¡Ay, Dios mío! Esto sí que te deja helao. La tarde de ayer en Purral de Goicoechea se convirtió en una verdadera pesadilla cuando un chaparrón de esos que te dejan empapao hasta los huesos, literalmente arrastró a un nene de apenas seis añitos por una alcantarilla. Una tragedia que nos hace pensar qué tan seguros estamos nuestros mocosos cuando llueve a cántaros.
Según testigos, la madre estaba caminando con sus tres hijos – dos grandecitos y el pequeñito – cuando de repente la callecita se convirtió en un río. La corriente, impulsada por la furia de la lluvia, agarró al niño como si fuera un muñeco de trapo y ¡zas!, se lo llevó directo a las profundidades de la alcantarilla. La pobre madre, imagínate el susto, gritaba pidiendo ayuda a todo pulmón.
Por suerte, unos agentes de la Fuerza Pública andaban rondando por ahí y escucharon los gritos. Se dieron cuenta inmediatamente de lo que había pasado y alertaron a Bomberos y Cruz Roja. De inmediato se armó un aquelarre impresionante; sirenas por todos lados, luces intermitentes, gente corriendo... Un brete digno de película, pero con consecuencias bien tristes. Era evidente que esto no era un juego de niños.
Los equipos de rescate trabajaron contrarreloj, pero las condiciones eran terribles. El agua venía con tanta fuerza que dificultaba el acceso a la alcantarilla. Además, la noche cayó rápido y eso complicó aún más la búsqueda. Hasta sacaron una lamparona que alumbraba a kilómetros y un aparatito con cámara para intentar ver dentro del conducto, pero nada. Era como buscar una aguja en un pajar bajo la lluvia torrencial.
"El caudal estaba brutal, mae", me contó Erick Quirós, un cruzrojista que participó en el rescate. "La visibilidad era casi nula y el riesgo de que alguien se lastimara era altísimo. Hicimos lo que pudimos, pero la naturaleza a veces es implacable". Dijeron que incluso movilizaron robots submarinos para tratar de rastrearlo, pero el agua estaba tan revuelta que era imposible maniobrar correctamente.
Pero no todo fue tristeza y desesperación. Vecinos de Purral se volcaron a ayudar en la búsqueda. Con linternas y palas, revisaban los alrededores, escudriñaban el río Torres que corre cerca de la zona y ofrecían palabras de aliento a la familia. Viste, así es nuestra gente, siempre dispuesta a echarle un hombro a quien lo necesita. Eso sí es pura gallina!
Este lamentable incidente trae a colación, otra vez, la necesidad urgente de mejorar los sistemas de drenaje en nuestras colonias. Ya van varias temporadas verdes en las que vemos cómo las calles se inundan y las alcantarillas explotan, poniendo en peligro la vida de las personas. ¡Qué despiche! Parece que nunca aprendemos de nuestros errores. Las autoridades deberían tomar cartas en el asunto antes de que ocurran más tragedias como ésta. Esta vara ya va superada, necesitamos soluciones concretas, no promesas vacías.
Ahora mismo, toda Costa Rica está conteniendo la respiración esperando noticias. Los equipos de rescate siguen buscando incansablemente, con la esperanza de encontrar al nene sano y salvo. Pero la incertidumbre pesa como una loseta. ¿Creen ustedes que las autoridades realmente tomarán medidas preventivas para evitar que esto vuelva a pasar, o seguiremos viendo cómo nuestras colonias se convierten en auténticos ríos cada vez que llueve?
Según testigos, la madre estaba caminando con sus tres hijos – dos grandecitos y el pequeñito – cuando de repente la callecita se convirtió en un río. La corriente, impulsada por la furia de la lluvia, agarró al niño como si fuera un muñeco de trapo y ¡zas!, se lo llevó directo a las profundidades de la alcantarilla. La pobre madre, imagínate el susto, gritaba pidiendo ayuda a todo pulmón.
Por suerte, unos agentes de la Fuerza Pública andaban rondando por ahí y escucharon los gritos. Se dieron cuenta inmediatamente de lo que había pasado y alertaron a Bomberos y Cruz Roja. De inmediato se armó un aquelarre impresionante; sirenas por todos lados, luces intermitentes, gente corriendo... Un brete digno de película, pero con consecuencias bien tristes. Era evidente que esto no era un juego de niños.
Los equipos de rescate trabajaron contrarreloj, pero las condiciones eran terribles. El agua venía con tanta fuerza que dificultaba el acceso a la alcantarilla. Además, la noche cayó rápido y eso complicó aún más la búsqueda. Hasta sacaron una lamparona que alumbraba a kilómetros y un aparatito con cámara para intentar ver dentro del conducto, pero nada. Era como buscar una aguja en un pajar bajo la lluvia torrencial.
"El caudal estaba brutal, mae", me contó Erick Quirós, un cruzrojista que participó en el rescate. "La visibilidad era casi nula y el riesgo de que alguien se lastimara era altísimo. Hicimos lo que pudimos, pero la naturaleza a veces es implacable". Dijeron que incluso movilizaron robots submarinos para tratar de rastrearlo, pero el agua estaba tan revuelta que era imposible maniobrar correctamente.
Pero no todo fue tristeza y desesperación. Vecinos de Purral se volcaron a ayudar en la búsqueda. Con linternas y palas, revisaban los alrededores, escudriñaban el río Torres que corre cerca de la zona y ofrecían palabras de aliento a la familia. Viste, así es nuestra gente, siempre dispuesta a echarle un hombro a quien lo necesita. Eso sí es pura gallina!
Este lamentable incidente trae a colación, otra vez, la necesidad urgente de mejorar los sistemas de drenaje en nuestras colonias. Ya van varias temporadas verdes en las que vemos cómo las calles se inundan y las alcantarillas explotan, poniendo en peligro la vida de las personas. ¡Qué despiche! Parece que nunca aprendemos de nuestros errores. Las autoridades deberían tomar cartas en el asunto antes de que ocurran más tragedias como ésta. Esta vara ya va superada, necesitamos soluciones concretas, no promesas vacías.
Ahora mismo, toda Costa Rica está conteniendo la respiración esperando noticias. Los equipos de rescate siguen buscando incansablemente, con la esperanza de encontrar al nene sano y salvo. Pero la incertidumbre pesa como una loseta. ¿Creen ustedes que las autoridades realmente tomarán medidas preventivas para evitar que esto vuelva a pasar, o seguiremos viendo cómo nuestras colonias se convierten en auténticos ríos cada vez que llueve?