En la política tica, dicen que la palabra vale más que cualquier firma en un papel. Es ese código no escrito que, se supone, mantiene el barco a flote. Pero, ¿qué pasa cuando esa palabra se la lleva el viento? Diay, parece que en Liberación Nacional se armó un despiche de los buenos, y todo apunta a que el candidato Álvaro Ramos tiene que dar un par de explicaciones. La vara está así: Marvin Taylor, el único exprecandidato que le dio el amparo a Ramos después de la convención, salió a tirar la bomba de que el pacto que tenían se fue al traste.
Pongámonos en contexto, maes. El acuerdo sonaba a la política de antes, a la de los tratos de honor. Taylor movilizó a 1,200 personas para armar el plan de gobierno y le dio su apoyo total a Ramos. A cambio, Ramos le prometió impulsar su candidatura para una diputación. Ojo, no era cualquier puesto. Taylor, que dejó un bretazo en el Banco Asiático de Inversión para meterse en esta bronca, aspiraba al primer lugar por San José. Ramos le dijo que no y le contraofertó Limón. Al final, según Taylor, ni uno ni lo otro. El candidato le comunicó que simplemente no va a honrar su parte del trato. ¡Qué torta! Un plan que parecía sellado con un apretón de manos, ahora es el origen de un incendio a pocos días de la asamblea nacional verdiblanca.
Y si creían que la cosa terminaba ahí, agárrense, porque esto parece una serie de Netflix. Resulta que Taylor no es el único que quedó viendo para el ciprés. El primero en levantar la mano fue Carlos Roverssi, exministro y jefe de campaña de Ramos. A él también le habían prometido el oro y el moro: el primer lugar por Heredia. ¿Y qué pasó? A la hora de los finalazos, Ramos le salió con que lo apoyaba, pero para un tercer lugar. Un puesto que, con la nueva distribución de curules del TSE, es prácticamente un boleto para ver las sesiones desde la barra del público. O sea, el pobre de Roverssi quedó bien salado, y la movida huele a que lo están mandando a una misión imposible.
Aquí es donde el rompecabezas empieza a tomar forma y uno dice: "ah, con que esa era la jugada". Según el estatuto del PLN, Ramos solo tiene potestad para elegir a dedo a una persona. Y ese primer lugar por San José, el que supuestamente era para Taylor, ya tiene nombre y apellido: Álvaro Ramírez, su actual jefe de campaña. Entonces, la cosa se lee simple: Ramos está premiando a su círculo de confianza inmediato y dejando por fuera a los aliados que lo ayudaron a ganar la convención. Como dijo el mismo Taylor con un filo que cortaba: "inexplicable y revela carácter pues en política como no hay ley, la palabra y la credibilidad mandan". ¡Zas!
La pregunta del millón es si Álvaro Ramos se acaba de jalar una torta monumental o si, por el contrario, esta es una demostración de fuerza para dejar claro quién manda en la choza. A simple vista, parece un error garrafal que genera desconfianza y le da munición a sus adversarios internos justo antes del sábado, cuando todos los asambleístas se vean las caras. Este tipo de pleitos son los que terminan pasando una factura carísima en las elecciones. Maes, ¿ustedes qué opinan? ¿Es esto un simple reacomodo de fichas y "así es la política", o es una señal de alerta sobre el tipo de liderazgo que tendría Ramos? ¿Pesa más la lealtad al compa de campaña que la palabra dada? ¡Se armó el debate!
Pongámonos en contexto, maes. El acuerdo sonaba a la política de antes, a la de los tratos de honor. Taylor movilizó a 1,200 personas para armar el plan de gobierno y le dio su apoyo total a Ramos. A cambio, Ramos le prometió impulsar su candidatura para una diputación. Ojo, no era cualquier puesto. Taylor, que dejó un bretazo en el Banco Asiático de Inversión para meterse en esta bronca, aspiraba al primer lugar por San José. Ramos le dijo que no y le contraofertó Limón. Al final, según Taylor, ni uno ni lo otro. El candidato le comunicó que simplemente no va a honrar su parte del trato. ¡Qué torta! Un plan que parecía sellado con un apretón de manos, ahora es el origen de un incendio a pocos días de la asamblea nacional verdiblanca.
Y si creían que la cosa terminaba ahí, agárrense, porque esto parece una serie de Netflix. Resulta que Taylor no es el único que quedó viendo para el ciprés. El primero en levantar la mano fue Carlos Roverssi, exministro y jefe de campaña de Ramos. A él también le habían prometido el oro y el moro: el primer lugar por Heredia. ¿Y qué pasó? A la hora de los finalazos, Ramos le salió con que lo apoyaba, pero para un tercer lugar. Un puesto que, con la nueva distribución de curules del TSE, es prácticamente un boleto para ver las sesiones desde la barra del público. O sea, el pobre de Roverssi quedó bien salado, y la movida huele a que lo están mandando a una misión imposible.
Aquí es donde el rompecabezas empieza a tomar forma y uno dice: "ah, con que esa era la jugada". Según el estatuto del PLN, Ramos solo tiene potestad para elegir a dedo a una persona. Y ese primer lugar por San José, el que supuestamente era para Taylor, ya tiene nombre y apellido: Álvaro Ramírez, su actual jefe de campaña. Entonces, la cosa se lee simple: Ramos está premiando a su círculo de confianza inmediato y dejando por fuera a los aliados que lo ayudaron a ganar la convención. Como dijo el mismo Taylor con un filo que cortaba: "inexplicable y revela carácter pues en política como no hay ley, la palabra y la credibilidad mandan". ¡Zas!
La pregunta del millón es si Álvaro Ramos se acaba de jalar una torta monumental o si, por el contrario, esta es una demostración de fuerza para dejar claro quién manda en la choza. A simple vista, parece un error garrafal que genera desconfianza y le da munición a sus adversarios internos justo antes del sábado, cuando todos los asambleístas se vean las caras. Este tipo de pleitos son los que terminan pasando una factura carísima en las elecciones. Maes, ¿ustedes qué opinan? ¿Es esto un simple reacomodo de fichas y "así es la política", o es una señal de alerta sobre el tipo de liderazgo que tendría Ramos? ¿Pesa más la lealtad al compa de campaña que la palabra dada? ¡Se armó el debate!