Migración dice que los engañaron al decirles que Limón era Canadá
Bihian Deimeq sintió un súbito terror cuando escuchó al coyote anunciar: “Todos al agua”.
La noche era oscura, el mar estaba agitado y la costa al sur de Limón se veía distante... y muy diferente a su natal Addis Ababa, en la república africana de Etiopía.
“Sentí miedo porque no sé nadar”, rememoró el inmigrante durante una entrevista en el Centro para Extranjeros en Tránsito, en Hatillo, San José.
Deimeq, un educador con estudios superiores en Administración, llegó al país junto a otros 27 africanos.
Lo trajo en barco, a principios de julio, una red mafiosa asentada en el caribe colombiano.
En los últimos seis meses, oleadas de africanos provenientes de Somalia, Etiopía, Guinea, Eritrea, República Centroafricana y Nigeria, entre otros, han sido detectados mientras divagaban por Centroamérica desorientados.
En estos momentos, el centro migratorio de Costa Rica custodia a 33 ciudadanos de Eritrea, ocho de Somalia, ocho de Etiopía, uno de Sudáfrica y uno de Guinea Ecuatorial.
Entre ellos hay universitarios, maestros, un administrador educativo (Deimeq), una antropóloga, una laboratorista clínica y hasta la familiar de un expresidente de Guinea Ecuatorial.
Los grupos mafiosos, que cobran hasta $7.000 a cada viajero, utilizan Colombia como plataforma para el tráfico de personas hacia Canadá, confirmó el director de Migración y Extranjería, Mario Zamora.
“Sabemos que los engañan, pues al llegar a Limón les dicen que ya están en Canadá”, señaló el funcionario.
Drama. Deimeq asegura que siempre tuvo en mente viajar a Costa Rica. Así se lo hizo saber al encargado de la red, a quien los africanos conocieron en Colombia como El capitán.
Asegura que escapaba de la violencia de su país. En el 2005, el africano formaba parte de una asociación de profesionales.
En junio de ese año, este etíope –de 29 años y quien domina el inglés a la perfección– participó en la marcha de un movimiento político que exigía al gobierno libertades.
“Dispararon contra la multitud. A mí me hirieron en la pierna. En noviembre comenzaron los arrestos masivos. Yo sabía que si me capturaban, nunca me liberarían. Quizás ahora estaría muerto”.
Luego de varios años en Sudáfrica, el temor a nuevos ataques xenofóbicos –sus dos tiendas fueron destruidas por una multitud– le hicieron volver su mirada hacia Latinoamérica. Muchos africanos hablaban de ese nuevo destino.
Voló con su esposa a Brasil y de allí a Venezuela hasta terminar en Colombia. En ese país, por referencias de otros africanos, escuchó hablar de El capitán.
“Me dijo (el “coyote”) que podía arreglarme un viaje al lugar que quisiera. Lo contacté por teléfono y quedamos en reunirnos en un puerto. Le pagué $800. Me trajeron en un barco con otros africanos a quienes no conocía. Viajamos como cinco o siete días. Fue un viaje muy peligroso, con muchas tormentas y grandes olas”, señaló .
El etíope pasó la mayor parte del tiempo sentado en un estañón de combustible. Sus piernas y glúteos sufrieron quemaduras.
Por eso, al llegar a Manzanillo (Limón sur), pidió a un amigo que se separaran del grupo para buscar con urgencia un hospital.
“Tomamos un autobús y le pedimos al conductor que nos llevara lo más lejos posible. Nos dijo que se dirigía a Limón y que allí había un hospital. Yo venía muy mal, con la piel bastante quemada.
“La Policía nos capturó en la calle. Nos vio por allí y nos pidió documentos, pero no traíamos nada. No cuestionamos que nos tengan acá (en el centro para inmigrantes). Aunque no nos gusta, no tenemos elección. No somos criminales; lo único que esperamos es vivir en paz y ser buenas personas”, insistió.
La mayoría de los africanos presentaron solicitudes de refugio. Su petición aún no se resuelve.
Primera imagen:
Las horas en el centro para inmigrantes, en Hatillo, parecen eternas. Partidas de dominó ayudan a paliar el aburrimiento. Mientras tanto, otros leen o practican el futbol.
Segunda imagen:
A miles de kilómetros de su hogar, este africano se entretiene con unos pedazos de cartón en el centro para inmigrantes en Hatillo, San José.
Tercera imagen:
Los africanos han permanecido retenidos más de 45 días. Todos alegan haber escapado de sus países en procura de libertad. Esperan que se resuelva su petición de refugio.
Que tristesa. me deja sin palabras este tipo de gente.
