¡Ay, Dios mío! La Navidad llegó justo encima del clímax de esta campaña electoral, ¿eh? Parece mentira que estemos ya casi terminando el año, y con qué vara nos cayó este 2024. Tensiones sociales por todos lados, la violencia que va en aumento, y ahora, la elección presidencial respirándonos en la nuca. Uno ya no sabe si pedirle a Papá Noel paz mundial o un candidato que realmente le entienda al país.
Pero, miren, no nos vamos a dejar vencer por el despiche, ¿va? La Navidad siempre trae una chispa de esperanza, aunque las cosas estén saladas. El mensaje del Arzobispo Quirós lo dijo claro: debemos mantener esa mirada amplia que nos caracteriza a los ticos. Recordar que Jesucristo nació en tiempos complicadísimos, como ahora mismo, y aun así, iluminó el mundo. Eso nos da pie a creer que podemos salir adelante, siempre y cuando pongamos el corazón en la decisión que tomemos como nación.
Y hablando de decisiones, el tema de estas elecciones es crucial. No es solo marcar una casilla, es elegir el rumbo que queremos darle a Costa Rica. Discernir, debatir, analizar... todo eso es importante, sí señor. Pero hay que hacerlo con madurez, escuchando todas las voces, sin caer en ataques personales. Porque al final, todos queremos lo mejor para nuestro terruño, ¿verdad?
Uno de los puntos que me preocupa mucho es la necesidad de fortalecer la justicia y la solidaridad en nuestro país. Que se escuchen más las necesidades de los que menos tienen, que se les dé la oportunidad de crecer y desarrollarse. Porque una Costa Rica humana, como dice Mons. Quirós, es aquella que pone al prójimo en el centro, no solo en palabras, sino en acciones concretas. En el rostro del vecino está reflejada la verdadera cara de Dios, diay.
Precisamente ahí entra la reflexión sobre el amor al prójimo, tan enfatizada por el Papa Francisco. No se trata solo de rezarle a Dios, sino de ponerle el hombro a quien lo necesita. Ayudar a nuestros hermanos que están pasando apuros, defender sus derechos, luchar contra la injusticia. Una fe vacía, sin obras, es como un chunche roto: no sirve para nada.
Ahora bien, no quiero que me tachen de políticamente correcto, pero creo que es fundamental recordar que la humildad también juega un papel importante. Al contemplar el pesebre, recordamos que Dios eligió nacer en un lugar sencillo, entre animales, lejos de toda ostentación. Nos enseña que la grandeza se encuentra en las cosas pequeñas, en los actos cotidianos de bondad y generosidad. Un simple saludo, una sonrisa, una mano amiga pueden cambiarle el día a alguien, ¿quién sabe?
Además, en estos tiempos de tanto desaliento, no nos podemos cansar de hacer el bien. San Pablo lo decía con razón, y yo le hago eco: tenemos que seguir luchando por un país más justo, más equitativo, más solidario. A pesar de los obstáculos, a pesar de las críticas, a pesar de las diferencias ideológicas. Mantener viva la llama de la esperanza, que es precisamente lo que nos ofrece la Navidad.
Entonces, mi pana, dime tú: ¿crees que podemos encontrar un equilibrio entre nuestras convicciones políticas y el espíritu navideño de amor y perdón? ¿O te parece que la polarización nos impide ver lo que realmente importa en estos momentos? ¡Déjanos tus ideas en los comentarios!
Pero, miren, no nos vamos a dejar vencer por el despiche, ¿va? La Navidad siempre trae una chispa de esperanza, aunque las cosas estén saladas. El mensaje del Arzobispo Quirós lo dijo claro: debemos mantener esa mirada amplia que nos caracteriza a los ticos. Recordar que Jesucristo nació en tiempos complicadísimos, como ahora mismo, y aun así, iluminó el mundo. Eso nos da pie a creer que podemos salir adelante, siempre y cuando pongamos el corazón en la decisión que tomemos como nación.
Y hablando de decisiones, el tema de estas elecciones es crucial. No es solo marcar una casilla, es elegir el rumbo que queremos darle a Costa Rica. Discernir, debatir, analizar... todo eso es importante, sí señor. Pero hay que hacerlo con madurez, escuchando todas las voces, sin caer en ataques personales. Porque al final, todos queremos lo mejor para nuestro terruño, ¿verdad?
Uno de los puntos que me preocupa mucho es la necesidad de fortalecer la justicia y la solidaridad en nuestro país. Que se escuchen más las necesidades de los que menos tienen, que se les dé la oportunidad de crecer y desarrollarse. Porque una Costa Rica humana, como dice Mons. Quirós, es aquella que pone al prójimo en el centro, no solo en palabras, sino en acciones concretas. En el rostro del vecino está reflejada la verdadera cara de Dios, diay.
Precisamente ahí entra la reflexión sobre el amor al prójimo, tan enfatizada por el Papa Francisco. No se trata solo de rezarle a Dios, sino de ponerle el hombro a quien lo necesita. Ayudar a nuestros hermanos que están pasando apuros, defender sus derechos, luchar contra la injusticia. Una fe vacía, sin obras, es como un chunche roto: no sirve para nada.
Ahora bien, no quiero que me tachen de políticamente correcto, pero creo que es fundamental recordar que la humildad también juega un papel importante. Al contemplar el pesebre, recordamos que Dios eligió nacer en un lugar sencillo, entre animales, lejos de toda ostentación. Nos enseña que la grandeza se encuentra en las cosas pequeñas, en los actos cotidianos de bondad y generosidad. Un simple saludo, una sonrisa, una mano amiga pueden cambiarle el día a alguien, ¿quién sabe?
Además, en estos tiempos de tanto desaliento, no nos podemos cansar de hacer el bien. San Pablo lo decía con razón, y yo le hago eco: tenemos que seguir luchando por un país más justo, más equitativo, más solidario. A pesar de los obstáculos, a pesar de las críticas, a pesar de las diferencias ideológicas. Mantener viva la llama de la esperanza, que es precisamente lo que nos ofrece la Navidad.
Entonces, mi pana, dime tú: ¿crees que podemos encontrar un equilibrio entre nuestras convicciones políticas y el espíritu navideño de amor y perdón? ¿O te parece que la polarización nos impide ver lo que realmente importa en estos momentos? ¡Déjanos tus ideas en los comentarios!
