En esta época de ataques constantes a la institución de la familia, me pregunto si será conveniente la permanencia en nuestro ordenamiento jurídico de la posibilidad del divorcio.
Si analizamos bien, no ha habido a lo largo de la historia una figura semejante con resultados más nefastos para la unidad natural de nuestra sociedad(La Familia). De acuerdo a esta información que data del 2007Nacion.com, San Jos, se tiene que en el 2007 por cada cien matrimonios se registran 37 divorcios, mientras que en 1985 la relación era de 12 divorcios por cada 100 matrimonios, y de la misma manera, en 1960 se registraba menos de un divorcio por cada 100 matrimonios. Lo cual como es evidente constituye una tendencia decreciente en cuanto a la formación de familias tradicionales.
Alguna gente dirá que como humanos que somos tenemos derecho a equivocarnos y rectificar, sin embargo, ¿qué pasa cuando hay niños de por medio?, ¿qué culpa tienen ellos de los errores de sus padres?.
Si los "cónyuges" se precipitaron y ahora quieren separarse, pues allá ellos, pero por qué involucrar a los niños en sus inmadureces y cochinadas lujuriosas. Imaginemos el trauma que ha de representar para un niño el hecho de que la mayoría de sus compañeritos relaten experiencias en familia acompañados de su padre y su madre, mientras que él dentro de sus anécdotas solo cuenta con uno de ellos. Las preguntas lo acosarán desde el momento en que se divise esta anormalidad, así como el desprecio, las burlas, etc., y esto a la luz del buen juicio es una situación por la cual ningún niño debe pasar.
No olvidemos además que muchos criminales provienen de "familias" disfuncionales, y a través del divorcio el estado legitima socialmente este tipo de entidades, lo cual acrecenta indirectamente el problema de la inseguridad, a la vez que contraviene con lo estipulado en el código de familia, donde expresamente se obliga al estado a ser titular en la defensa de esta institución.
Por otro lado, el Estado no obviar su carácter confesional, y en ese sentido, la doctrina de la Iglesia es clara con respecto al divorcio y las conductas que contradicen la moral universal dentro de este esquema. Por ejemplo, sería iluso pensar que un par de individuos después de divorciarse no van a volver a tener relaciones sexuales, por tanto el estado al permitir el divorcio fomenta el adulterio y la lujuria.
Habiendo dicho esto y aclarando que estos son solo unos pocos ejemplos de lo que el divorcio ha implicado a lo interno de nuestra sociedad, considero que un verdadero creyente a la luz de la doctrina de la iglesia no debería apoyar una medida de tal alcance dentro del núcleo familiar.
Si analizamos bien, no ha habido a lo largo de la historia una figura semejante con resultados más nefastos para la unidad natural de nuestra sociedad(La Familia). De acuerdo a esta información que data del 2007Nacion.com, San Jos, se tiene que en el 2007 por cada cien matrimonios se registran 37 divorcios, mientras que en 1985 la relación era de 12 divorcios por cada 100 matrimonios, y de la misma manera, en 1960 se registraba menos de un divorcio por cada 100 matrimonios. Lo cual como es evidente constituye una tendencia decreciente en cuanto a la formación de familias tradicionales.
Alguna gente dirá que como humanos que somos tenemos derecho a equivocarnos y rectificar, sin embargo, ¿qué pasa cuando hay niños de por medio?, ¿qué culpa tienen ellos de los errores de sus padres?.
Si los "cónyuges" se precipitaron y ahora quieren separarse, pues allá ellos, pero por qué involucrar a los niños en sus inmadureces y cochinadas lujuriosas. Imaginemos el trauma que ha de representar para un niño el hecho de que la mayoría de sus compañeritos relaten experiencias en familia acompañados de su padre y su madre, mientras que él dentro de sus anécdotas solo cuenta con uno de ellos. Las preguntas lo acosarán desde el momento en que se divise esta anormalidad, así como el desprecio, las burlas, etc., y esto a la luz del buen juicio es una situación por la cual ningún niño debe pasar.
No olvidemos además que muchos criminales provienen de "familias" disfuncionales, y a través del divorcio el estado legitima socialmente este tipo de entidades, lo cual acrecenta indirectamente el problema de la inseguridad, a la vez que contraviene con lo estipulado en el código de familia, donde expresamente se obliga al estado a ser titular en la defensa de esta institución.
Por otro lado, el Estado no obviar su carácter confesional, y en ese sentido, la doctrina de la Iglesia es clara con respecto al divorcio y las conductas que contradicen la moral universal dentro de este esquema. Por ejemplo, sería iluso pensar que un par de individuos después de divorciarse no van a volver a tener relaciones sexuales, por tanto el estado al permitir el divorcio fomenta el adulterio y la lujuria.
Habiendo dicho esto y aclarando que estos son solo unos pocos ejemplos de lo que el divorcio ha implicado a lo interno de nuestra sociedad, considero que un verdadero creyente a la luz de la doctrina de la iglesia no debería apoyar una medida de tal alcance dentro del núcleo familiar.