Opiniones...?
Bihian Deimeq sintió un súbito terror cuando escuchó al coyote anunciar: “Todos al agua”.
La noche era oscura, el mar estaba agitado y la costa al sur de Limón se veía distante... y muy diferente a su natal Addis Ababa, en la república africana de Etiopía.
“Sentí miedo porque no sé nadar”, rememoró el inmigrante durante una entrevista en el Centro para Extranjeros en Tránsito, en Hatillo, San José.
Deimeq, un educador con estudios superiores en Administración, llegó al país junto a otros 27 africanos.
Lo trajo en barco, a principios de julio, una red mafiosa asentada en el caribe colombiano.
En los últimos seis meses, oleadas de africanos provenientes de Somalia, Etiopía, Guinea, Eritrea, República Centroafricana y Nigeria, entre otros, han sido detectados mientras divagaban por Centroamérica desorientados.
En estos momentos, el centro migratorio de Costa Rica custodia a 33 ciudadanos de Eritrea, ocho de Somalia, ocho de Etiopía, uno de Sudáfrica y uno de Guinea Ecuatorial.
Entre ellos hay universitarios, maestros, un administrador educativo (Deimeq), una antropóloga, una laboratorista clínica y hasta la familiar de un expresidente de Guinea Ecuatorial.
Los grupos mafiosos, que cobran hasta $7.000 a cada viajero, utilizan Colombia como plataforma para el tráfico de personas hacia Canadá, confirmó el director de Migración y Extranjería, Mario Zamora.
“Sabemos que los engañan, pues al llegar a Limón les dicen que ya están en Canadá”, señaló el funcionario.
Drama. Deimeq asegura que siempre tuvo en mente viajar a Costa Rica. Así se lo hizo saber al encargado de la red, a quien los africanos conocieron en Colombia como El capitán.
Asegura que escapaba de la violencia de su país. En el 2005, el africano formaba parte de una asociación de profesionales.
En junio de ese año, este etíope –de 29 años y quien domina el inglés a la perfección– participó en la marcha de un movimiento político que exigía al gobierno libertades.
“Dispararon contra la multitud. A mí me hirieron en la pierna. En noviembre comenzaron los arrestos masivos. Yo sabía que si me capturaban, nunca me liberarían. Quizás ahora estaría muerto”.
Luego de varios años en Sudáfrica, el temor a nuevos ataques xenofóbicos –sus dos tiendas fueron destruidas por una multitud– le hicieron volver su mirada hacia Latinoamérica. Muchos africanos hablaban de ese nuevo destino.
Voló con su esposa a Brasil y de allí a Venezuela hasta terminar en Colombia. En ese país, por referencias de otros africanos, escuchó hablar de El capitán.
“Me dijo (el “coyote”) que podía arreglarme un viaje al lugar que quisiera. Lo contacté por teléfono y quedamos en reunirnos en un puerto. Le pagué $800. Me trajeron en un barco con otros africanos a quienes no conocía. Viajamos como cinco o siete días. Fue un viaje muy peligroso, con muchas tormentas y grandes olas”, señaló .
El etíope pasó la mayor parte del tiempo sentado en un estañón de combustible. Sus piernas y glúteos sufrieron quemaduras.
Por eso, al llegar a Manzanillo (Limón sur), pidió a un amigo que se separaran del grupo para buscar con urgencia un hospital.
“Tomamos un autobús y le pedimos al conductor que nos llevara lo más lejos posible. Nos dijo que se dirigía a Limón y que allí había un hospital. Yo venía muy mal, con la piel bastante quemada.
“La Policía nos capturó en la calle. Nos vio por allí y nos pidió documentos, pero no traíamos nada. No cuestionamos que nos tengan acá (en el centro para inmigrantes). Aunque no nos gusta, no tenemos elección. No somos criminales; lo único que esperamos es vivir en paz y ser buenas personas”, insistió.
La mayoría de los africanos presentaron solicitudes de refugio. Su petición aún no se resuelve.



Primera imagen:
Las horas en el centro para inmigrantes, en Hatillo, parecen eternas. Partidas de dominó ayudan a paliar el aburrimiento. Mientras tanto, otros leen o practican el futbol.
Segunda imagen:
A miles de kilómetros de su hogar, este africano se entretiene con unos pedazos de cartón en el centro para inmigrantes en Hatillo, San José.
Tercera imagen:
Los africanos han permanecido retenidos más de 45 días. Todos alegan haber escapado de sus países en procura de libertad. Esperan que se resuelva su petición de refugio.
Que tristesa. me deja sin palabras este tipo de gente.
Opiniones...?