¡Ay, Dios mío, qué torta! El Hospital San Vicente de Paúl en Heredia amaneció ayer con una urgencia colapsada, literalmente. Hablamos de una ocupación que superaba el 200% de su capacidad, lo cual significa que había más gente esperando atención de la que el hospital podía siquiera soñar con albergar. La bronca es que esto no es algo nuevo, sino la punta del iceberg de un problema mucho más grande que arrastra el sistema de salud.
Según fuentes internas – y claro, no podemos poner nombres porque luego nos metemos en brete – la situación en el servicio de emergencias se volvió insostenible desde temprano. Camillas apiladas en pasillos, pacientes esperando horas, personal sanitario exhausto… ¡Una escena digna de película de terror! La doctora Joumana Zaglul, jefa del hospital, tuvo que declarar formalmente la saturación, lo que significó activar todos los códigos rojos y pedir ayuda a los demás hospitales de la red de la CCSS.
Pero, ¿por qué este lío tan gordo? Resulta que el problema en emergencias es solo un reflejo de la situación general del hospital. Todas, absolutamente todas, las camas de hospitalización estaban ocupadas. Esto crea una especie de embudo donde los pacientes que necesitan ser ingresados permanecen en emergencias indefinidamente, impidiendo que puedan ser atendidos adecuadamente y liberando espacio para los que sí lo necesitan urgentemente. ¡Imagínate la angustia!
Para intentar descongestionar la situación, la CCSS movilizó equipos de coordinación para transferir pacientes a otros centros hospitalarios en la zona central. Se habló de “trabajo en red”, pero la verdad es que parece que todavía estamos dando vueltas en el mismo círculo vicioso. Redirigir pacientes es una solución temporal, pero no resuelve el problema de raíz: la falta de camas y recursos en los hospitales públicos.
Este escenario, vamos a ser honestos, ya nos suena de memoria. Hemos visto cómo nuestros hospitales, especialmente los más alejados de la capital, luchan día tras día contra la saturación y la falta de personal. Dicen que la pandemia dejó secuelas profundas en el sistema de salud, pero la realidad es que la inversión crónica y la planificación deficiente han contribuido a esta debacle durante años. ¿Será que estamos esperando a que alguien se haga daño serio para tomar cartas en el asunto?
Algunos expertos señalan que la falta de acceso a atención primaria también juega un papel importante en esta crisis. Si la gente pudiera resolver sus problemas de salud menores en los centros locales, no tendrían que acudir masivamente a las urgencias del hospital. Pero eso requiere invertir en prevención y fortalecer la atención básica, cosas que aparentemente no son prioritarias para algunos funcionarios.
Mientras tanto, el personal médico sigue haciendo malabares para atender a todos los pacientes con los pocos recursos disponibles. Son verdaderos héroes anónimos que merecen nuestro reconocimiento y apoyo. Han dado hasta donde pudieron, pero la carga es demasiado pesada. Y claro, la moral anda por los suelos, porque nadie quiere trabajar en condiciones precarias y saber que no puede brindar la calidad de atención que le gustaría a sus pacientes. Es una situación jodidísima para todos, diay.
Así que ahí les va la pregunta, comadres y comadres: ¿Cómo crees que podemos salir de este embrollo? ¿Deberíamos exigir cambios radicales en la política de salud, o simplemente conformarnos con esperar que la situación mejore mágicamente? ¡Desempolven sus ideas y pónganlas en la mesa, porque esto nos afecta a todos!
Según fuentes internas – y claro, no podemos poner nombres porque luego nos metemos en brete – la situación en el servicio de emergencias se volvió insostenible desde temprano. Camillas apiladas en pasillos, pacientes esperando horas, personal sanitario exhausto… ¡Una escena digna de película de terror! La doctora Joumana Zaglul, jefa del hospital, tuvo que declarar formalmente la saturación, lo que significó activar todos los códigos rojos y pedir ayuda a los demás hospitales de la red de la CCSS.
Pero, ¿por qué este lío tan gordo? Resulta que el problema en emergencias es solo un reflejo de la situación general del hospital. Todas, absolutamente todas, las camas de hospitalización estaban ocupadas. Esto crea una especie de embudo donde los pacientes que necesitan ser ingresados permanecen en emergencias indefinidamente, impidiendo que puedan ser atendidos adecuadamente y liberando espacio para los que sí lo necesitan urgentemente. ¡Imagínate la angustia!
Para intentar descongestionar la situación, la CCSS movilizó equipos de coordinación para transferir pacientes a otros centros hospitalarios en la zona central. Se habló de “trabajo en red”, pero la verdad es que parece que todavía estamos dando vueltas en el mismo círculo vicioso. Redirigir pacientes es una solución temporal, pero no resuelve el problema de raíz: la falta de camas y recursos en los hospitales públicos.
Este escenario, vamos a ser honestos, ya nos suena de memoria. Hemos visto cómo nuestros hospitales, especialmente los más alejados de la capital, luchan día tras día contra la saturación y la falta de personal. Dicen que la pandemia dejó secuelas profundas en el sistema de salud, pero la realidad es que la inversión crónica y la planificación deficiente han contribuido a esta debacle durante años. ¿Será que estamos esperando a que alguien se haga daño serio para tomar cartas en el asunto?
Algunos expertos señalan que la falta de acceso a atención primaria también juega un papel importante en esta crisis. Si la gente pudiera resolver sus problemas de salud menores en los centros locales, no tendrían que acudir masivamente a las urgencias del hospital. Pero eso requiere invertir en prevención y fortalecer la atención básica, cosas que aparentemente no son prioritarias para algunos funcionarios.
Mientras tanto, el personal médico sigue haciendo malabares para atender a todos los pacientes con los pocos recursos disponibles. Son verdaderos héroes anónimos que merecen nuestro reconocimiento y apoyo. Han dado hasta donde pudieron, pero la carga es demasiado pesada. Y claro, la moral anda por los suelos, porque nadie quiere trabajar en condiciones precarias y saber que no puede brindar la calidad de atención que le gustaría a sus pacientes. Es una situación jodidísima para todos, diay.
Así que ahí les va la pregunta, comadres y comadres: ¿Cómo crees que podemos salir de este embrollo? ¿Deberíamos exigir cambios radicales en la política de salud, o simplemente conformarnos con esperar que la situación mejore mágicamente? ¡Desempolven sus ideas y pónganlas en la mesa, porque esto nos afecta a todos!