Opinión de otro periódico, pa que vayan entendiendo:
Un empate que sabe a victoria
Es cierto, no se ganó de local, pero se luchó contra todo.
Contra un árbitro que sabía que en las gradas del monumental Cuscatlán se encontraba la figura emblemática del trinitense Jack Warner, el flamante presidente de la CONCACAF.
12 DE FEBRERO DE 2009 14:10 | por Jaime Ulises Marinero
¡Si se pudo! La afición no desmayó, los jugadores no decayeron. Las oraciones de quienes tenían fe pudieron, los gritos afónicos de los aficionados contribuyeron en el ánimo de los jugadores. Se hizo el milagro y sobre el último segundo El Salvador logró un empate que sabe a victoria.
Osael Romero fue el héroe. Su pierna izquierda logró que la ilusión siga viva. Hasta el minuto 36 El Salvador caía injustamente dos goles a cero. Llegó una falta al borde del área sobre el juveni Rodolfo Zelaya y Osael llegó a cobrar justo al rincón superior izquierdo del portero trinitense para colocar el descuento.
A partir de ese momento nadie volvió a sentarse. Todos se quedaron de pie gritando ¡Si se puede, si se puede! y Se pudo. En los últimos segundos otra falta al borde del área sobre Eliseo Quintanilla fue cobrada magistralmente por Osael que esta vez la envió justo al rincón bajo izquierdo. Locura total.
El árbitro mexicano Marco Antonio Rodríguez ni siquiera permitió el saque. Marcó el final. El empate con sabor a victoria estaba consumado. Los cerca de 20 mil aficionados vibraron de alegría. Había que abrazar a quien se tuviera a la par y saltar, gritar y hasta llorar. Se valía llorar. Se lloró en las graderías, se lloró en la cancha.
Fue un final apoteósico. Los gritos despavoridos de "Si se pudo" fueron acompañados por los fuegos artificiales de la zona de la lomita y el "Pájaron Picón" de fondo. Carlos De los Cobos salió corriendo a abrazar a sus muchachos, a fundirse pletórico de felicidad. Juan José Gómez, el portero, hizo lo que todo aficionado hubiese querido hacer, cargó en sus hombros a Osael y lo paseó frente a los estrados populares que devolvían el gesto con un estruendo de aplausos.
¨De los Cobos presidente" gritó alguien, mientras otro replicaba "Y Osael vicepresidente". Y es que se lo ganaron. El Salvador no solo jugó contra Trinidad y Tobago sino también contra el árbitro mexicano que no cobró dos claros tiros de penal a favor de El Salvador y todavía se inventó uno para los trinitenses que afortunadamente Dwigh Yorke mandó a las nubes.
Al final del partido nadie quería salir del estadio y como cosa rara nadie o pocos salieron en los minuntos finales. El Salvador dominaba con pases cortos y jugadas de fantasía que presagiaban que todo era posible. Se estaba perdiendo, pero la selección gustaba y claro el efecto dominó se impuso. Los aplausos bajaban desde las gradas e inyectaban energía a cada uno de los guerreros que dentro de la cancha se partían el alma para generar una ilusión a un país que sueña con su tercer mundial.
Lo de partirse el alma es literal. Shawn Martins es testigo de ello. Su tibia y peroné sufrieron las consecuencias de un penal no pitado. Fractura dictaminaron los médicos. Una baja sensible para el país, pero que es posible llenar con jugadores animosos que están ahí, para rendir cuando se les necesita.
El sueño es posible. Es cierto, no se ganó de local, pero se luchó contra todo. Contra un árbitro que sabía que en las gradas del monumental Cuscatlán se encontraba la figura emblemática del trinitense Jack Warner, el flamante presidente de la CONCACAF.
Pero con todo y Warner en las graderías la selecta logró obrar el milagro y sacar un empate que sabe a gloria y da confianza para seguir. Se necesita mejorar, es verdad, pero el ánimo de los jugadores está presente y la esperanza de un pueblo está firme. Se dejaron escapar dos puntos de local, pero se pueden recuperar de visita. Se tiene el potencial, las ganas, la voluntad y la confianza de todo un pueblo que no desmaya apoyando la azul y blanco.
No se ganó, pero se demostró que cuando hay comunión entre cuerpo técnico, jugadores y afición se forma una sola fuerza, una fuerza que alcanza para soñar y para disfrutar un deporte que tanto apasiona. Sudáfrica 2010, El Salvador sigue vivo.
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