Si eso es verdad, entonces ¿dónde estaba Dios cuando ocurrió el lamentable Holocausto?
No señor. Eso es una contradicción. Un ser todopoderoso no tiene ninguna razón para limitarse a sí mismo para otorgarnos libre albedrío, y luego pretender que nosotros sigamos su voluntad.
Dígamelo usted a mí. ¿Qué nos espera a los gentiles que no cumplen con el mandato divino? ¿Usted no aprendió nada en Israel?
estimado Faiyez, su pregunta en referencia a la catástrofe ocurrida a nuestro pueblo, no es ajena a los sabios judios e historiadores gentiles que trataron de responder esta cuestionarte tan dura para los miles de nuestros hermanos que murieron, no tengo la respuesta a esto pero si al menos tratare de darle una pequeña tesis tal ves la encuentre interesante.
EL HOLOCAUSTO
¿Donde estaba Dios durante el Holocausto (1939-1945) y
por qué no intervino en beneficio de las victimas judías? ¿Cuál fue
el pecado que cometieron los judíos para merecerse un castigo de
la magnitud de millones de victimas civiles? Estas son preguntas
que el pueblo judío y muchos historiadores gentiles se han hecho
sin poder, hasta la fecha, encontrar una respuesta satisfactoria.
De ninguna manera voy a presumir que tengo una respuesta
definitiva y conclusiva a este respecto. Sin embargo, voy a intentar
de la manera más seria y responsable posible, traer un poco de
luz, echando mano de la historia, antes y después del Holocausto.
En 1897, en Basilea, Suiza, se celebró el primer concilio
sionista mundial. En él se reconoció la necesidad de reestablecer
la identidad judía, como pueblo y como nación. En 1917, se
produjo la declaración del ministro británico Balfur por la cual la
corona inglesa se comprometía al reestablecimiento de un hogar
nacional judío en Palestina. En 1922 se produjo el mandato
británico en Palestina por parte de la liga de naciones. A pesar de
todo esto, la emigración judía no alcanzó niveles relevantes, en
virtud del poco interés que demostraron las comunidades judías
europeas porque cada cual vivía confortablemente en su país y se
consideraba más nacionalista que judío. El fundador del sionismo,
Herzl, motivado por el caso Dreyfus, luchó incansable e
infructuosamente, dejándose literalmente el pellejo en el intento,
tratando de despertar entre las masas judías, el interés de volver a
la tierra prometida, después de 2,000 años de diáspora. Sólo unos
pocos judíos, movidos por motivaciones socialistas y comunistas,
se atrevieron a emigrar a Palestina, en virtud de que la revolución
rusa de Octubre, a pesar del derrocamiento de la monarquía
oligárquica de Nicolás II, no logró desarraigar el antisemitismo en
el flamante gobierno bolchevique del proletariado. Entre los
emigrados se encontraban David Ben-Gurión y Golda Meyerson.
Con el advenimiento del nazismo en Alemania y de la
segunda guerra mundial, se produjeron oleadas judías de
emigraciones a tierra santa, procedentes de Europa, hasta llegar,
en 1947, a contar con una población judía en Palestina de 600,000
almas, en el momento del reconocimiento por parte de la ONU de
la partición de Palestina en una nación judía y otra árabe. Es justo
reconocer que, de no producirse este caos, con el correspondiente
movimiento de masas de millones de refugiados por toda Europa,
el estado de Israel, posiblemente, no se hubiera reconstituido. El
Holocausto sirvió para que los judíos se concentraran
masivamente en Israel, en virtud de haber perdido sus hogares
nacionales en Europa y del rechazo de las naciones a aceptar
judíos emigrantes en su territorio (el barco San Luis).
Es obvio que la identidad nacional judía, prácticamente, no
existía antes del Holocausto, y que la famosa frase: “…never
again…” surgió como resultado del Holocausto, merced al cual, se
restauró la conciencia nacional del pueblo judío, dos mil años
después. Consecuentemente, el pecado, si se me permite usar
este vocablo, consistió en la falta de unidad nacional del pueblo
judío, previo al Holocausto. A partir del Holocausto se formaron
todas las organizaciones políticas y propagandísticas con el fin de
evitar que ese luctuoso suceso pudiera volver a ocurrir. En
definitiva, sin el Holocausto, el estado de Israel, muy posiblemente,
no se hubiera aún restaurado.