¡Ay, Dios mío! Qué despiche monumental vivimos anoche en el Estadio Nacional. Después de años de ilusiones rotas, esperanzas enterradas y goles que jamás entraron, La Sele finalmente se fue al traste. No clasificamos al Mundial 2026 y, para colmo, el presidente de la Federación Costarricense de Fútbol, Osael Maroto, decidió hacerse el loco y desaparecer del radar en vez de asumir responsabilidades. Este mae, que tanto prometió, se escabulló como si tuviera billete a tierras lejanas, dejándonos a nosotros, los hinchas, con la boca abierta.
Recordemos que Maroto, desde el primer día, apostó fuerte por Miguel Herrera. Le dio su bendición, su apoyo incondicional y nos vendió la moto de que con él íbamos a llegar lejos. “El cuerpo técnico continúa tal cual y tiene el apoyo de la Federación”, soltó en su momento, como si fuera la solución mágica a todos nuestros males. ¡Qué nivel de optimismo desafortunado! Parecía que vivíamos en una película de comedia, pero la realidad era bien amarga: estábamos viendo cómo nuestra selección se alejaba cada vez más de cualquier posibilidad de clasificar. Septiembre llegó y se fue, y con él, la oportunidad dorada de echar un cambio de timón. Pero no, Maroto prefirió seguirle dando cuerda a un barco que se hundía.
Anoche, tras el silbato final que sentenció nuestro destino, Maroto desapareció. Se metió en la zona de palcos, se escondió entre sombras y no se le vio hasta que casi no quedó nadie en las gradas. Cuando tuvo que pasar frente a la prensa, hizo como que no estaba ahí, bajó unas escaleras directo al camerino y se esfumó. ¿Será que no tenía nada que decir? ¿O simplemente no quería enfrentarse a la furia de la afición?
Lo peor de todo es que mientras Maroto huía, fueron los jugadores y el propio Herrera quienes tuvieron que tragarse sapos y aguantar las pullas. Ellos sí pusieron el pecho a las balas, dieron la cara y asumen su responsabilidad. ¡Pero qué falta de hombría grande de Maroto! Abandonó el estadio sin decir ni mué, dejando un vacío enorme y confirmando que, a veces, los dirigentes se olvidan de quién realmente importa: la afición.
La única respuesta que recibimos fue un comunicado de prensa genérico, instándonos a unirnos para superar este bache deportivo. ¡Un comunicado! Como si eso resolviera el problema. Es evidente que alguien tiene que asumir la responsabilidad de este fracaso histórico. ¿Cómo es posible que un dirigente se escape de sus obligaciones de esa manera? Parece sacado de una telenovela mala actuada.
Muchos se preguntan qué va a pasar ahora con la Fedefútbol. ¿Habrá cambios en la dirigencia? ¿Renunciará Maroto? ¿O seguirá aferrado a su puesto como si nada hubiera pasado? Esta vara se ha complicado, chunches. Algunos dicen que debería renunciar inmediatamente, otros creen que debería esperar a ver qué pasa. Lo cierto es que la situación necesita urgentemente una limpieza profunda.
Ahora, con la eliminación, resurge el fantasma de Jorge Luis Pinto, quien no tardó en levantar la voz y recordar que el problema no es nuevo. Pintito siempre ha sido claro y directo, y no dudó en señalar las fallas del sistema. Su visión parece ser la más lúcida en medio de tanta confusión y frustración. Muchos señalan que la planificación a largo plazo siempre ha sido la pesadilla de nuestro fútbol. Un brete cuesta arriba para poder competir.
Este es el momento de hacer autocrítica y buscar soluciones reales. ¿Ustedes creen que Osael Maroto debería renunciar a su cargo en la Fedefútbol, o debería darle otra oportunidad para tratar de rescatar la imagen del fútbol costarricense? ¿Cuál es la medida más drástica que deberían tomar para evitar que esto vuelva a suceder?
Recordemos que Maroto, desde el primer día, apostó fuerte por Miguel Herrera. Le dio su bendición, su apoyo incondicional y nos vendió la moto de que con él íbamos a llegar lejos. “El cuerpo técnico continúa tal cual y tiene el apoyo de la Federación”, soltó en su momento, como si fuera la solución mágica a todos nuestros males. ¡Qué nivel de optimismo desafortunado! Parecía que vivíamos en una película de comedia, pero la realidad era bien amarga: estábamos viendo cómo nuestra selección se alejaba cada vez más de cualquier posibilidad de clasificar. Septiembre llegó y se fue, y con él, la oportunidad dorada de echar un cambio de timón. Pero no, Maroto prefirió seguirle dando cuerda a un barco que se hundía.
Anoche, tras el silbato final que sentenció nuestro destino, Maroto desapareció. Se metió en la zona de palcos, se escondió entre sombras y no se le vio hasta que casi no quedó nadie en las gradas. Cuando tuvo que pasar frente a la prensa, hizo como que no estaba ahí, bajó unas escaleras directo al camerino y se esfumó. ¿Será que no tenía nada que decir? ¿O simplemente no quería enfrentarse a la furia de la afición?
Lo peor de todo es que mientras Maroto huía, fueron los jugadores y el propio Herrera quienes tuvieron que tragarse sapos y aguantar las pullas. Ellos sí pusieron el pecho a las balas, dieron la cara y asumen su responsabilidad. ¡Pero qué falta de hombría grande de Maroto! Abandonó el estadio sin decir ni mué, dejando un vacío enorme y confirmando que, a veces, los dirigentes se olvidan de quién realmente importa: la afición.
La única respuesta que recibimos fue un comunicado de prensa genérico, instándonos a unirnos para superar este bache deportivo. ¡Un comunicado! Como si eso resolviera el problema. Es evidente que alguien tiene que asumir la responsabilidad de este fracaso histórico. ¿Cómo es posible que un dirigente se escape de sus obligaciones de esa manera? Parece sacado de una telenovela mala actuada.
Muchos se preguntan qué va a pasar ahora con la Fedefútbol. ¿Habrá cambios en la dirigencia? ¿Renunciará Maroto? ¿O seguirá aferrado a su puesto como si nada hubiera pasado? Esta vara se ha complicado, chunches. Algunos dicen que debería renunciar inmediatamente, otros creen que debería esperar a ver qué pasa. Lo cierto es que la situación necesita urgentemente una limpieza profunda.
Ahora, con la eliminación, resurge el fantasma de Jorge Luis Pinto, quien no tardó en levantar la voz y recordar que el problema no es nuevo. Pintito siempre ha sido claro y directo, y no dudó en señalar las fallas del sistema. Su visión parece ser la más lúcida en medio de tanta confusión y frustración. Muchos señalan que la planificación a largo plazo siempre ha sido la pesadilla de nuestro fútbol. Un brete cuesta arriba para poder competir.
Este es el momento de hacer autocrítica y buscar soluciones reales. ¿Ustedes creen que Osael Maroto debería renunciar a su cargo en la Fedefútbol, o debería darle otra oportunidad para tratar de rescatar la imagen del fútbol costarricense? ¿Cuál es la medida más drástica que deberían tomar para evitar que esto vuelva a suceder?