pagar los intereses de lo que ya pidió prestado. Es un respiro, aunque temporal.
Además, la famosa relación deuda/PIB, esa que tanto nos preocupa a todos, bajó a 57,3%. Eso quiere decir que estamos reduciendo la carga que tenemos encima. Una mejora de 2,4 puntos porcentuales con respecto al año anterior es algo positivo, sin duda. Se nota que alguien anda metiendo leña al horno, tratando de poner las cosas en orden. Rudolf Lücke, el ministro de Hacienda, lo celebró a lo grande, diciendo que estamos avanzando hacia una sostenibilidad fiscal.
Pero ojo, porque el ministro tampoco se confiesa. Nos advierte que para mantener estas buenas señales necesitamos urgentemente los eurobonos. ¿Qué son los eurobonos, preguntas? Pues son préstamos internacionales que nos ayudarían a financiar proyectos importantes. Si no conseguimos esos fondos, según él, las tasas de interés van a subir y eso se sentiría directo en nuestro bolsillo, especialmente para quienes quieren comprar una casita o abrir un pequeño negocio. ¡Qué sal!
Esta mejora en el corto plazo es alentadora, sí señor. Pero hay que ser realistas: no podemos dormirnos en los laureles. La economía mundial está volátil, y cualquier cambio puede afectar nuestra situación financiera. Tenemos que seguir trabajando duro, controlar el gasto público y buscar alternativas para diversificar nuestras fuentes de ingreso. Además, analizar a fondo la necesidad de los eurobonos, considerando los riesgos y beneficios que implica endeudarnos aún más. Por cierto, ¿será que estamos haciendo demasiado énfasis en los números y perdiendo de vista otras prioridades, como educación y salud?
En fin, el panorama no es tan sombrío como parecía hace poco, pero tampoco es motivo para celebrar con champán. Hay mucho trabajo por hacer y decisiones difíciles que tomar. Entonces, mi gente, ¿creen que el gobierno está manejando bien este tema fiscal o deberíamos estar exigiendo más transparencia y eficiencia en el uso de nuestros impuestos? ¿Consideran que los eurobonos son realmente necesarios o existen otras opciones viables para asegurar la estabilidad económica de Costa Rica?